miércoles, 7 de noviembre de 2012

Anton Chejov: Tres años

Idioma original: ruso
Título original: Tri Goda
Año de publicación: 1895 (montaje teatral: 2012)
Valoración: Recomendable

El jueves pasado acudí por primera vez a esta sala para ver una adaptación de la novela homónima de Chejov, – publicada por primera vez a finales del s. XIX – de la de la que me habían hablado maravillas.

La adaptación del género narrativo al teatro, incluso si, como en este caso, se trata de una novela corta, nunca es fácil, lo que se gana por un lado se suele perder por otro. Al principio, se recrean con detalle las incidencias de la trama, pero entonces el interés dramático no ha llegado aún a su punto culminante. Más adelante, sin embargo, se ha de simplificar, lógicamente, el texto de origen para no exceder el tiempo aconsejable. Se pierden así trozos de la novela, probablemente muy valiosos, Perdemos también el lenguaje original (aunque mediado por la traducción) del autor ruso. Sin embargo, el desarrollo argumental no se efectúa exclusivamente a través del diálogo – lo que hubiera sido, en mi opinión, lo deseable – sino que, paralelamente a este los propios actores realizan acotaciones para compensar la parte narrativa y orientar al espectador sobre el tiempo transcurrido o acontecimientos no representados. Esto, a mi juicio, le resta al montaje algo de brillantez.

La acción arranca cuando Alejandro, próspero industrial moscovita, se enamora locamente de la hija del médico rural, un hombre de economía modesta, que atiende a su hermana moribunda. (Ni médico ni paciente aparecen en escena, si les conocemos es a través de los otros). La chica primero le rechaza pero luego, harta de su vida anodina en un pueblo sin alicientes y deseosa de una vida más próspera y, sobre todo, de verse rodeada del brillo de la gran urbe, se lo piensa mejor y le acepta. Asistimos a lo que les ocurre a estos cinco personajes: el matrimonio, el cuñado vividor, la amante despechada y el amigo y nueva pareja de esta, durante los tres años siguientes.

Los hechos se trasladan de la época de Chejov a los años 30 del siglo pasado y de la Rusia zarista a la época inmediatamente anterior a nuestra guerra civil por obra y gracia de una adaptación libre que retoca el texto original cuando es necesario para añadir recuerdos familiares de la época o adaptar los hechos a las exigencias del nuevo producto. Los diversos episodios se van sucediendo con la rapidez que exige la representación, los caracteres se adaptan con naturalidad a las nuevas situaciones, se pierden las ilusiones iniciales a la vez que nace un cariño reposado, fruto tanto de la convivencia diaria como de haber experimentado la tragedia a dos. Mientras tanto el espectador reflexiona sobre el extraño influjo de los sentimientos, que arrastra a las mayores heroicidades pero también a los actos más deleznables, sobre la venda que nos ponen en los ojos esos planes de felicidad preconcebidos y que no hacen otra cosa que incapacitarnos para apreciar los pequeños milagros cotidianos en su justa medida.

Las interpretaciones están bien ejecutadas, sobre todo la de la pareja protagonista, quizá con más empeño al principio – cuando él aparece como un pretendiente algo ridículo, sin más atractivo que su dinero, torpe, inseguro en su afán de conquistar a Julia, y ella con la seguridad condescendiente e instintiva de quien no tiene nada que perder – y un poco más rutinariamente según transcurre el tiempo. Hay frecuentes acompañamientos de piano, incluso canciones interpretadas, con buena voz y estilo propio, por la actriz principal.

La sala es pequeña, el decorado básico, las gradas a solo unos pasos de los actores. Yo hubiera preferido más distancia, observar con menos detalle, que la impostación de voces tuviese un motivo. Todo ello añadiría grandeza al conjunto y, sobre todo, misterio.

Pero, por otra parte, entrar en ese espacio es encontrarse en familia, todos ellos son excepcionalmente amables, y al final te invitan a un licor de guindas buenísimo. Mientras lo tomábamos, charlamos con la actriz que interpreta a Paulina. Para ella, en esa obra en concreto, trabajar tan cerca del púbico, con el flujo instantáneo de emociones que se establece en ambos sentidos, supone un estímulo y una fuente constante de sugerencias. Eso sí, el que quiera verla tendrá que darse prisa ya que estará en cartelera solo lo que queda de mes.

Otras obras de Anton Chéjov en ULAD: La gaviota, El jardín de los cerezos

1 comentario:

Maese_Salakov dijo...

No conozco esta obra, pero sí he leído cuatro obras de teatro de Chejov y realmente me parece un grande. Concretamente "El tío Vania" y "Las tres hermanas" son fabulosas...

(y este mes programan en el Teatro Barakaldo la mejor de ambas, "El tío Vania", buena ocasión para conocer al mejor Chejov)