Año de publicación: 2011
Valoración: recomendable (muy recomendable para letraheridos, literatófilos y librofrikis)
Que no se altere nadie: el objetivo de este libro no es insultar a los escritores -menos aún considerar a los aspirantes a escritor como "delincuentes en potencia"- ni sugerir un ánimo delictivo a su actividad literaria (como sí parece hacer, en cambio, el Ministerio de Hacienda español: aquí); bien al contrario, parece que Ovejero considera a los autores que retrata en su libro más escritores que delincuentes -e incluso en el caso de los que escribieron sus libros en condiciones deplorables en prisión, casi se diría que son los escritores por antonomasia, dada su férrea voluntad en serlo-; por otra parte, no está del todo cómodo con el término"delincuente", aunque lo utilice a lo largo de todo el libro, pues conlleva una categorización absoluta de quien comete un delito, algo que precisamente contradicen las historias que se cuentan aquí. Porque -casi olvidaba decirlo- el libro trata, claro está, de escritores que alguna vez han cometido algún delito, incluso de sangre y también de delincuentes y criminales que han escrito libros e incluso han desarrollado una carrera literaria (están excluidos, como es lógico, los condenados por delitos políticos en cualquier lugar y época de la Historia. O aquellos cuya culpabilidad, pese a haber pasado por la cárcel, es dudosa. Empezando, por supuesto, por el propio Cervantes, pero también el costarricense José León Sánchez o Massimo Carlotto).
Que conste que, a pesar de que son muchos los escritores de los que se habla en el libro, ya sea contando sus vidas de manera pormenorizada o simplemente apuntsndo sus circunstancias delictivas, en ningún momento trata Ovejero de establecer una especie de taxonomía, una fría tipología de delitos o delincuentes: que nadie espere encontrarse un capítulo sobre asesinos, otro sobre ladrones, estafadores, etc... Nosotros, que tenemos menos escrúpulos que él (o los tengo yo, mejor dicho; el plural es mayestático...), sí que podemos distinguir, grosso modo, unas ciertas categorías:
- Por un lado, encontramos a escritores, más o menos conocidos, que cometieron algún delito una vez que ya había comenzado su trayectoria literaria. Es el conocido caso de William Burroughs, de Álvaro Mutis o del poeta Verlaine, entre los más célebres.
- Después, el grupo más numeroso -incluso ingente- de delincuentes habituales o criminales ocasionales que con el tiempo se hayan dedicado a la creación literaria. Muchas veces, esto se produce durante su estancia en prisión, ya sea contraviniendo las reglas carcelarias o, al contrario, como una actividad destinada a facilitar su rehabilitación y reinserción en la sociedad (o como una manera, también en muchos casos, de tratar de reducir su condena): los escoceses Jimmy Boyle y Hugh Collins, el contrabandista polaco Sergiusz Piasecki, Abdel Hafed Benotman... La mayoría de estos autores escriben, ya sea en forma de autobiografía o ficcionando su experiencia, sobre su vida delictiva y su estancia en la cárcel -generalmente para denunciar las malas condiciones y la brutalidad que deben soportar los presos-: el gallego-cubano Carlos Montenegro, el atracador norteamericano Jack Black; aunque algunos han alcanzado el éxito a través de la novela negra o policíaca (no deja de tener su lógica): Chester Himes, Edward Bunker o Anne Perry (el caso de ésta es algo distinto, tanto por la naturaleza del crimen que cometió como por sus escados años al hacerlo).
- Por último, unos cuantos autores en los que su vida delictiva o al menos marginal se alterna o compagina con su creación literaria y hasta con cierto reconocimiento social: sería el caso, por supuesto, de Jean Genet, pero también del poeta del s. XV François Villon o incluso, aunque en un orden de cosas completamente diferente, del político y escritor de best-sellers inglés Sir Jeffrey Archer.
Que nadie piense, sin embargo, que este libro se limita a un anecdotario más o menos morboso sobre escritores que han tenido algún tropiezo con la ley; por el contrario, el autor dedica buena parte de sus páginas a reflexionar sobre los conceptos del delito y del delincuente, sobre los orígenes y condicionamientos familiares y sociales de éstos, sobre el castigo y la redención (tanto social y jurídica como íntima- de los mismos y sobre si la literatura puede ser un medio de conseguir esta redención o, por el contrario, lo que hace es proporcionar un subterfugio para la autojustificación, dada la naturaleza inherentemente embustera de la ficción... y más aún, en cierto modo, de la autoficción.
Un último apunte: he de decir que mi experiencia, hasta ahora, con el Ovejero narrador no había sido demasiado satisfactoria. Ahora bien, tanto por mi lectura de este libro como por la reseña de otro que hizo mi compañero Francesc, parece que su versión como ensayista resulta más convincente. Quizás le dé alguna otra oportunidad a sus novelas, pues...
Otros libros de José Ovejero en ULAD: La ética de la crueldad Humo
Que conste que, a pesar de que son muchos los escritores de los que se habla en el libro, ya sea contando sus vidas de manera pormenorizada o simplemente apuntsndo sus circunstancias delictivas, en ningún momento trata Ovejero de establecer una especie de taxonomía, una fría tipología de delitos o delincuentes: que nadie espere encontrarse un capítulo sobre asesinos, otro sobre ladrones, estafadores, etc... Nosotros, que tenemos menos escrúpulos que él (o los tengo yo, mejor dicho; el plural es mayestático...), sí que podemos distinguir, grosso modo, unas ciertas categorías:
- Por un lado, encontramos a escritores, más o menos conocidos, que cometieron algún delito una vez que ya había comenzado su trayectoria literaria. Es el conocido caso de William Burroughs, de Álvaro Mutis o del poeta Verlaine, entre los más célebres.
- Después, el grupo más numeroso -incluso ingente- de delincuentes habituales o criminales ocasionales que con el tiempo se hayan dedicado a la creación literaria. Muchas veces, esto se produce durante su estancia en prisión, ya sea contraviniendo las reglas carcelarias o, al contrario, como una actividad destinada a facilitar su rehabilitación y reinserción en la sociedad (o como una manera, también en muchos casos, de tratar de reducir su condena): los escoceses Jimmy Boyle y Hugh Collins, el contrabandista polaco Sergiusz Piasecki, Abdel Hafed Benotman... La mayoría de estos autores escriben, ya sea en forma de autobiografía o ficcionando su experiencia, sobre su vida delictiva y su estancia en la cárcel -generalmente para denunciar las malas condiciones y la brutalidad que deben soportar los presos-: el gallego-cubano Carlos Montenegro, el atracador norteamericano Jack Black; aunque algunos han alcanzado el éxito a través de la novela negra o policíaca (no deja de tener su lógica): Chester Himes, Edward Bunker o Anne Perry (el caso de ésta es algo distinto, tanto por la naturaleza del crimen que cometió como por sus escados años al hacerlo).
- Por último, unos cuantos autores en los que su vida delictiva o al menos marginal se alterna o compagina con su creación literaria y hasta con cierto reconocimiento social: sería el caso, por supuesto, de Jean Genet, pero también del poeta del s. XV François Villon o incluso, aunque en un orden de cosas completamente diferente, del político y escritor de best-sellers inglés Sir Jeffrey Archer.
Que nadie piense, sin embargo, que este libro se limita a un anecdotario más o menos morboso sobre escritores que han tenido algún tropiezo con la ley; por el contrario, el autor dedica buena parte de sus páginas a reflexionar sobre los conceptos del delito y del delincuente, sobre los orígenes y condicionamientos familiares y sociales de éstos, sobre el castigo y la redención (tanto social y jurídica como íntima- de los mismos y sobre si la literatura puede ser un medio de conseguir esta redención o, por el contrario, lo que hace es proporcionar un subterfugio para la autojustificación, dada la naturaleza inherentemente embustera de la ficción... y más aún, en cierto modo, de la autoficción.
Un último apunte: he de decir que mi experiencia, hasta ahora, con el Ovejero narrador no había sido demasiado satisfactoria. Ahora bien, tanto por mi lectura de este libro como por la reseña de otro que hizo mi compañero Francesc, parece que su versión como ensayista resulta más convincente. Quizás le dé alguna otra oportunidad a sus novelas, pues...
Otros libros de José Ovejero en ULAD: La ética de la crueldad Humo
6 comentarios:
El concepto "librofriki" me ha encantado :)
Me viene a la cabeza otro caso del que tal vez se habla en el libro: el de Albertine Sarrazine y "El astrágalo". Pinta interesante esta lectura, desde luego.
Un abrazo!
Hola, Alimaña:
En el libro no se habla del caso que tu mencionas, aunque sí de otros muchos que yo no he señalado en la reseña (de manera más o menos pormenorizada). El libro de Ovejero, en todo caso, está muy bien, de verdad.
Otra cosa: podríamos instaurar el "Día del Orgullo Librofriki", ¿no? Seguro que apuntaría mucha gente... ; )
Un saludo y gracias por pasarte por aquí!
La a de a grosso modo sobra. Un saludo y gracias por el blog.
Ah, pues gracias a ti por señalarlo, anónimo. Ahora mismo lo corrijo...¡ Y gracias por pasarte por aquí y un saludo!
El Día del Orgullo Librofriki ... Tenaz, me gusta. Quizá podríamos fijar una fecha en 2017
En realidad, creo que en este blog celebramos el día del librofriki todo el año ; )
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