Uno piensa que la vida es como un bote a la deriva; en ocasiones, ligeros vientos nos arrastran a gran velocidad, como con empeño en llegar lo antes posible a algún destino ignoto, y en otras, sin embargo, nos dejamos llevar por el flujo de la corriente; me pregunto qué extrañas corrientes han llevado mi vida hasta el momento en que me hallo leyendo un relato sobre un Bosco postmoderno con pene prensil, hijo de una ninfómana obesa y ludópata y nieto de un Unabomber helénico y centenario, narrado al estilo de Finnegans Wake durante 70 páginas– todo ello cortesía del bueno de Philip José Farmer -. Por cierto, un saludo a la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie, que nos ha estado nutriendo de tarjetas de felicitación navideña durante tantos años; no sé porqué me he acordado ahora de ellos.
Debo aclararme: la reseña de hoy versa sobre Visiones peligrosas, una antología de relatos originales (esto es importante) de más de una treintena de popes de la ciencia ficción de los años 60, y claro, la época... la New Wave, el verano del 67, los hippies, las drogas... todo ella lleva a un resultado irregular. Pero oigan, al menos Philip K. Dick reconoció que usó drogas para la confección de su relato: más honesto que otros que hicieron mutis por el foro, pero que qué quieren que les diga, hay argumentos - como el anterior citado, o el toreo con coches - que parecen haber sido pergeñados con cierta ayuda lisérgica.
Bien, lo cierto es que es una obra encomiable: nada menos que la flor y nata de la época, así como viejas glorias supervivientes de la generación anterior, creando nuevos relatos y nunca publicados, expresamente recopilados para la ocasión y contando además con total libertad creativa. ¿Qué podía salir mal? Pues que es inevitablemente irregular.
Es, como digo, inevitable darse cuenta de quién se lo ha tomado más en serio, quién ha recuperado un texto de algún cajón y quién se ha desmelenado completamente rozando la boutade. Los textos van desde las cinco páginas (¿en serio, Damon Knight?) hasta las setenta y pico, con un nivel muy variable: desde grandísimos relatos como un ¿y si? del bloque soviético ganando la guerra fría, pasando por la entonces controversia de la pena de muerte y la donación de órganos, hasta alguna historia totalmente descafeinada como la del propio Harlan Ellison - para nada a la altura de sus compañeros - o algún breve cuento de hadas leído ya mil veces e integrado en el subconsciente colectivo de la humanidad.
Aquellos fans del género encontrarán muy interesante (o al menos ese fue mi caso) leer la obra de escritores más o menos principiantes en aquel entonces que pronto brillarían con luz propia en el firmamento de la ciencia ficción: un jovencísimo Larry Niven anterior a Mundoanillo, por ejemplo. Además, nos da la oportunidad de leer a autores más que interesantes a cuya obra es hoy día difícil de acceder; estoy pensando en Roger Zelazny o Theodore Sturgeon.
Otro plus que tiene es que cada relato, además de una desenfadada introducción de Harlan Ellison, tiene al final unos pocos párrafos de cada escritor explicando su visión de lo narrado, o sobre cómo ve él o ella el futuro (ahora ya pasado) de la ciencia ficción escrita. Esto punto lo encuentro francamente interesante, demasiadas veces me ha pasado que me quedado descolocado al acabar una lectura del género sin saber exactamente qué pretendía trasladarnos el escritor.
Cada uno de los volúmenes cuenta también con un prólogo general por parte de Ellison, el primero de ellos cuenta además con uno de Asimov, que quiso colaborar así en lugar de escribir un relato: es también francamente divertido cómo le llama enano insolente a Ellison y este le responde llamándole viejo decrépito. Ah, la ciencia ficción y su buena gente...
En fin, si son de magín inquieto no puedo menos que recomendarle esta antología; de carácter variable, el volumen de buenas historias es el suficiente como para que valga la pena leerlo, y en cuanto a las malas, son demasiado breves como para que importe.
Un libro ya legendario en el pequeño orbe de la ciencia ficción.
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