miércoles, 7 de agosto de 2019

Lucía Asué Mbomío Rubio; Las que se atrevieron


Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2017
Valoración: Muy recomendable

Podría resultar hasta gracioso, si no fuera tan chusco y patético, ese empeño generalizado que mantiene que la sociedad española no es –ni ha sido- eminentemente racista. Lo que es indiscutible desde hace al menos unas décadas es que ya no se trata de una sociedad tan unívoca, homogénea y ensimismada, tal y como la idealiza su facción más tradicionalista y cerril, más nacionalista. Afortunadamente, puesto que, en definitiva, de eso va la libertad. Las que se atrevieron es un pequeño compendio de historias personales recogidas por la periodista Lucía Asué Mbomío Rubio (Madrid, 1981); mujeres españolas, blancas, que en el inmaculado, uniforme, patriarcal y devoto país de hace cincuenta años decidieron casarse con hombres negros, originarios de Guinea Ecuatorial.

La autora abre el libro con el relato de la peripecia de sus propios padres, ella una muchachita proveniente de un pequeño pueblo segoviano, con un padre que hizo la guerra con la derecha. Llegó a Madrid para estudiar Ingeniería Industrial, facultad en la que coincidió con un chico originario de una pequeña excolonia africana. A partir de ahí, lo previsible… Aunque no. La piel de él era mucho más oscura que la de ella, quien se resistió en lo posible a comentar a su familia ese dato sobre su novio, casi hasta lo inevitable. Sabía que aquella circunstancia alteraba el curso debido de la historia hasta lo inviable, así que optó por una estrategia de hechos consumados para enfrentar los prejuicios, la cerrazón: “Se daba una concatenación de miedos que impedía que todo el mundo actuará normal: mi madre temía a mi abuelo, mi abuelo al escándalo social en el pueblo y la gente de allí a ser señalados por culpa de mi madre”,

El tratamiento narrativo de Las que se atrevieron no es estrictamente periodístico, pues no se ciñe a hacer acopio y redactar una variedad de testimonios personales. La autora opta por un relato elaborado y estilizado, que si bien se basa en las experiencias recogidas, las elabora, mezcla, vela los nombres y las identidades concretas y les va dando diferentes perspectivas en función de los roles (Mis padres, Ella, La madre, La hija, La hermana) que asigna al narrador, manteniendo de esta manera la fuerza de la primera persona. Y eso que, como el dolor o la enfermedad, parece imposible comprender, sentir el racismo, si no es en la propia piel.

Hoy puede producir piadosa risa la escena de una chica blanca diciendo a sus blancos padres que quiere casarse con un chico negro y que la madre caiga desmayada. Pera para las chicas que en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado así lo hicieron suponía crear una conmoción familiar, un escándalo social y una hecatombe personal; ser tratadas de locas, fulanas, perdidas, incapaces. Eran castigadas, recluidas, escondidas. Esos hermanos varones que las apalearon en defensa del honor familiar, esos padres estupefactos que por más vueltas que le dieran no lograban entender porqué sus propias hijas les hacían eso… Esas mismas madres que casi volvieron a desmayarse cuando, años después, su hija les anunciaba que iba a divorciarse de su negro yerno; efectivamente, las parejas con diferentes concentraciones de pigmento en la piel tampoco son eternas, ni siquiera más proclives a la felicidad. 


Y luego, claro, llegaron los hijos. Mujeres blancas con hijos negros en una sociedad que racializa la nacionalidad, como es la española ahora. Niños especiales, diferentes, caféconleche, tan monos, acostumbrados a transitar por el espacio público con una armadura protectora, que se saben mestizos, que no mulatos, porque mulato viene de mula, de la mezcla estéril del caballo y el burro, del blanco y el negro. Niños que despiertan la curiosidad, el desprecio, la hostilidad, que no cuentan a sus madres los insultos y las agresiones que reciben para no hacerlas sufrir. Madres blancas que enseñan a sus hijos a reconocerse como negros y a dotarse de herramientas para romper, con la confianza y la formación, la burbuja de protección que incorporan de serie. Y también, claro, hijas que adoran a su padre y a su madre y que nunca se lo han dicho y que aprovechan su libro para hacerlo.

Se puede leer con regularidad a Lucía Asué Mbomío Rubio en la revista Afrofeminas




No hay comentarios: