Título original: Groucho and me
Año de publicación: 1959
Traducción: Xavier Ortega
Valoración: recomendable
A ver... este libro me tiene muy despistado; por más que lo intento no encuentro la parte donde se habla del materialismo hformación o y el dialéctico... voy a tener que mirar en El Capital...
¿Cómo? ¿Qué hacer gracietas sobre la coincidencia de apellidos entre los distintos Marx suena más viejuno que las hazañas amatorias de Sánchez-Dragó? Bueno, ya lo sé, pero a ver quién se resiste... dejando aparte que proporciona uno de los mejores momentos de este libro: cuando su agente de bolsa llamó al autor (que había invertido todo su dinero en acciones), durante el crack del 29 y le espetó: "Marx, la broma ha terminado".
Bueno, dejémonos de bromas -o mejor no, en este caso-: Groucho y yo es, como el propio título indica, la autobiografía de Julius Henry Marx, nacido en 1890 en Yorkville, en el Upper East Side de Nueva York y hermano de Harpo, Chico, Zeppo y Gummo (casi nada). Quizás sí que fueran, después de todo, parientes delninsigne Karl, porque los padres de los cinco angelitos eran judíos alemanes -alsaciano el padre; el peor satre del vecindario, según Groucho, pero gran cocinero-; la vena actoral les venía por parte de los abuelos maternos. Groucho se crió pues en un ambiente con pocos medios económicos pero frecuentado por personajes a cual más pintoresco -no sólo parientes, sino vecinos y amigos-, recordado aquí con una benevolencia quizá más fundada en la nostálgia que en la realidad... Lo que no significa, en ningún caso, que estas memorias guarden un tono cursi o gazmoño; nada más lejos de lo que es este libro: como bien se puede suponer, una corriente de humor irónico y tronchante (aunque menos desaforado que en el otro libro de ¿memorias? escrito por Groucho, Memorias de un amante sarnoso). De hecho, no hay más que echarle un vistazo a los títulos de algunos capítulos, para adivinar por dónde va la cosa: ¿Por qué escribir cuando uno puede telegrafiar sus pullas?; Mi juventud: puedes quedarte con ella; Un sencillo caso de auto-erotismo -no es lo que parece-; Ricos es mejor; ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? -¿alguien se preguntaba de dónde viene la frase?-... y el último, que hace referencia al programa de televisión en el que acabó su carrera Groucho: Apueste mi vida.
No piense nadie, sin embargo, que esta autobiografía es una simple acumulación de anécdotas graciosas, ocurrencias y frases ingeniosas. Las hay por todas partes, por supuesto... ¡estamos hablando de Groucho Marx!, pero ya digo que el libro suponen unas memorias en toda regla: Julius/Groucho repasa su humilde infancia y adolescencia, sus primeros pasos en el teatro -componente de un trío de adolescentes travestidos o limpiador de pelucas-, las giras por teatros de pequeñas ciudades, alojándose en pensiones de mala muerte -las únicas que admitían actores-... el éxito final en Broadway, labfortuna...y la pérdida de ésta, ya digo, en el crack de 1929. La fama internacional gracias a las películas, los chismorreos de Hollywood, la renovada celebridad en los 50, gracias a la radion y la televisión (el mítico programa Apueste su vida). El relato de toda una vida, bien regado de un sinfín de sabrosas anécdotas (sin olvidar alguna que otra diatriba contra los críticos), pero que en ningún momento pierde el hilo y demuestra unas dotes más que notables como escritor de Groucho, pese a los reiterados recordatorios de éste acerca de su deficitaria -voluntariamente, en gran medida- formación.
Lo que más llama la atención de estas memorias, sin embargo, no es su carácter testimonial sobre una época y ambiente determinados, o sobre unos personajes peculiares. Ni la evidente brillantez humorística, sino la humilde naturalidad, la modestia sobre sí mismo -y que no parece falsa, desde luego- que muestra su autor. Groucho habla maravillas -aunque sin obviar cierta amable ironía- de muchas personas con las que se cruza (como el productor Irving Thalberg, a quien los Marx hacían todo tipo de barrabadadas), de su familia, de sus hermanos (sobre todo de Chico, al que tilda de genio de las matemáticas... quizá por ser un empedernido jugador, y de Harpo, que presenta como un dechado de virtudes, amabilidad y sensatez)... mientras que él mismo parece ser más un tipo con suerte y desfachatez que el inteligente y genial humorista que sin duda fue. Un libro éste, pues, absolutamente recomendable para conocer a un personaje irrepetible y entrañable, que rebosaba humanidad, más allá de sus icónicas gafas y puro y su bigote pintado con betún.
Bueno, dejémonos de bromas -o mejor no, en este caso-: Groucho y yo es, como el propio título indica, la autobiografía de Julius Henry Marx, nacido en 1890 en Yorkville, en el Upper East Side de Nueva York y hermano de Harpo, Chico, Zeppo y Gummo (casi nada). Quizás sí que fueran, después de todo, parientes delninsigne Karl, porque los padres de los cinco angelitos eran judíos alemanes -alsaciano el padre; el peor satre del vecindario, según Groucho, pero gran cocinero-; la vena actoral les venía por parte de los abuelos maternos. Groucho se crió pues en un ambiente con pocos medios económicos pero frecuentado por personajes a cual más pintoresco -no sólo parientes, sino vecinos y amigos-, recordado aquí con una benevolencia quizá más fundada en la nostálgia que en la realidad... Lo que no significa, en ningún caso, que estas memorias guarden un tono cursi o gazmoño; nada más lejos de lo que es este libro: como bien se puede suponer, una corriente de humor irónico y tronchante (aunque menos desaforado que en el otro libro de ¿memorias? escrito por Groucho, Memorias de un amante sarnoso). De hecho, no hay más que echarle un vistazo a los títulos de algunos capítulos, para adivinar por dónde va la cosa: ¿Por qué escribir cuando uno puede telegrafiar sus pullas?; Mi juventud: puedes quedarte con ella; Un sencillo caso de auto-erotismo -no es lo que parece-; Ricos es mejor; ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? -¿alguien se preguntaba de dónde viene la frase?-... y el último, que hace referencia al programa de televisión en el que acabó su carrera Groucho: Apueste mi vida.
No piense nadie, sin embargo, que esta autobiografía es una simple acumulación de anécdotas graciosas, ocurrencias y frases ingeniosas. Las hay por todas partes, por supuesto... ¡estamos hablando de Groucho Marx!, pero ya digo que el libro suponen unas memorias en toda regla: Julius/Groucho repasa su humilde infancia y adolescencia, sus primeros pasos en el teatro -componente de un trío de adolescentes travestidos o limpiador de pelucas-, las giras por teatros de pequeñas ciudades, alojándose en pensiones de mala muerte -las únicas que admitían actores-... el éxito final en Broadway, labfortuna...y la pérdida de ésta, ya digo, en el crack de 1929. La fama internacional gracias a las películas, los chismorreos de Hollywood, la renovada celebridad en los 50, gracias a la radion y la televisión (el mítico programa Apueste su vida). El relato de toda una vida, bien regado de un sinfín de sabrosas anécdotas (sin olvidar alguna que otra diatriba contra los críticos), pero que en ningún momento pierde el hilo y demuestra unas dotes más que notables como escritor de Groucho, pese a los reiterados recordatorios de éste acerca de su deficitaria -voluntariamente, en gran medida- formación.
Lo que más llama la atención de estas memorias, sin embargo, no es su carácter testimonial sobre una época y ambiente determinados, o sobre unos personajes peculiares. Ni la evidente brillantez humorística, sino la humilde naturalidad, la modestia sobre sí mismo -y que no parece falsa, desde luego- que muestra su autor. Groucho habla maravillas -aunque sin obviar cierta amable ironía- de muchas personas con las que se cruza (como el productor Irving Thalberg, a quien los Marx hacían todo tipo de barrabadadas), de su familia, de sus hermanos (sobre todo de Chico, al que tilda de genio de las matemáticas... quizá por ser un empedernido jugador, y de Harpo, que presenta como un dechado de virtudes, amabilidad y sensatez)... mientras que él mismo parece ser más un tipo con suerte y desfachatez que el inteligente y genial humorista que sin duda fue. Un libro éste, pues, absolutamente recomendable para conocer a un personaje irrepetible y entrañable, que rebosaba humanidad, más allá de sus icónicas gafas y puro y su bigote pintado con betún.
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