martes, 28 de mayo de 2019

Erik Kessels: ¡Qué desastre!

Idioma original: inglés
Título original: Failed it!
Año de publicación: 2016
Valoración: Curioso (Recomendable para fans)


Si es usted contable o cocinero, por ejemplo, más vale que no haga caso de este libro. Si es médico, ya no le digo: le suplico encarecidamente que se olvide del libro y de la reseña. A no ser que tenga usted, señor doctor, una oculta afición por la fotografía creativa o cosa similar que cultiva en sus ratos libres. En ese caso -y solo para eso- sí le puede interesar.

Porque, amigos, lo que hace este librito es poner en valor el error como fuente de creatividad, elevar la metedura de pata a la categoría de genialidad, promover el gazapo para hacer posible el impacto, la imagen que estalla frente al espectador en una voltereta conceptual. Así que ojito con lo que estamos jugando. Como el tal Erik Kessels es artista, fotógrafo, diseñador, creativo, publicista y cosas de esa índole, puede permitirse lanzar proclamas rupturistas sin que nadie se eche a temblar, y las que integran el libro pues la verdad es que son interesantes.

Como digo, la apuesta de Kessels es de alguna manera la huida de la perfección. Si otros buscaron la creatividad en las drogas (la Historia del arte está repleta de ejemplos) o pusieron el acento en la improvisación del gesto o en la suma aleatoria de imágenes, este señor propone rebuscar en el error, hacer del fracaso el trampolín para salir de lo ordinario. El arte de equivocarse, una idea desde luego sugerente que anima a los creadores a no arredrarse ente el fallo, a perseverar en él y buscarle un sentido no previsto: Las grandes ideas surgen cuando se duda de ellas, dice este caballero holandés. 

Lo ilustra con algunos ejemplos interesantes, como el uso de agentes disruptivos (el insecto que se coloca en el objetivo) o la descontextualización de elementos cotidianos. Tenemos también imágenes (porque buena parte del libro son fotografías) en las que el dedazo del fotógrafo borra la cara del novio en la boda (¿premonición?), o deja al bebé en manos de alguien sin rostro, el desenfoque o la mala iluminación convierten al perro en una mancha oscura o hacen nacer brillos temibles en los ojos de los fotografiados. De esta forma, las imágenes pierden su inocencia y se convierten en escenas inquietantes que descolocan al espectador. Si hablamos del álbum familiar igual la cosa no tiene mucha gracia, pero a nivel creativo el efecto puede funcionar muy bien.

No se puede decir que el libro sea un tratado teórico serio, por lo que tampoco se le puede pedir profundidad, coherencia o rigor. De forma que el autor mezcla claramente conceptos algo heterogéneos y, mientras lanza imperativos de publicista (No siga las normas, Mantenga a su público alerta o Alabemos lo ilógico), extiende la defensa del error a otros campos que pueden ser muy próximos, pero no del todo semejantes. Por ejemplo, la serendipia, el arte de captar el hallazgo, la casualidad de objetos que se superponen por puro azar (véase la foto del pavo azul), una de cuyas variedades sería el trampantojo; o el error planificado, como esos fascinantes puzzles que Rogowsky reconstruye en desorden. Aquí hablamos ya de trucos, de recursos de fotógrafo para salirse de la norma y explorar otras formas de expresión, buscando cada cual su camino, el arte, la sorpresa o el impacto comercial. 


Ya digo que no estamos ante un libro al uso, son 165 páginas de las que apenas un tercio son de texto, no es una formulación de ideas elaboradas, sino más bien una pequeña provocación, una forma de hacer ruido para sacudir lo convencional, invitar a los creativos a no acomodarse, a buscar los límites y a utilizar el fracaso como medio para romper moldes. Huir de la perfección académica para transmitir sensaciones que no necesariamente tienen que ver con la belleza. Cosas que se han experimentado en distintas épocas y por procedimientos variados, y que aquí reciben un impulso fresco y entusiasta.

Hay momentos en que las soflamas de Kessels se aproximan a un ejercicio de coaching, animando al creador a no desfallecer, a no rendirse ante la decepción, a defender con vigor la obra si uno está convencido de su potencial (subraya los doce editores que rechazaron la historia de Harry Potter) o, en el peor de los casos, a atesorar las chapuzas como bagaje creativo del que aprender. Cualquier cosa menos quedarse quieto y seguir la corriente, puede ser un mensaje estimulante.

Por mi parte les puedo contar que compré y leí el libro justo después de ver una magnífica exposición de Giorgio Morandi, y de alguna manera me ayudó a entender la seducción de esos bodegones, casi todos parecidos, con jarrones ligeramente torcidos, objetos arracimados y trazo tembloroso. Quizá parte de su poder reside justamente en su imperfección.

P.D: No sé cómo interpretar el hecho de que la cubierta del libro esté en la parte trasera, al estilo manga. Desconozco si, como parece sugerirse, la peculiar encuadernación de los mangas, de detrás hacia delante, es también efecto de un error. Pero eso a lo mejor nos puede aclarar Juan, que es un experto (creo). 

4 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Hola:
Declino el honor, porque el experto aquí es Oriol, sin duda alguna... De todos modos, que los mangas japoneses se lean al revés que los libros occidentales es porque el japobés se lee así, ¿no? Se supone que es algo que influye hasta en la composición de las escenas cinematográficas, pero en esto ya seguro que el experto no soy yo...
Por lo demás, patece muy interesante el libro y estoy muy de acuerdo en que la belleza surge de la imprerfección o incluso del error...lo que no significa que todos los errores sean bellos, por desgracia...; )

Carlos Andia dijo...

El libro es curioso y se le podría poner ese adjetivo tan bobo que es el de 'refrescante'. Efectivamente, el mensaje es no despreciar el error, cómo desde el fracaso puede surgir algo aprovechable incluso brillante, y tal. Esto tiene mucho sentido en ese mundillo de la creatividad, el arte y la publicidad, incluso se podría extender a otros ámbitos, pero ya desde un punto de vista más psicológico (reinventarse, adaptarse y esas cosas). Pero claro, no se puede tomar al pie de la letra en muchas otras actividades, quizá la mayoría. A ver si en nuestros trabajos de cada día vamos a ir sacando pecho de nuestros errores... creo que no sería muy buena idea, la verdad.

Saludos, compañero.

Oriol dijo...

Excelente reseña, Carlos. Me interesa el libro.

Y sí, el sentido de lectura oriental es distinto al occidental, y por esa razón las cubiertas están donde están ;)

Carlos Andia dijo...

Aclarado el misterio del manga, entonces (tenia razón Juan). Ya imaginaba que a Oriol le iba a molar el tema. Echale un vistazo y nos cuentas.

Gracias a los dos!