lunes, 26 de agosto de 2019

William T. Vollmann: El Atlas


Idioma original: inglés
Título original: The Atlas
Año de publicación:1996
Traducción: José Luis Amores
Valoración: recomendable

Con todos los respetos al eventual lector de esta reseña: si tu plan de vida es desayunar ligerito que hace calor, darte un chapuzón en la piscina y aplicarte productos de cuidado de la piel y el pelo antes de tomar un libro y leer un ratito, para después acabar tomando un aperitivo en alguna terraza chill o comiendo en algún sitio donde la comida es poco más grande que el centro de la enorme diana que es el plato (suponiendo que este sea redondo), si una mañana del agradable verano occidental consiste en esto, mejor coge otro libro. Cómo que mejor: no leas este libro.

Porque este libro, y no es lo único poco agradable que nos recuerda entreverado entre sus páginas, viene a decirte: para que tú tengas una vida tan plácida (sí, ganada con honradez o incluso después de haber hecho muchos sacrificios que te hacen merecerla), para eso, mucha parte de la humanidad anda muy jodida. Y el libro es de 1996, era pre-internet y pre-google y pre vuelos low-cost y desde luego una era en que la globalización existía pero no parecía estar presente en cada puta página de cada puto análisis de medio pelo de la economía terráquea..
Perdonad las expresiones.

Vollmann escribe contando con que el estómago de su lector va a ser resistente. No parece importarle mucho. No es una cuestión de falta de consideración o de elusión de aspectos estéticos literarios. Es que hay cosas que solo pueden decirse de una manera y Vollmann no parece tener tiempo que perder con circunloquios ni eufemismos. Retrata mundos sórdidos y poco agradables. Los traslada al papel con inmediatez y rigor, a veces puede que aporte alguna valoración personal a través de sus personajes, pero no es desde luego lo que caracteriza estos textos. El Atlas es un paseo por distintos lugares del globo, una crónica alejada de centros comerciales, spas y avenidas iluminadas. Itinerarios escrupulosamente evitados por los buses turísticos, donde reina el caos, la miseria, la sordidez, la extrema necesidad o la desesperación. Vais a quejaros del menú. Los capítulos ubicados en los Balcanes muestran con toda su crudeza el conflicto del desmembramiento de Yugoslavia: los francotiradores, la guerra entre iguales, cómo el ensañamiento es el mismo si crees que tu contrincante es igual o diferente. Los situados en Asia (Birmania, Tailandia, Camboya) están desde luego bien centrados en uno de los temas fetiche de Vollmann, plagados de prostitución, de adicciones, de enfermedades, de insectos, aspectos que surgen casi de forma constante, en una narración repleta de detalles bastante desasosegantes sobre el futuro de ciertas generaciones de allí, si tu único recurso es explotar tu cuerpo a costa de los bolsillos de los degenerados que acuden por el reclamo del turismo sexual. También hay ubicaciones en Estados Unidos y Canadá, estos parecen pasajes más cercanos, como si procedieran más de una experiencia como habitador que como visitador. Algunos de estos relatos tienen un aire de realismo romántico desesperado. La prosa de Vollmann es capaz (cosa que creo ha afectado a una traducción que ha quedado algo rígida, demasiado fiel a la palabra y algo desconectada del espíritu) de saltar de la fría descripción del acto carnal como evento transaccional (o como demostración de crueldad) a evocaciones místicas o poéticas sobre paisajes, a metáforas no siempre asimilables. Esa tensión constante, ese intuyo que voluntario cambio de ubicación súbito (en escenarios, en condición del narrador, en tonalidad de lo narrado), característica de Vollmann y consecuencia casi ineludible de la intención del libro hace que este no sea un libro apto para lectores ocasionales.
El Atlas no tiene mucho de paseo por el mundo para hacerse selfies ante monumentos. De hecho, las imágenes que se incluyen, captadas por el propio Vollmann, son eso, oscuras, mal definidas, de grano grueso y con poca intención estética. Es un libro difícil, dice el autor que un palíndromo, donde el relato central, del que toma título, es un ejemplo caleidoscópico del caos en que estamos inmersos, ese que 23 años más tarde no es que haya mejorado precisamente.


2 comentarios:

Squirrel Ardilla dijo...

Mágnifica reseña, Francesc. Me parece muy oportuna esa diferencia que haces entre visitador y habitador. El caso es que después de 23 años, estamos cada vez más cerca de no tener que visitar esos mundos de horror: los vamos a tener que habitar por narices en el nuestro a poco tardar quienes desyunamos con tostadas de mermelada bio. Según Filostráto ( si la cita de Cavafis es cierta) "los dioses conocen el futuro, los hombres, el presente, y los sabios lo que se avecina. Dejo aquí un enlace para saber lo que se avecina. Está en francés, pero eso será un problema para los visitadores del mundo. https://www.youtube.com/watch?v=K01MnnOV-u4

Un saludo

Francesc Bon dijo...

Gracias, Squirrel, echaré un vistazo a ese misterioso link.