sábado, 5 de junio de 2021

Rodrigo Hasbún: Los años invisibles

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2020

Valoración: Bastante recomendable


Yo creo que la adolescencia se ha convertido en un tópico, un latiguillo obligatorio cada vez que se habla de algún chaval en esas edades que cada vez se estiran más por arriba y por abajo, una explicación para todo lo que les pasa o lo que hacen. Será sin duda una etapa complicada, con la incertidumbre y las inseguridades de una fase de cambio, pero que puede ser tan convulsa como otras, la maternidad, el acceso al mundo laboral (o la expulsión del mismo), la vejez, yo qué sé. Seguramente cómo se afronten esas sucesivas crisis dependerá en gran medida de cada personalidad y de las circunstancias, pero el estereotipo da siempre la respuesta más fácil, y así no hay que indagar más.

Realmente, lo que acabo de decir tiene poco que ver con el libro, como no sea que Rodrigo Hasbún pone el foco en esa etapa de la vida (eso que llama ‘años invisibles’, no sé bien por qué), y un par de adolescentes son los protagonistas de su relato. En el curso de unas pocas semanas, un chico tiene sus primeras experiencias sexuales con su profesora de inglés, y una chica queda embarazada de un noviete, todo en el pequeño círculo de los compañeros de clase. Las dos líneas del relato están bien construidas, mostrando en el primer caso la mezcla de deseo e inseguridad, el miedo ante una forma desconocida de relacionarse y la duda ante ese umbral que se quiere y no se quiere cruzar. Y en el caso del embarazo, el terror que inspira algo que crece dentro, quizá la perspectiva de ver la puerta de la juventud cerrada a la espalda para siempre, el final abrupto de un tiempo que todavía no debía terminarse.

En alguna medida, el autor juega a algo en mi opinión un tanto peligroso y que casi siempre funciona mal: la combinación entre lo escabroso y digamos lo poético, y no se me entienda mal esto último. No es que Hasbún empalague o pretenda adornarse de más, sino que establece una implicación quizá algo mayor de lo deseable que, se quiera o no, distorsiona las sensaciones que transmiten los hechos. Desde el punto de vista narrativo no son fáciles de manejar estas situaciones tan intensas, y en algunos momentos tengo mis dudas de que el autor lo esté resolviendo con suficiente solvencia. Queda, no obstante, el comodín de la intertextualidad, porque realmente lo que leemos no es el libro de Hasbún, sino el libro que está escribiendo uno de sus personajes. Un recurso que no será muy innovador pero que da frescura a la narración, que se mueve así entre dos planos: el metaliterario, con la versión literaria (y parcial) de lo que ocurrió en aquellos ‘años invisibles’, y el actual, con dos de aquellos adolescentes convertidos en cuarentones y reunidos ante unas copas en la tierra prometida, o sea, en Estados Unidos.

Aquí emergen las cicatrices que dejaron aquellos hechos de la primera juventud, que el lector todavía no conoce del todo, y que cada uno de los personajes ha metabolizado a su manera, incluidas ciertas huellas físicas, alguna de las cuales se amaga con presentar al lector de improviso, en una elipsis sutilísima (las gafas, no diré más) que dice mucho del talento del autor. De todas formas, este segundo escenario me parece la parte más endeble de la narración, porque ni se justifica del todo el encuentro de los dos personajes, ni obtenemos más allá de algunas informaciones adicionales sobre aquella etapa. A cambio, pesan en exceso unos diálogos bastante forzados y largos discursos que hacen perder vivacidad a lo que se cuenta. Sin olvidar cierta querencia del autor por colocar la frase célebre, que es una costumbre que personalmente me pone un poco nervioso.

El relato se redondea, de vuelta a los años juveniles, con un episodio decisivo (calma, no habrá spoiler) del que apenas habíamos tenido alguna referencia indirecta porque, eso sí, Hasbún parece un maestro en el arte de sugerir, de mostrar apenas el atisbo imprescindible para provocar la duda y azuzar la curiosidad. Es un desenlace que se resuelve en unas pocas páginas, con toda la potencia que le ha podido faltar al libro en algunos momentos, donde se reúnen violencia, desgarro, sorpresa, desilusión, una de esas secuencias brillantes que hace que nos olvidemos de las carencias que hayamos podido detectar antes. 

La sensación es de que el libro, de por sí poco extenso, hubiera sido un excelente relato corto que se ha querido prologar de forma un poco artificial, quién sabe si por iniciativa del propio autor o por visión comercial de algún editor. Se pierde tal vez la tensión y la contundencia de una narración más concentrada de forma que el resultado queda un poco desigual, pero manteniendo en todo caso un nivel muy aceptable.


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