Idioma original: islandés
Título original: Merking
Año de publicación: 2021
Traduccción: Enrique Bernárdez
Valoración: recomendable
La marca viene precedida por la clásica campaña promocional que identifica, indistintamente a novela y autora, como "revelación" o "best seller" en un mercado bastante reducido como el de su país de origen, Islandia. Incluso así, el libro tarda más de dos años en presentarse aquí, y eso es mucho para los tiempos que corren. Tanto como para pensar cuántas cosas importantes han sucedido y suceden desde 2021 hasta hoy que pudieran condicionar el encuadre en que percibimos esta novela. Me salen por lo menos tres: las campañas masivas de vacunación del Covid, la guerra de Ucrania, la irrupción de ChatGPT. No es que todo tenga que ver aquí, pero La marca es una novela distópica y cierto sesgo publicitario seguro que acaba estableciendo las sacrosantas comparaciones (Clarke, Orwell, Huxley) y considero, leída la novela, que habría que tener cuidado.
Para empezar, porque la inspiración de Ísberg en estos clásicos, consciente o no, es más que evidente. Ni que sea en esa nomenclatura usada para mencionar vídeos, estupefacientes. Aunque sea para poner en contexto la temática y la sempiterna necesidad de aclarar al lector que estamos en otra sociedad pero que ésta no es tan lejana como pudiéramos pensar. Y otro signo de los tiempos se manifiesta; las divisiones entre antagonistas, viejo fetiche de la humanidad y excusa inmejorable para liarnos a discutir o a enviarnos tropas. La necesidad absurda de generar escenarios donde solo se dispone de dos opciones, norte/sur, este/oeste, izquierda/derecha. Aquí el pretexto es un referéndum para determinar si una prueba psicológica es obligatoria para distinguir a la población que la ha superado o no. La prueba determina el grado de empatía de los individuos por lo que todo puede discutirse, empezando por si es esa cualidad, la empatía, el auténtico test del ácido que puede medir de forma incuestionable la capacidad social del individuo, su grado como ser conviviente.
La premisa es usada como punto de partida para observar la vida de varios individuos, no sólo basándonos en lo que opinan sobre la situación en sí o el sentido de su voto, sino, imagino y a partir de aquí todo es conjetura sobre si la autora ha planificado a sus personajes para generar un discurso ético de mayor calado, para que veamos situaciones en las cuáles ese factor de verificación puede ser sometido a dudas razonables. El trasfondo obvio es el avecinamiento de un entorno totalitario en el que los individuos, los comercios, los establecimientos son marcados, hayan aprobado el test o no, y la marginalidad a que los no marcados serán progresivamente empujados. Un dilema antiguo y demasiado poco original que admite toda clase de polémicas, desde el excesivo papel del estado en la vida de las personas hasta el engranaje aplastante (qué decir hoy) del pensamiento único como argamasa unificadora de la sociedad. Y esa es mi mayor duda respecto al libro, que sea usado como pretexto para establecer polémicas obvias y que sus personajes, en su mayoría planos y previsibles, usados como estandartes a la hora de juzgar sus comportamientos o incluso alinearse con ellos. Aunque, para mí, le falta algo de visceralidad al libro, algo que lo eleve en lo literario y lo aleje de ser un buen guion para un eventual capítulo de Black Mirror.
No hay comentarios:
Publicar un comentario