sábado, 29 de octubre de 2016

Semana del Libro de Culto. Salman Rushdie: Los versos satánicos

Idioma original: inglés
Resultado de imagen de los versos satanicos amazonTítulo original: The Satanic Verses
Año de publicación: 1988
Valoración: Muy recomendable


Cuando un producto cultural, de la naturaleza que sea, acumula tantas iras, tantas amenazas, tanta violencia soterrada, tanto peligro latente como esta novela, cuando reúne esa cantidad de detractores, algunos de ellos con el poder suficiente para llevar a cabo lo que prometieron, es de suponer que, recíprocamente, disfrutará de admiradores consecuentes que defiendan y admiren al artista objeto de tanta animosidad. Sobre todo si, como es el caso, esta no tiene ningún fundamento. Y así suele ser casi siempre: la literatura y el arte no son responsables de nada, únicamente señalan aquello que les llama la atención.
Hay otro motivo para asociar Los versos satánicos a la idea de culto, y es que trata de él, precisamente. Al constituir una crítica, más o menos implícita, de lo que representan las religiones en general y, en particular, la musulmana, considero que la expresión va como anillo al dedo a la novela más polémica de Salman Rushdie.
A mí me ha parecido un texto tan hermoso como caótico (en apariencia), inverosímil, alocado, iconoclasta, tal como apunto más arriba, y bastante divertido, siempre que consigamos desentrañar unas claves no siempre al alcance de todos. Y de esto, de su evidente cualidad críptica, surge una contradicción, porque a la complejidad de los referentes simbólicos se añade que el relato no es lineal, que alterna realidad con ficción, los personajes terrenos con los sobrenaturales, que los planos se superponen, que su verosimilitud depende de las pautas establecidas desde un principio y nunca de la experiencia del lector, que las huellas del realismo mágico están por todas partes. Con estas condiciones, no parece probable que influya mucho en una gran mayoría de fieles. Y si no representa un peligro apreciable, si nadie va a apostatar después de leer esta novela, aventuro que, quizá, el castigo sufrido -no solo por el autor- se deba fundamentalmente a su audacia, a que constituye un aviso a caminantes, a la necesidad de un escarmiento para que, en lo sucesivo, nadie se atreva a embarcarse en una aventura de esa índole, a plantear preguntas sin respuesta, o mejor, a plantear preguntas cuya respuesta no está fuera sino dentro de ellas mismas.
Admirablemente construida a pesar de su complejidad, debe mucho –igual que otras de este autor– a Carpentier, García Márquez, al Nabokov de Ada o el ardor y a la descarada e icónica ironía de El maestro y Margarita de Bulgakov, entre otros. Pero quizá la mayor deuda sea la contraída con Kafka, no olvidemos que a partir de este autor las metamorfosis forman parte de nuestro bagaje literario, un fenómeno que aquí se produce a menudo. Cito como más representativas las experimentadas por Gibreel, Ayesha y Saladin.
Los actores Gibrael Farishta (Ángel Gabriel) y Saladin Chamcha son los únicos supervivientes de un accidente de aviación producido a consecuencia de un atentado terrorista. El primero, que representa la bondad, y al que ocasionalmente acompaña una aureola luminosa, padece trastornos de personalidad que se van agravando con el tiempo. El segundo –que se hace ateo, reniega de su origen, rompe con su acomodada familia hindú y triunfa en las Islas Británicas como (proteico) actor de doblaje– experimenta una metamorfosis diabólica a consecuencia del accidente.
A este plano, de carácter algo más realista, se superponen realidades fantasmagóricas, personajes de fábula que, como justificación, acaban convertidos en parte del elenco de películas protagonizadas por los anteriores. Es el caso de Ayesha, la joven visionaria que, con el loable propósito de sanar a una enferma incurable e inspirada por Gibrael (en su faceta sobrenatural), arrastra a su pueblo a una insensata peregrinación rumbo a La Meca surcando las aguas a la manera de Moisés. Pero Ayesha es también el nombre de una esposa de Mahoma y en la novela una de las integrantes de un burdel.
En este intrincado laberinto casi todo tiene su correlato, sea en episodios históricos o en pasajes del Corán. Se narra el origen de las profecías de Mahoma despojándolas de su origen divino, la traición de sus rapsodas y escribanos, la del bíblico Abraham abandonando mujer e hijo en medio del desierto, se desvelan oscuras decisiones sobre la adopción de divinidades para que sirvan a intereses políticos.
Sin embargo, y a medida que progresa la acción, las certezas se van diluyendo hasta lograr que los polos opuestos cambien radicalmente de signo. El ángel, en su combate con Mahoma, acaba convertido en demonio y sus versos se consideran satánicos. En el ámbito terrestre, las personalidades de los dos protagonistas, con el tiempo, también se invierten. Los versos satánicos que Saladin recita cumplen su objetivo de sembrar la discordia, pero la auténtica maldad reside en su oponente. Finalmente, Rushdie optará por condenar a Gibrael y salvar decididamente a Saladin.
Aunque de forma sutil, en boca de sus personajes y enredado entre las diferentes historias, Rushdie manifiesta su pensamiento. Apuesta por la duda, que considera lo opuesto a la creencia. Defiende la razón en detrimento de la fe. La poesía es solo un modo de expresar la belleza –y en la novela hay pasajes muy poéticos– que no debe tomarse al pie de la letra. Los profetas no existen. Lo verdaderamente dañino es el fanatismo. El racismo es bidireccional y aparece en todas partes.
Podría seguir.

7 comentarios:

Fernando dijo...

¿Por qué un titulado en Filología Hispánica se permite decir, tan alegremente, que la literatura no es responsable de nada, sin siquiera tomarse el trabajo de explicarle un poco el asunto a los lectores que no tienen las herramientas para desentrañar los mil y un supuestos desde los que se parte para afirmar tal cosa?

Si un martillo no es el Martillo, por ejemplo, convengamos en que en cada martillo están todos los martillos. Y el Martillo. Y otro tanto para la literatura. ¿"Apunten, fuego", es literatura? ¿Y los sermones de Vicente Ferrer del siglo XIV que desencadenaron matanzas? ¿Y las cartas de lectores fraudulentas que durante la dictadura argentina justificaban actos de censura contra escritores, obras de teatro o películas? ¿Es literatura Los diarios de Turner o Mi lucha?

A los WASPs les encanta repetir el mantra de que las armas no son responsables de nada, que el responsable es el que aprieta el gatillo. Mira por dónde, el mismo argumento sirve cambiando un arma por un libro.

Carlos Andia dijo...

A mi me pareció una novela maravillosa. Aunque uno sea consciente de que no es capaz de desentrañar cada una de sus claves -y en Los versos hay muchas- eso no impide disfrutarla de principio a fin. Todavía recuerdo esa loca peregrinación encabezada por Ayesha, vestida de mariposas.

Gracias por traernos este libro, y encima reseñarlo de forma tan brillante.

Monsieur Pons dijo...

No he leído los versos, pero sí Joseph Anton, que recomiendo vivamente desde ya mismo. Un librazo.
En cuanto a la frase de la reseña que ha hecho temblar la zona de comentarios, yo digo que la literatura y el arte tienen que ser responsables de agitar cabezas y sensibilidades.
Una cosa es literatura y otra el discurso político, me parece. Una la difamación y otra la literatura. Una la religión y otra la literatura.
Es el Corán literatura? Pues sí, y así me lo he leído yo. Pero para muchos es también otra cosa con la que justificar lo injustificable.
La literatura debería justificarse por sí misma, como el placer.
Y ahora leamos Joseph Anton.

Anónimo dijo...

Está bien versos ..... pero el que realmente me fascinó fue Hijos de la medianoche .... Reseñadlo porfa !!!

Montuenga dijo...

Hola a todos.
Fernando, como muy bien dices, utilizo el término "literatura", y lo hago con toda la intención. Los sermones, órdenes de ejecución etc. no parece que sean muy literarios. Las malas novelas, poemas mediocres, obras teatrales de usar y tirar tampoco las considero literatura. Cuando un texto tiene una serie de cualidades está expresando algo muy profundo del autor y apela a algo muy profundo en los lectores, eso, me parece, se justifica por sí mismo. Pero ni yo soy quien para explicarlo -ya están los teóricos de la literatura para eso- ni este espacio es el adecuado para ello. Se ha escrito mucho, y muy bien, sobre el tema, cada uno tiene que elegir los libros que le cuadren mejor, la wikipedia no sirve para eso.
Carlos, muchísimas gracias. He hecho lo que he podido...
Monsieur Pons, totalmente de acuerdo contigo. Más o menos, venimos a decir lo mismo, cada uno a su manera. No he leído el libro que dices, lo tendré en cuenta.
Anónimo, tengo ganas de leer Hijos de la medianoche, pero a ver cuando le toca.
De Rushdie he leído (hace tanto que no podría reseñarlos) El último suspiro del moro, que me gustó mucho, y lo intenté con Furia pero no era el momento así que tendré que retomarlo.
¡Uf! No sé si va a haber tiempo para tanto.

Thorwelly dijo...

No me quiero spoilear a mi mismo leyendo toda la reseña antes de leer el libro, pero llegué hasta la parte en donde se reconoce la influencia de Kafka. Recomiendo la lectura de Los Testamentos Traicionados de Kundera. El checo abre un análisis interesante en el que compara la obra de Kafka (en especial El Proceso) con Los Versos Satánicos, aprovechando para defenestrar a Orwell en el camino.

Montuenga dijo...

Hola. Pues sí, dejaste de leer justo en el momento que empezaba a dar pistas. Aunque en este caso no creo que destripen nada. Es como si te cuentan el argumento de Cien años de soledad, aunque sepas de qué va la experiencia de leerlo no cambia, con este pasa lo mismo.
Estaría bien que contases qué te ha parecido.
Tomo nota del libro de Kundera.
Saludos