Idioma original: inglés
Título original: The Black Swan. The Impact of the Highly Improbable
Año de publicación: 2007
Valoración: Recomendable
a)
nada puedo hacer respecto a que el sol
salga mañana (por mucho que lo intente);
b)
nada puedo hacer sobre si hay o no otra
vida:
c)
nada puedo hacer sobre la posibilidad de
que los marcianos se adueñen de mi cerebro.
Pero
tengo muchas formas de evitar ser imbécil. Es algo que solo requiere
proponérselo.
Hará un par de meses, afirmaba el autor de este libro que la pandemia por Covid 19 que asola actualmente el planeta no puede
considerarse un cisne negro. Y sería
una osadía por mi parte llevar la contraria al inventor del término y
desarrollador de una teoría compleja, aunque no tanto como puede parecer según
nos vamos adentrando en su lectura. No obstante, lo primero que pensé en cuanto
vi lo que nos venía encima fue que esta obra tenía que ponerse en el primer lugar de
mi lista de pendientes porque su contenido no podía ser más oportuno, que
teníamos el cisne negro aquí ¡vaya!
Perdón. Si no se están enterando de qué va la cosa es porque
todavía no les he explicado el concepto. Un cisne
negro se define como el
acontecimiento inusual que nadie esperaba y solo nos parece posible una vez se
ha producido en contra de todas las expectativas, igual que los cisnes habían sido blancos por norma
hasta que se encontró el primer ejemplar negro, modificando radicalmente lo que
la biología entendía por tal. Pero veamos qué requisitos debe cumplir en
palabras de quién lo acuñó;
[Un cisne negro] “es una rareza, pues habita fuera del reino de las expectativas normales, porque nada del pasado puede apuntar de forma convincente a su posibilidad. Segundo, produce un impacto tremendo. Tercero, pese a su condición de rareza, la naturaleza humana hace que inventemos explicaciones de su existencia después del hecho, con lo que se hace explicable y predecible.”
Bien,
posiblemente la pandemia, hablando en sentido estricto, no lo sea ya que no
cumple la primera condición. Es cierto que ha habido otras antes, pero desde un
punto de vista subjetivo –y esto es una opinión personal– no me parece un
disparate clasificarlo de ese modo para una gran parte de la población menos
familiarizada con este tipo de asuntos. Y es que Nassim Nicolas Taleb –todo un
personaje, como verán si se deciden a leer este tratado– lleva toda su vida estudiando
probabilidades de riesgos, fortunas, catástrofes y demás giros que el azar o la
ley de causa-efecto pueden depararnos. Un tipo curioso, que se esfuerza en caer
simpático al lector y lo consigue, porque no incluir cierto gracejo en un texto
de tamaño considerable repleto de conceptos estadísticos, sería una temeridad por parte de alguien que ha estudiado
concienzudamente la manera de tener éxito en lo que haga y que de ningún modo
va a conformarse con una discreta cifra de ventas. Yo lo definiría como un
híbrido de científico y vividor que se pone el mundo por montera o aparenta
hacerlo. Valga como ejemplo un comentario de su madre –nada original, por
cierto – sobre lo afortunado que sería si se comprase a sí mismo por su valor
real y se vendiese por el concepto que tiene de sí mismo.
Pero vayamos al contenido. Decía que su complejidad me
ha parecido más aparente que real. Cierto que esa forma de ver las cosas resulta
tan ingeniosa como práctica, que enmienda la plana –acertadamente o no– a
inversores y demás profesionales relacionados con la Bolsa, a estadísticos,
agentes de Seguros, propietarios de casinos etc. Pero tengo la impresión –y,
naturalmente, puedo equivocarme– de que el buen Taleb ha diseñado una estructura
deliberadamente farragosa para que sus reflexiones parezcan más enrevesadas de
lo que son realmente. Se adjudica así un plus de complejidad, que no se le
puede negar del todo ya que maneja conceptos matemáticos y estadísticos
(explicados con sencillez, sin tecnicismos), pero que organizados de otra
manera –en una secuencia conceptual más asequible, evitando repeticiones
innecesarias y demás recursos que dificultan la comprensión y hacen la lectura
algo tediosa – disfrutaríamos más y comprenderíamos mejor, aunque quizá no
cayésemos rendidos de admiración a sus pies como parece que pretende. Todo esto
a pesar de la cantidad y variedad de metáforas y ejemplos, de los retazos de
vida que asoman aquí y allá y de la cercanía con el lector de que hace gala. Justo
es reconocer que amenizan la lectura, aunque también la alargan
innecesariamente y pueden suponer un obstáculo para la comprensión de los
conceptos que maneja.
Para enunciarlo de la forma más simple, el mundo no es
una plácida balsa de aceite, tal como queremos creer, sino una sucesión de
cisnes negros que explicarían “casi todo,
desde el éxito de las ideas y las religiones hasta la dinámica de los
acontecimientos históricos y los elementos de nuestra propia vida.”
Ejemplos de cisnes negros serían: la Primera Guerra Mundial, el nazismo y
consiguiente estallido de la segunda, la caída de la Unión Soviética, el
fundamentalismo islámico, Internet y un largo etcétera. Resulta paradójico, señala,
que la humanidad avance o retroceda gracias (o a pesar) de estos fenómenos, y sin
embargo no los tenga en cuenta en absoluto. La globalización, por ejemplo, bajo
“la apariencia de estabilidad” “crea unos Cisnes Negros devastadores”, a causa de ella “tendremos menos crisis, pero serán mucho más
graves”. El futuro es impredecible, pero el ser humano se comporta como si
tuviese una hoja de ruta, basada en acontecimientos pasados, que lo dibujase
sin apenas margen de error, y esto es muy peligroso, porque debido a esta
ceguera los acontecimientos indeseados sucederán mucho más fácilmente.
“Desde el punto de vista del pavo, el hecho de que el día mil uno no le den de comer es un Cisne Negro. Para el carnicero no, ya que no es algo inesperado. De modo que aquí podemos ver que el Cisne Negro es el problema del imbécil.”
Más imaginación y más pensamiento abstracto es lo que
hace falta cuando la realidad se vuelve cada vez más compleja, afirma
repetidamente. Para ilustrarlo nos sitúa en dos universos: Mediocristán y Extremistán.
Al primero pertenecerían todos los fenómenos que no pueden apartarse mucho de
un término medio, por ejemplo la estatura humana, al segundo los que pueden
alcanzar cifras incomparables entre sí, como la riqueza que puede acumular una
persona, cifras de ventas etc. Los cisnes negros solo pueden aparecer en este
último. Pero hay que verlos, y la mente nos suele jugar malas pasadas, incluso
los científicos, acostumbrados a filtrar los sesgos en su entorno laboral, caen
en su vida cotidiana en trampas de este tipo. La predicción –siempre según
Taleb –no es algo que esté a nuestro alcance: podemos hablar de lo que ha
sucedido pero no del futuro, a no ser que en él no ocurriese nada imprevisible
y se rigiera por lo que (erróneamente) consideramos reglas históricas. Pero los
cisnes negros son inevitables –y más frecuentes de lo que pensamos– por eso,
nos equivocamos en nuestros augurios una y otra vez y, lo que es peor, seguimos
sin darnos cuenta. Y no es una forma de hablar: puesto que no somos
omniscientes. la impredicibilidad es un elemento que hay que asumir, pero sus
consecuencias serían mucho más leves si fuésemos conscientes de ella.
“El modelo clásico de descubrimiento es el siguiente: se busca lo que se conoce (por ejemplo, una nueva ruta para llegar a las Indias) y se encuentra algo cuya existencia se ignoraba (América). Si cree el lector que los inventos que tenemos a nuestro alrededor proceden de alguien sentado en un cubículo que va mezclando elementos como nunca antes se habían mezclado y sigue un horario fijo, piense de nuevo: casi todo lo actual es fruto de la serendipidad, un hallazgo fortuito ocurrido mientras se iba en busca de otra cosa.”
Su consejo es que, ya que no podemos dejar de ser
predictivos porque forma parte de nuestra naturaleza, ¡adelante! Hagamos previsiones,
pero solo en cuestiones poco relevantes (una merienda por ej.), nunca en lo
relacionado con las ciencias sociales o la economía, pues las consecuencias pueden
ser nefastas. Y si alguna vez hay que escuchar a predictores institucionales,
tengamos en cuenta que “su precisión se
degrada con el paso del tiempo”. Nada nos hace inmunes a la aleatoriedad de
la vida, solo hay un camino para minimizar los efectos del cisne negro: convertirlo en gris, es decir, como ha dicho y
repetido mil veces, contar con su existencia. Ese es el motivo
de que no catalogue como tal al Covid 19.
No lo habrá sido para él, que vive en
permanente estado de alerta, ni para algunos científicos que venían anunciando
algo así, para el resto de la humanidad, creo yo, lo que está ocurriendo es un
auténtico cisne negro sin ningún
género de dudas.
Traducción: Roc Filella Montfort y Albino Santos Mosquera
4 comentarios:
Muy interesante, Montuenga:
Tendría que leer el libro para tener una idea más precisa de esto, pero observo en tu reseña que la tendencia del autor a cierta autocomplacencia parece semejante a la de nuestra sociedad.
Es un panorama muy complicado, puesto que hay que mantener la economía y el consumo, pero la población no está siendo preparada en la gestión solidaria de los recursos, en solventar fallos de energía o suministros, ni en convivir con la falta de empleo por la digitalización brutal que ya está en marcha.
Cada vez delegamos más en la tecnología, pero deberíamos tener un plan b todos, diseñado desde las instituciones; esto es: depósitos de agua para posibles cortes, generadores eléctricos, etc.. Los pasos que se van dando en la educación de la población en la gestión de los recursos son muy tibios, para no generar miedo, caída del consumo, etc..
No soy una preparacionista, sólo una persona quizás anticuada, pero realista.
Tenemos conocimientos teóricos, pero cada vez sabemos hacer menos por nosotros mismos.
Siento que mis hijas tienen razón, soy una abuela, pero ojalá fuera yo la mitad de fuerte, paciente y sabia que fue mi abuela. Nosotros somos muy memos. En la cuarentena, llamarnos a nosotros mismos héroes por quedarnos en casa, fue demencial y ridículo, como para vomitar arcoiris.
Eso sí, creo en el cambio. Espero que estemos a tiempo.
Saludos
Taleb
a veces es un pensador genial y a vece se va de la olla
hay que leerlo con cuidado.
El resumen de este libro sería que una cosa es
la ausencia de evidencia
y otra
la evidencia de ausencias.
No porque algo no haya pasado no pasará
lo que él llama el problema del pavo de accion de gracias
que tiende a pensar que quienes le estan cebando
lo cuidarán para siempre.
Si os gustó este libro
leeros antifragil
y también a pesar del titulo ¿existe la suerte?
Gracias por tus reseñas.Besicos.
Pues autocomplacencia, por supuesto. También tiene motivos, ¡ojo! Pero similar a la sociedad en general, para nada. Él va por delante. Es lo que piensa de sí mismo, pero es cierto: existe una tendencia a prever que a mí, algunas veces, casi me da miedo. O sea, estaba a priori de acuerdo con él, y para muestra un botón (o dos): al año de este libro, crisis económica, a los trece años, crisis sanitaria mundial. Y los "expertos" económicos y sociales explicando que tal cosa no ocurrirá hasta dentro de cuarenta años y para tal otra harán falta dos siglos. Y se quedan tan campantes.
Eso, hablando en general. Taleb cita a algún otro que está en su línea, pero son contadísimos. Me faltan datos para llevarle la contraria, pero me niego a creer que todos los científicos y estudiosos de materias diversas tenga la mente tan estrecha y que lo fíen sinceramente a la curva de campana, de la que se pasa todo el libro renegando :). Supongo que hay mucho de esto, pero también que la sociedad actual exige predicciones y que por pragmatismo, por intentar no alarmar al personal etc. no se habla de los "cisnes negros". Aunque también pueden ser positivos, pero el hecho de no saber en qué consistirán da un poco de yuyu,
Por lo visto, le preguntan a menudo, cuándo será y en qué consistirá el próximo y, claro está, él contesta que no lo sabe, solo sabe que ocurrirá, pero contar con ello ya es una buena estrategia,
El problema es que tiene tanta razón que -supongo - no quiere quedar como un agorero. Comentaba en algún sitio que no se trata de ver "cisnes negros" en todas las catástrofes que ocurran. Pero si no estaban previstas, lo son, mal que le pese. El problema es que la gente mata al mensajero en cuanto se descuida y él tiene que cuidar su imagen. Me parece estupendo, que tenga la mente más clara que la mayoría y sea más sincero que una minoría de enterados no le convierte en responsable de nada. Es de cajón, ¿no? Pues supongo que no para todo el mundo.
Y sobre lo que comentas de la pandemia, que en lugar de estar preocupados por el futuro de la especie, estemos pensando en las terrazas dice mucho de nosotros. Pensaba que éramos muy tontos pero no tanto. Lo entendería si fuera por higiene mental, por no dramatizar ni asustarse en exceso, pero me da que no, que es cerrazón pura, no hay más que ver las fiestas multitudinarias que se marca la gente.
En fin, si nos extinguimos será que nos los merecemos. Mira lo que les pasó a los dinosaurios :) :)
Hola Lo q leo. Como digo más arriba, Taleb tiene razón pero, más que con cuidado, hay que leerlo con inteligencia, no quedarse en la anécdota, llegar hasta el fondo de lo que dice. Esas preguntas que le hacen los periodistas demuestran que, o no se han leído el libro o no se han enterado de nada.
El ejemplo del pavo (que cito en la reseña) es divertido y esclarecedor. Si te alimentan durante mil días tiendes a confiarte, y puede que te cuiden pero también puede ser que te estén cebando :).
Saludos
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