lunes, 12 de julio de 2010

Hacia dónde va la novela


Desde finales del s. XX se ha venido anunciando la muerte de la novela. Aunque al principio pareciesen algo derrotistas, en realidad, las voces que abordaron la cuestión se referían, más que al género en sí, al modelo de novela que se venía practicando hasta entonces. Esto, como diría Eduardo Mendoza, tratando de explicar unas declaraciones suyas que levantaron bastante polémica: “La novela de sofá – heredera de las grandes obras y la única que merece tal nombre – “ya no da más de sí” y su muerte “se ha anunciado varias veces y siempre con razón”. Efectivamente, la primera transformación ocurrió a principios del s. XX, sobre todo con la llegada de las vanguardias. El modelo anterior siguió encontrando lectores, pero como experiencia creativa estaba agotado y no tuvo más remedio que evolucionar. Cuando después Vargas Llosa señala que la novela siempre fue un producto de minorías y que banalizarla convirtiéndola en light para que compita con lo audiovisual no conseguirá más que aburrir al público, en realidad estaba diciendo lo mismo: que urge dignificar el género y convertirlo de nuevo en signo de la época.

Este tipo de cambios lleva su tiempo. Tampoco son uniformes, pero la palabra que puede definirlos sería, quizá, mestizaje, pues lo que hemos observado hasta ahora es que las fronteras entre géneros están cada vez más diluidas.

En un primer grupo pondríamos obras que pierden la homogeneidad acostumbrada para convertirse en un amasijo de elementos. Como Vida de Pi de Yann Martel, La vida, instrucciones de uso de Georges Perec, No es país para viejos de Cormac McCarthy, El cuaderno dorado de Doris Lessing o Una noche de invierno un viajero de Italo Calvino. Si damos un paso más, llegamos a las que utilizan técnicas de géneros distintos mezclando la novela con un segundo género y a veces un tercero o más. Estos productos, de naturaleza híbrida, al estar formados por la acumulación de elementos, admite infinitas combinaciones. Lo que permanece invariable es la ficción, y con ella podrían fundirse historia, geografía, relato corto, biografía, crónica de viajes, reportaje periodístico, diario personal, notas sueltas, poesía o cualquier otro que se nos ocurra. Cabe todo lo que pueda transformarse en literatura o ensamblarse con ella, incluidos documentos oficiales, sentencias judiciales e instancias. Valga como muestra la magnífica Pantaleón y las visitadoras. Nos encontramos entonces con nuevas y hermosas experiencias lejos del camino trillado de siempre, con un campo abierto a la creatividad.

Aunque es una forma de expresión que llevaba casi un siglo gestándose, sólo al acercarse el fin de milenio empezó a adquirir relevancia. Hasta 1990 Mario Benedetti no se decide a publicar su miscelánea Despistes y franquezas, un tipo de obra que, por sus posibilidades de libertad creativa, le había atraído desde siempre. Y en 2003, Carlos Fuentes manifiesta que le parecería inconcebible que en la novela no tuvieran cabida “la narrativa, la poesía, el ensayo, la filosofía, la ciencia, el reportaje”. El crítico Stephen Kock se suma a esa opinión: “La novela no escrita es un libro, sin embargo, tan pulido, que parece una recopilación de fragmentos. Sin embargo estas obras no son pastiches. Tienen una unidad. Esta unidad se la da la coherencia que supone rechazar la homogeneidad. La negación de la unidad contribuye a su energía".

Encontramos ejemplos en todas las épocas: biografías noveladas como Una historia de amor y oscuridad de Amos Oz o Desde el amanecer de Rosa Chacel, combinación de ensayo y narrativa en Milan Kundera con La insoportable levedad del ser y La inmortalidad, entre otros, apuntes de viaje literarios en Ventanas de Mahattan de Muñoz Molina, meditaciones personales en Mortal y rosa de Francisco Umbral, De profundis de Oscar Wilde y Diario de la galera de Imre Kemrestz, periodismo unido a literatura desde A sangre fría de Truman Capote o Los ejércitos de la noche de Norman Mailer hasta India de V. S. Naipaul, memorias noveladas en París no se acaba nunca de Vila Matas y poetizadas en Confieso que he vivido de Neruda, misceláneas como El azul relativo de Andres Trapiello y miles de ejemplos más de todos los países del mundo que se han ido haciendo más comunes a medida que avanzaba esta primera década. En realidad son la respuesta espontánea de los autores al momento que estamos viviendo, tienen su correspondencia en otros campos artísticos como la música y las artes plásticas, se las ha definido como misceláneas o enciclopedias en miniatura y se caracterizan por ser de carácter abierto, componerse de una combinación de elementos y carecer de jerarquía entre sus componentes. Pero lo que más me fascina de ellas es la multitud de posibilidades que promete su evolución.

5 comentarios:

Jaime dijo...

Excelente entrada, Montuenga. Una gran panorámica del actual momento de cambio y experimentación que vive la novela.

Montuenga dijo...

Muchas gracias. Para un espectáculo apasionante que podemos presenciar sería una pena que nos pasase desapercibido por ser menos evidente que otros.

Santiago dijo...

. Un año después, el espectáculo continúa. Gracias Mon.

Unknown dijo...

¡Fantástica reseña! Ojalá halle muchísimo eco...

Montuenga dijo...

Encantada de que te haya gustado, Javi.