"Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágilos, voraces. Ese año, cuando Cuéllar entró al Colegio Champagnat."
Lo lógico sería que muchos se lanzaran a por esta novela simplemente por lo que este resplandeciente inicio presagia, pero continúo, para los escépticos. La trama, ese recorrido vital del grupo de muchachos, de cachorros, desde sus correrías de patio de colegio hasta sus primeros escarceos con la madurez, el descubrimiento de la sexualidad, sus opciones vitales y las tentaciones en que caen, sus estudios, su futuro, sus decisiones u omisiones. Esa es, básicamente, la trama y el que pueda no tener nada de nuevo - novela coral, ejemplo no moralizante de los distintos caminos que puede ofrecer la vida - no significa que ese camino no sea placentero y fascinante. El lenguaje, vivaz, nervioso, plagado de localismos peruanos y sudamericanos, sólo hace que aportar un éxtasis adicional y se convierte en un personaje más, delicioso contemplar su evolución y deliciosa esa irrupción - espero que constante e inacabada - de términos nuevos, de gloriosa corrupción que desafía anquilosamiento y provoca sin vergüenza a toda almidonada institución que pretenda, aún hoy, limitar y protocolizar. Los personajes, que la concisión de la novela apenas permite más que retratar en trazo grueso y precipitado, acaban resultando familiares y cercanos, modestos iconos que retratan tanto el íntimo entorno de las amistades tejidas en la convivencia escolar como el entramado social. En fin, la novela es un emblema, un modesto emblema ya que no suele relacionarse entre las obras cumbre de su autor - sitio reservado a proyectos de mayor extensión- pero un significativo ejemplo de como en literatura el minimalismo y la concisión no son para nada sinónimos de racanería o volatilidad.
1 comentario:
La leí hace muchos años pero recuerdo que me encantó. Menos mal que no m dejé llevar por la farándula que rodea al bueno de Mario...
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