martes, 17 de septiembre de 2024

Mario Vargas Llosa: Los cachorros

Idioma original: español

Año de publicación: 1967

Valoración: imprescindible

Por muy desorientada y mediática que haya sido últimamente su existencia, aquí reseñamos libros y no vida y milagros de sus autores. 
Los cachorros, novela corta, cortísima (entonces, intensísima) es una maravilla absoluta. Cuarta novela de su autor, en absoluto obra de tanteo, sino más bien obra de confirmación, totalmente consciente, por lo que todas sus intenciones son manifiestas y no nos encontramos ante un experimento de concisión, sino ante una obra premeditada.

Y qué joya: vaya por delante que el ejemplar leído alcanza las cien páginas de las que más de la mitad la constituyen (clásico en las ediciones de Cátedra) una extensa introducción incluyendo bibliografía - que leeré tras esta reseña para evitar ser condicionado - más un nutrido grupo de notas a pie de página con explicaciones tanto sobre los localismos empleados - alguna aclaración necesaria, muchas de ellas fáciles de comprender en función del contexto - por lo que el texto original, desnudo de complementos, debe estar sobre las cuarenta y cinco o cincuenta páginas. Pero vaya texto: perfecto desde todos los ángulos. Los cachorros sigue las correrías de un grupo de niños peruanos, cada uno de ellos provisto de su curioso apodo o mote, que (aquí todo es elipsis, glorioso elipsis) no siempre es explicado, aunque sí, relativamente, el del protagonista, el Pichula Cuéllar, figura que aporta el pretexto para la patada inicial del relato, pues se le da entrada en el primer párrafo, que ya aporta todo el regusto de la novela: concisión, urgencia, cambios súbitos, hasta en la misma sentencia, de sujeto y tiempo verbal, cada frase necesaria para el contexto, y apenas media docena de líneas de la novela: 
"Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágilos, voraces. Ese año, cuando Cuéllar entró al Colegio Champagnat."

Lo lógico sería que muchos se lanzaran a por esta novela simplemente por lo que este resplandeciente inicio presagia, pero continúo, para los escépticos. La trama, ese recorrido vital del grupo de muchachos, de cachorros, desde sus correrías de patio de colegio hasta sus primeros escarceos con la madurez, el descubrimiento de la sexualidad, sus opciones vitales y las tentaciones en que caen, sus estudios, su futuro, sus decisiones u omisiones. Esa es, básicamente, la trama y el que pueda no tener nada de nuevo - novela coral, ejemplo no moralizante de los distintos caminos que puede ofrecer la vida - no significa que ese camino no sea placentero y fascinante. El lenguaje, vivaz, nervioso, plagado de localismos peruanos y sudamericanos, sólo hace que aportar un éxtasis adicional y se convierte en un personaje más, delicioso contemplar su evolución y deliciosa esa irrupción - espero que constante e inacabada - de términos nuevos,  de gloriosa corrupción que desafía anquilosamiento y provoca sin vergüenza a toda almidonada institución que pretenda, aún hoy, limitar y protocolizar. Los personajes, que la concisión de la novela apenas permite más que retratar en trazo grueso y precipitado, acaban resultando familiares y cercanos, modestos iconos que retratan tanto el íntimo entorno de las amistades tejidas en la convivencia escolar como el entramado social. En fin, la novela es un emblema, un modesto emblema ya que no suele relacionarse entre las obras cumbre de su autor - sitio reservado a proyectos de mayor extensión- pero un  significativo ejemplo de como en literatura el minimalismo y la concisión no son para nada sinónimos de racanería o volatilidad. 

Reseñado de Vargas Llosa en ULAD: aquí



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