Idioma original: inglés
Título original: On the move. A life.
Traducción: Damià Alou
Año de publicación: 2015
Valoración: Muy recomendable
En movimiento. Una vida es el título de la biografía del psiquiatra inglés Oliver Sacks, fallecido el mes de agosto del año pasado. Sacks se despidió del mundo en un conmovedor artículo al saber que sufría una metástasis generalizada, agradecido por haber sido "un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta". Con una serena aceptación de la muerte, redactó sus memorias que comienzan con una cita de Kierkegaard: "La vida hay que vivirla hacia adelante pero solo se puede comprender hacia atrás", aunque podrían comenzar igualmente con la célebre cita de Russell: "Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad".
Al igual que Russell, el amor, el conocimiento y la piedad fueron los motores de la vida de Sacks. En su caso, el ansia de amor vino marcada por su homosexualidad y la falta de aceptación de la madre: "Mi padre se lo contó y a la mañana siguiente cuando ella se me acercó con una cara de trueno que no le conocía me dijo: eres una abominación, ojalá nunca hubieras nacido. Luego se fue y no me habló en días. Cuando lo volvió a hacer nunca se habló más del asunto pero algo había cambiado para siempre entre los dos".
El enfado de la madre con un tono de maldición casi bíblica marcó la vida del joven Sacks y le provocó un conflicto entre el deseo innato de aprobación materna y el que ella juzgara la sexoafectividad de su hijo como algo maligno. Oliver Sacks tuvo que alejarse de su país natal, una Inglaterra que seguía manteniendo las leyes que condenaron a Oscar Wilde, para vivir, para ser, para lanzarse durante unos años a una vida nómada de quien no está a gusto en su propia piel y que le llevó a viajar en moto por EE. UU. y Canadá.
Sus primeros escarceos sexuales están narrados con una gran capacidad de impregnar de ternura hasta los recuerdos más sórdidos: sexo mezclado con el alcohol en un bar gay en Ámsterdam, la liberación en San Francisco, masajes con intención erótica a un amigo... No escaquea tampoco su experimentación con las drogas hasta que la situación de casi esquizofrenia de los participantes de una fiesta psicodélica le abrió los ojos sobre los peligros de su consumo.
Junto con el ansia de amor, Oliver Sacks persiguió el conocimiento. Quizá ese interés casi obsesivo por los secretos del universo y por cómo la mente percibe ese universo sean fruto de la sublimación, al igual que su afición al levantamiento de pesas, al submarinismo y a las motos.
Y de la búsqueda del conocimiento a la "insoportable piedad por los sufrimientos de los demás", a la humanización del paciente. Oliver Sacks se identifica con las minorías, ve el mundo desde el ángulo de la marginalidad. Analiza trastornos como el síndrome de Asperger o el síndrome de Tourette no como una tara sino como un privilegio, el privilegio que da una visión no normativa del mundo. Narra los historiales clínicos en la tradición de la mejor literatura científica y divulgativa y los intercala con la teoría y sus reflexiones personales. Las historias de sus pacientes salen del papel y bullen de vida, siguiendo al pie de la letra la máxima de Henry James: "No expliques. Muestra".
Y después de toda una vida dedicada al estudio, a la investigación y a la escritura, el regalo de la vejez, su relación con Billy comenzada con setenta y siete años, que hace comprender a Sacks la paradoja de que el amor nace de la conciencia de nuestra propia mortalidad pero a su vez es quizá lo único que nos hace vencer a la misma muerte: "Fue una época de gran intensidad emocional: mi música preferida, o los rayos inclinados y dorados del sol al atardecer me hacían llorar. No estaba seguro de por qué lloraba pero experimentaba una intensa sensación de amor, muerte y transitoriedad, todo mezclado de manera inseparable".
En movimiento. Una vida es la plasmación de la identidad poliédrica de alguien sediento de conocimientos y de vida. "Soy inmenso. Contengo multitudes", decía Wittman. Varios fueron los que habitaron en Sacks: el humanista, el científico, el investigador, el médico, el devorador de libros, el escritor, el viajero, el estudioso de la identidad y de la conciencia, el doctor afable de bata blanca, el motero con chaqueta de cuero…
Solamente un punto débil del libro, el contrario que el de la película La teoría del todo. Cuando Hawking vio su biopic afirmó que le había gustado porque quizá había sido lo más parecido a un viaje en el tiempo que podría hacer, aunque manifestó que hubiera deseado más ciencia y menos sentimiento. Al acabar En movimiento. Una vida siento la sensación de que, en ocasiones, me hubiera gustado menos ciencia y más sentimiento.
En conclusión, me quedo con la frescura de la primera mitad del libro, la parte más desinhibida y alocada, que por momentos parece una novela de carretera y una crónica de viaje, aunque habrá quienes prefieran la parte reflexiva del final. De lo que no cabe duda es que Oliver Sacks atrapa el momento y lo plasma por escrito, como un entomólogo clava la mariposa en el corcho. En movimiento es el retrato de una mente inquieta que no malgasta ni un momento para aprender y vivir. Y es que eso es la vida, una sucesión de instantes y un aprendizaje continuo.
5 comentarios:
Conocía de Oliver Sacks solamente su nombre y su profesión. Nada más.
No me interesa este tipo de libros, pero no puedo menos que felicitar al autor por su reseña. Brillante!
Un hombre realmente excepcional y todo un animal narrativo. Sus descripciones de casos clínicos se leen como pequeños cuentos.
Hace tiempo que tengo en mi lista de autores de los que de vez en cuando me regalo algo a Paul Auster, Galeano y Baroja.
De Oliver Sacks sólo he leído dos obras ("El tío Tungsteno" y "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero") y me fascinaron, así que va derechito a esta lista también.
Enhorabuena por la reseña porque dan ganas de ir a por el libro ahora mismo.
Carmen, si te gustó "el hombre que confundió..." seguro que te fascinará igualmente "un antropólogo en Marte"
Era neurólogo, no psiquiatra. Saludos
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