martes, 25 de octubre de 2016

Semana del Libro de Culto: La exhibición de atrocidades, de J. G. Ballard

Idioma original: inglés
Título original: The Atrocity Exhibition
Año de publicación: 1969 (como libro)
Traducción: Marcelo Cohen y Francisco Abelenda
Valoración: yo diría que recomendable, pero por una vez... que cada palo aguante su vela

Imaginemos por un momento un campeonato de lucha entre libros "de culto" (sea lo que sea eso), una especie de Mortal Kombat gafapástico... ¿quien ganaría ese torneo del K.O. para culturetas? No lo sé, claro, pero seguro que podríamos contemplar peleas memorables, como el enfrentamiento de dos campeones pesados de sumo, como son Los reconocimientos y La broma infinita. O, mejor aún, peleas aparente y apasionadamente desiguales, como una que enfrentase a un samurai acorazado y armado con las más contundentes técnicas del bushido... por ejemplo, El arco iris de la gravedad, con un monje shaolin apenas ataviado con su túnica, pero maestro en los arcanos del wu-shu, como sería este La exhibición de atrocidades, de J. G. Ballard. Quizá más de uno de ustedes tendría claro por cual apostar, pero yo no daría por hecho el resultado: este pequeño volumen de menos de 200 páginas podría acabar con cualquier oponente con la ligereza del viento y la letalidad de la víbora. O como se diga.

La lectura de esta extraña ¿novela? no es fácil. O, mejor dicho, su lectura sí resulta engañosamente fácil -también algo cansina-, pero su interpretación no lo es. leyendo este libro nos adentramos en un mundo obsesivo, repetitivo, fluctuante entre el erotismo onírico y la pesadilla malsana. Una historia que parece navegar a la deriva hacia la entropía, una y mil veces rota la percepción que vamos recibiendo de los que se nos cuenta y luego mil veces reconstituida, como cuando giramos un caleidoscopio para componer una figura a costa de deshacer la anterior. Aún así, la experiencia de leerlo resulta altamente estimulante, a partir del momento en que se aceptan las reglas que nos impone. Si se consigue entonces un cierto relajamiento del neocórtex del cerebro o como demonios se llame su zona más racional, la sensación de estar ¿disfrutando? (no, no es la palabra adecuada...) de una obra literaria de lo más singular se vuelve incluso... ¿placentera? (no, desde luego, tampoco esta es la palabra).

Para empezar, la estructura del libro ya resulta bastante peculiar: dividido en quince capítulos en principio independientes -de hecho, algunos fueron publicados por separado en revistas a partir de 1966-, que se pueden considerar incluso "novelas condensadas" (al estilo del Reader's Digest, supongo), cada uno de éstos está a su vez compuesto por párrafos con su propio título cada uno, que parecen guardar una continuidad entre sí, al tiempo que la transgreden; es decir, cada uno de los párrafos se podría considerar como perteneciente a una historia diferente o bien todos a la misma historia, de alguna manera. Además de que los encabezamientos de los párrafos de algún capítulo conforman juntos un nuevo párrafo... El efecto de dislocación narrativa que producen es bastante desconcertante, e incluso perturbador, al no buscar la ruptura entre las distintas partes del relato, sino su interrelación, pero a través de la reiteración a lo largo de todo el libro, de una serie de elemnetos recurrentes. sexo, parafilias, sexo, accidentes de tráfico, sexo, geometrías insólitas, sexo, fetichismo, sexo, espacios desolados, sexo, estudios psicológicos, sexo, películas experimentales, sexo, enfermos mentales, sexo, geografías post-(o pre-)apocalípticas, sexo, celebridades de los sixties, sexo, guerra del Vietnam, sexo, muertes violentas de diverso tipo... ¿he mencionado ya que esto va de sexo? Con todos estos elementos y más, Ballard va construyendo una serie de variaciones sobre el mismo tema, hasta que el conjunto de ellas acaba conformando, de una manera extraña, una narración en la que podemos intuir cierto sentido. Algo parecido ocurre, por otra parte, con los personajes, algunos de los cuales aparecen a lo largo de todos los "capítulos": el doctor Nathan, la doctora Austin -aunque a veces es Claire y otras Elizabeth-, Karen Novotny -catalizadora del deseo sexual masculino-, el turbio Koestero Koster... otros, en cambio, van mutando de nombre, de rol y de posición a través de todo el libro; así ocurre con el "protagonista" (si se le puede considerar así), que siempre es un hombre, a veces casado, otras viudo o soltero, que ha sufrido algún tipo de trauma o está embebido en una indagación obsesiva y hermética: es Travis, Traven, Talbot, Trabert...

No menos obsesiva y recurrente es la mención a personajes o acontecimientos de aquella década de los 60: los Kennedy -Jack y Jackie-, Ralph Nader, Malcolm X, Lee Harvey Oswald, estrellas de cine como Elizabeth Taylor, Brigitte Bardot, Jeanne Moureau; Vietnam, el Congo... Incluso los títulos de los capítulos participan de ese festival sesentero: Por qué quiero joder a Ronald Reagan (a la sazón, gobernador de California) o El asesinato de John Fitzgerald Kennedy considerado como una carrera de Automóviles Cuesta Abajo. Todo muy moderno (para aquel entonces) y hasta muy pop, pero irónica, condenadamente perverso. También encontramos diversas referencias al arte pictórico y con cierta frecuencia a pintores surrealistas como Max Ernst. Referencia nada baladí porque toda la obra transmite un aire a escritura automática que no creo sea casual (hay otra conexión con el mundo del arte: al parecer en 1972 Ballard organizó una exposición de coches estrellados semejante a una que aparece en el libro y con consecuencias bastante en consonancia con los planteamientos de la novela).

Bien, y a todo esto... ¿por qué podemos considerar a este libro como "de culto") En primer lugar (y aunque no sea condición sine qua non, ayuda bastante) porque es más raro que un perro verde. Punto. Después, aquí encontramos la génesis de otra novela del mismo autor -de hecho, uno de los capítulos se titula precisamente así- que sí podemos considerar como "de culto": Crash (o al menos lo era; no creo que la peli de Cronenberg la acabara convirtiendo en mainstream... ¿o sí?). En tercer lugar, La exhibición de atrocidades también ha sido llevada al cine, por un tal Jonathan Weiss, en una película inencontrable pero, a tenor de las referencias, igual -o más- raruna que el libro. Y por último, porque esta extraña novela/libro de relatos sirvió de inspiración, allá por 1980, a los legendarios Joy Division. Que si eso no es ser de culto, yo ya no sé...


Otros libros de J. G. Ballard reseñados en Un Libro Al Día: RascacielosEl mundo de cristalLa sequíaCrash


6 comentarios:

Gabriel Diz dijo...

Gracias Juan, gran reseña.

Juan G. B. dijo...

Hola, Gabriel:
Pues te agradezco yo a ti el cumplido, que a uno ya le cuesta lo suyo llegar al nivel que ponen los compañeros, después de todo...
¡Un saludo, amigo!

ACS dijo...

Tanto el libro como la película me regalaron una experiencia parecida a la que describes, aunque no necesariamente igual entre ellas. Le daría otro punto a la ¿novela? por el simple hecho de tener un prólogo de William Burroughs.

Saludos.

Juan G. B. dijo...

Hola y gracias por pasarte por aquí:
Por desgracia, en mi edición del libro, que es de la editorial Minotauro (2002), no figura ese prólogo de Burroughs, del que copio esta frase encontrada en un artículo sobre su influencia en otros artistas ( http://numerocero.es/literatura/critica/bajo-influencia-burroughs/1286 ): "Burroughs escribió en 1970 una introducción para la edición americana de la obra de Ballard ‘La exhibición de atrocidades’ y de ella destacaba que “las raíces no sexuales de la sexualidad son exploradas con la precisión de un cirujano”(...)"
Totalmente de acuerdo con ella, por cierto.
Aprovecho para relatar una anécdota que he leído sobre este libro. al parecer el primer editor americano de la obra destruyó todos los ejemplares (supongo que con el prólogo de Burroughs), incómodo con el capítulo titulado "Por qué quiero joder a Ronald Reagan" (literalmente, pues el capítulo es un pormenorizado repaso de carácter sexual/morboso de este político, del que supongo el editor era admirador). Lo chistoso es que en la convención republicana de 1980, que eligió a Reagan como candidato a la presidencia, alguien distribuyó fotocopias de este capítulo y muchos presentes se lo tomaron como obra de un think-tank reaganista destinada a reforzar su imagen de líder... Así que tal vez Ballard fuera el responsable , en cierta manera, de sus ocho años de presidencia ; )
Bueno, no me enrollo más, muchas gracias de nuevo por el comentario

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

A mi modo de ver la pregunta es: ¿Este libro da más de lo que exige, o bien exige (en atención, en tiempo, en esfuerzo de comprensión...) más de lo que da? Sólo en el primer caso podremos hablar de un libro "de culto". Así es como yo lo veo...

Juan G. B. dijo...

Hola, de nuevo:
Muy interesante pregunta. Yo diría, que sin lugar a dudas, se trata del primer caso, aunque en algún momento de su lectura se puede llegar a pensar que es el segundo ; )
Un saludo y gracias por el comentario.