lunes, 2 de septiembre de 2019

Enric Jardí: Así se hace un libro

Idioma original: castellano
Año de publicación: 2019
Valoración: Curioso

Supongo que se habrán fijado bien en el título: 'Así se hace un libro', y no 'Así se escribe', lo cual hubiese sido algo bastante aterrador ¿se imaginan? De modo que hablamos de un libro sobre libros, esa materia que a veces hemos etiquetado el libro como objeto, el libro con su texto –unas manchitas de tinta sobre papel blanco-, sus hojas, sus tapas, esa cosa que algunos tenemos cada día, o casi, en las manos, y sentimos su peso, su tacto, colocamos con más o menos mimo o descuido en la estantería, a veces anotamos, subrayamos o le doblamos la esquina a una de sus páginas.

Hablamos por tanto de ese libro físico, y conocemos a través de Enric Jardí cómo se compone, qué hay que tener en cuenta para hacerlo bonito y legible, cómodo para el usuario y con  formato preferiblemente coherente con su contenido o su tono. En el curso de las explicaciones van apareciendo conceptos que nos resultan familiares y que quizá no siempre manejamos correctamente, como esas cubiertas con las que pasamos tan buenos ratos en este blog, las solapas y las guardas, los pliegos, portadas y anteportadas, los créditos (no, no habla de esas fajas promocionales que tanto irritan a muchos, o a casi todos los lectores). Jardí aclara términos y se detiene en las diferentes tipografías y estilos adecuados a estas partes introductorias. 

Como lo hace, y con abundancia de detalles, cuando entramos en el cuerpo del texto: la mancha y los márgenes, justificación, interlineado e interletraje, tipos, grosor, altura de mayúsculas y minúsculas, versalitas, números elzevirianos y capitales, ligaduras. Sí, muchos conceptos en los que, como lectores, normalmente no reparamos a no ser que nos enfrentemos a una de esas ediciones antiguas de bolsillo que nos hacen bizquear con su letruja microscópica, o que no podemos sujetar debidamente porque apenas tiene márgenes, o cuya tripa se desgaja como los pétalos de una flor delicada. Bueno, está bien, también hay que reconocer que a veces sí se disfruta manejando una edición de calidad (normalmente, de precio acorde con ella), en la que el libro completo, forma y contenido, expresa armonía, buen gusto y un trabajo hecho con cariño y profesionalidad.

En realidad, desde el punto de vista que ahora estamos tratando, por mal que suene decirlo, el libro es un producto dirigido a un consumidor, y como todo producto, puede despacharse de cualquier manera para reducir costes, puede revestirse de ornamentos publicitarios para vender (la faja), o puede elaborarse, como decía, con profesionalidad y enfocándose a la satisfacción del cliente, eso de la experiencia que ahora tanto gusta. Porque, aunque obviamente lo más importante de un libro será siempre lo que en él se cuenta, una buena edición puede aumentar la satisfacción del lector o limitarla, incluso arruinarla.

En este sentido, el trabajo de Jardí rezuma seriedad y sentido común por todas partes, un cuidado exquisito en los detalles y conocimiento profundo de las necesidades del lector. Vamos, que si alguna vez me publican un libro me gustaría que lo diseñase don Enric. Otra cosa es que, en medio de esa perfección técnica, al libro le falta algo de alma. Es en su mayor parte una especie de manual en el que descubrimos, sí, una serie de cosas curiosas, pero que hubiera quedado mucho más atrayente dándole un poquito más de vuelo, no sé, salirse algo más del carril del diseñador y darle un matiz más intelectual, quizá más personal y subjetivo, menos informático. Hay algunas –muy escasas- referencias históricas sobre tipografía y, por ejemplo, una curiosa alusión a la afición anglosajona de escribir los lomos de arriba abajo. Se podrá decir que lo que echamos de menos no son más que anécdotas, chascarrillos o relleno, pero en un texto de este tipo entiendo que cosas así lo enriquecen, lo hacen más ameno y ofrecen una perspectiva más global y menos mecánica de un tema que de por sí no carece de cierto interés. 

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