Me acerqué a Esos días a finales de aquel año de Álvaro Llamas con reticencia. Me llamaba la atención lo que había leído acerca de esta novela, pero no sabía si ésta lograría fidelizarme. Al fin y al cabo, había salido de la pluma de un autor a quien no conocía de antemano (primerizo, de hecho) y era bastante más larga de lo que había anticipado (¡más de 270 páginas!). A eso hay que sumarle que no tardaría en descubrir que tenía un estilo demasiado alambicado para mi gusto, proclive al léxico recargado, las frases kilométricas y las referencias cultas.
Sin embargo, tras unas primeras páginas de tanteo (que, lo admito, se me hicieron un poquitín cuesta arriba), acabé por aclimatarme a Esos días a finales de aquel año. Su prosa, pese a las oraciones larguísimas y cierto toque pedante, era decididamente fluida; su extensión, aunque innegablemente abultada, se recorría sin demasiado esfuerzo. Y lo que es más importante: sus elementos de difícil asimilación son deliberados e imprescindibles para que Llamas transmita lo que quiere transmitir.
Aun siendo consciente de todo esto, no logré conectar al cien por cien con Esos días a finales de aquel año, porque hay algo impostado en la trascendencia de sus reflexiones y en sus voces indistinguibles. E insisto en que entiendo que dicha impostación es deliberada. El propio Llamas lo aclara, implícita y explícitamente, en la novela. Por ejemplo, cuando un personaje afirma que «el estilo es el tema y el tema es el estilo», o cuando el narrador-protagonista reconoce que «las notas que había ido tomando (...) extraídas de mis conversaciones con amigos, todas ellas en el tono jocoso en el que solían desarrollarse», «adoptaron sobre el procesador de textos (...) una rigidez y una gravedad que no había buscado».
Pero, ¿de qué va Esos días a finales de aquel año? Pues de un hombre que, en en plena crisis existencial, emocional y económica, rememora nostálgicamente tiempos mejores. Nuestro protagonista, asimismo, entabla relaciones quebradizas y esporádicas con amigos y familiares a la par que se propone apartarse de su círculo durante las Navidades.
De modo que Esos días a finales de aquel año es un estudio de personaje que disecciona a su contradictorio protagonista. Pero también es una novela de aprendizaje. Y un retrato demográfico de una generación precaria y frustrada que ronda los cuarenta o los ciencuenta y no tiene ni propósito, ni futuro ni hijos. Y una autoficción cargada de pequeñas historias. Y un artefacto literario denso en ideas que medita en torno a la melancolía, la soledad, la identidad, la madurez, la homosexualidad, la familia, la amistad, etc...
Resumiendo: Esos días a finales de aquel año es una primera novela sumamente ambiciosa y personal. Aunque la he apreciado (tiene vocación artística, voluntad de trascendencia, observaciones agudas y figuras retóricas de una precisión, ingenio y plasticidad asombrosas), se me ha hecho pesada. Eso se debe a que la atraviesan elementos de difícil asimilación; y si bien es cierto que éstos son deliberados e incluso imprescindibles para que la obra de Llamas funcione, quizá se debería haber prescindido de algunos de ellos y pensar un poco más en el lector.
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