sábado, 25 de enero de 2014

David Foster Wallace: La escoba del sistema

Idioma original: inglés
Título original: The Broom of the System
Año de publicación: 1987
Valoración: (con dificultad) se deja leer


Intuyo que es difícil reseñar a Foster Wallace y que no haya alguien que se enfade, o se moleste, o choque con el reseñista, sea cual sea la dirección tomada por el que opina: el norteamericano ha logrado convertirse en uno de esos escritores que promueven, por lo general, posiciones radicales, con seguidores que consideran prácticamente imprescindibles todos y cada uno de sus textos y detractores que lo acusan de tener enormes carencias como narrador o de desarrollar una literatura plomiza, excesivamente sesuda, intragable. En todo caso, y a pesar de haber valorado esta obra con un frío "se deja leer" (paréntesis previo, además), haremos lo posible por no entrar en polémicas. Hoy. Porque también hay grises.

La escoba del sistema es la primera novela de Foster Wallace. La escribió con veintitrés años, y la publicó un par de años después. Leo por ahí que en este texto ya "se presiente el genio" en el que más tarde se convertiría. Leo también que los editores tuvieron un enamoramiento inmediato. Leo, por último, que muchos de los temas que La escoba propone serán desarrollados años más tarde por el autor, de una forma más profunda, en su descomunal La broma infinita (que no he leído, por cierto. Sí otros de sus libros). La bibliografia que hay sobre Foster Wallace es impresionante, pienso, y creo que tanta información, en mi caso, me predispone a ciertas resistencias.

Hay varias tramas, en la obra: la desaparición de un grupo de ancianos de una residencia; las relaciones amoroso-sentimentales de la protagonista, Lenore, con Rick Vigorous; la cacatúa que se convierte en un personaje conocido; un problema con las líneas telefónicas que no termina de solucionarse; un señor gordo que quiere ser lo más gordo posible; las reflexiones del psicoanalista. Algunas más. Para este lector fue bastante evidente desde muy pronto que todas ellas eran, en realidad, una excusa, introducidas con mayor o menor suerte, para que el autor pudiera hablar de los temas que le interesaban. Esto parece de perogrullo, pero no lo es: creo de verdad que en este libro a Foster Wallace le interesaba poco o nada contarnos una historia, profundizar en la construcción de personajes, escribir una novela. A partir de un momento determinado las tramas empiezan a carecer de importancia, los personajes resultan voces de un coro desequilibrado, muy habladores todos, eso sí, y la resolución de los conflictos planteados se desatiende, porque los propios conflictos se desinflan. Y el libro se convierte en un doble ejercicio, casi una tabla de gimnasia literaria.

El primer ejercicio de esa tabla es formal: Foster Wallace consigue -o casi- introducir en 500 páginas todas las formas literarias posibles, todos los tipos de narrador, de exposición, de construcción, de descripción. Su dominio de la prosa y su precisión técnica es sobresaliente, innegable. Su obsesión por alcanzar una utópica verosimilitud total en las voces de los personajes es una tarea titánica. El segundo ejercicio es conceptual: todos esos personajes en situaciones absurdas o imposibles o cotidianas expondrán numerosos temas y los formularán con un ánimo casi científico: el amor, desde luego, pero también la semántica, la lingüística, los conflictos laborales, la filosofía, la escritura, la fama, la televisión, los celos, la medicina, la religión, el psicoanálisis... No creo que sea una novela de ideas porque no creo que sea una novela, así que diré, por ejemplo, que es una ficción filosófica y pop sobre determinados asuntos de la condición humana.

El resultado de esta tabla gimnástica es, a mi juicio, tremendamente desigual. Diré que fue hacia la página 250, con dos personajes charlando en un bar durante una visita a su vieja universidad (para mí, lo mejor con mucho de la obra), cuando finalmente entré en el texto. El resto es un cajón de sastre: partes mortalmente aburridas, o absurdamente hilarantes, o demasiado intelectuales, aunque también otras muy originales, episodios conmovedores, escenas de una profundidad brillante. Muchas veces con una gramática enmarañada, difícil para el lector, confusa. Muchas veces, también, con un lenguaje frío e incluso jurídico, a kilómetros de distancia de cualquiera que no sea Foster Wallace.

En todo caso, bravo por la editorial (la traducción corre a cargo de José Luis Amores, el editor mismo): guste o no, Foster Wallace es un autor de referencia (voy a ahorrarme el "fundamental", quizá por sentir que es demasiado pronto) en la literatura de finales del XX y principios del siglo XXI y es algo espléndido que, gracias al esfuerzo de Pálido Fuego y al enorme coraje de su editor, podamos tener la oportunidad de leerlo en nuestro idioma. 

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17 comentarios:

Jonan dijo...

DFW es el San Pancracio de la literatura de este siglo.

Il Gatopando dijo...

Me ha gustado la crítica aunque no he leído la novela, pero sí la mayor parte de la obra de Foster Wallace. En mi opinión la clave está en la palabra "desigual", empleada por el crítico. Claro que no puede ser de otra manera en un escritor que arriesga hasta lo indecible. Mi experiencia de la lectura de Foster Wallace es la combinación de pasajes inigualables en su brillantez con otros plúmbeos que exigen una enorme paciencia. Sus obras más extensas no destacan por la solidez de su arquitectura pero contienen momentos memorables. Por ello resultan quizás más digeribles sus conjuntos de relatos. Al lector que no está familiarizado con su obra le aconsejaría que empezara por estos últimos.

DVC dijo...

Coincido con lo "irregular" de la escritura de FW. Terminé hace poco el libro de relatos "Extinción", y había algunas obras maestras, de 10 ("El neón de siempre" es de los mejores relatos que he leído jamás, ya estáis tardando en buscarlo), y otros eran unos bodrios intragables, llenos de tecnicismos y una verborrea hueca que no sé muy bien hacia dónde conducía.
No obstante, cuando FW es bueno... es MUY BUENO.

Paulo Kortazar B. dijo...

Sin haber leído la novela reseñada estoy totalmente de acuerdo con lo que comenta "Il gatopando". Sólo me queda añadir que tras haber leído bastante DFW, y tras el paso del tiempo, a uno le queda la impresión de que no es para tanto y que está algo (un poco) sobrevalorado o mejor dicho muy publicitado. Eso sí, como dice David Villar, el tío cuando es bueno es muy bueno.

Ana Blasfuemia dijo...

No he leído nada de Foster Wallace, aunque he visto esas posiciones encontradas que comentas respecto a su obra. Supongo que la única forma de posicionarme sería leyendo algo suyo, e incluso había pensado empezar con esta, su primera novela, pero la verdad... 250 páginas para "entrar" en el texto me parecen muchas páginas.

Saludos

selestar dijo...

Coincido con Jonan, jajaja! es San Pancracio!!
DFW no es irregular,lo que se observa en algunos textos -algún relato de Extinción, o incluso de Entrevistas Breves, y también un poco en El Rey Pálido- creo yo que es un problema de traducción, no de los textos en sí sino de traducción cultural en general: no somos nativos norteamericanos ni estamos leyendo su obra en inglés, por lo tanto es muy posible que la sensación de aburrimiento ante ciertos tecnicismos que podamos sentir, se deban simplemente a nuestra ignorancia. Con respecto a la verborrea hueca que se dice por aquí, no coincido: DFW ES verborrea, y siempre, siempre tiene un sentido. Eso es lo maravilloso, que cuando parece que está girando páginas y páginas sobre una misma cosa, en realidad está sentando las bases para lo que vendrá luego, sin que el lector se percate. Y para los que opinan sin haber leído nada de este autor brillante, recomiendo vivamente hacer lo que yo misma hice, empezar por La Broma Infinita, terminarlo, y luego debatimos sobre su genialidad o exceso de publicidad. Salut!

Francesc Bon dijo...

Buenas: pues parece que el comentario de mi amiga Selene ha obrado como detonador para mi irrupción en este conato de debate. Yo, que soy el DFWólogo de por aquí, y que estoy (espaciadores mediante) sumido - nunca mejor dicho - en ls lectura de La broma infinita.
Pues resulta que estoy un poco de acuerdo con todos, pero sobre todo estoy de acuerdo con quienes se pronuncian desde la experiencia. Ni sencillo ni práctico ni siempre agradable, pero por lo mismo ni ligero ni banal ni desagradecido. Ni popular ni sólo para snobs. Y felicidades a Pedro por saber captar esa sensación poliédrica y contradictoria.

Il Gatopando dijo...

Tan solo decirle a selestar que no haga suposiciones. Yo baso mis opiniones después de haber leído casi toda la obra de DFW en inglés. De hecho la primera obra que leí suya fue Infinite Jest y lo hice en Nueva York -donde viví una década- nada más publicarse la novela en EEUU. El resto también la he leído en inglés.

Conclusión: que mi juicio no está mediatizado por traducciones ni por desconocimiento de la cultura norteamericana -esa supuesta inaccesibilidad-. Está basado en razonamientos exclusivamente literarios.

selestar dijo...

Bueno, Gatopando, tú no has dicho que DFW fuera irregular, ni tampoco que el autor esté sobrevalorado ni que posea una verborrea hueca. No veo por qué ves mi comentario como una respuesta a algo que hayas escrito tú.
Y con respecto a los libros en inglés, yo digo que leí toda su obra traducida, como así también las conversaciones y la biografía, y guardo la esperanza de leerlo en inglés algún día, en lo posible viviendo una temporada en algún rincón de USA, y solo entonces seguramente no me parecerá ni aburrido ni hueco ningún pasaje de ningún libro suyo.

Il Gatopando dijo...

Selestar: Si no quieres ser malinterpretada te aconsejo que precises a quién diriges tus suposiciones y asimismo emplees la primera persona de singular en tus juicios en lugar de recurrir a la primera y segunda persona de plural de forma indiscriminada.

En mi comentario hago mío el término "desigual", que es el empleado por el crítico. "Desigual" e "irregular" son dos términos equiparables si no sinónimos.

En cuanto a tu comentario sobre la lectura de la obra de DFW traducida -y que ha motivado mi segundo comentario- te recuerdo que empleas la primera persona de plural -nosotros- en lugar de la singular -yo-.

Por cierto, aunque parece que te sorprenderá, en EEUU hay lectores avezados a quienes los libros de DFW se les caen de las manos. Ser de ese país y conocer la jerga que emplea el autor no parece ser una condición suficiente para disfrutarlo.

Y, por último, respecto a los lectores que deseen acercarse a la obra de DFW insistiría en mi consejo de que se fogueen con sus relatos y solo si empatizan con el universo y el discurso del autor aborden su obra cumbre, la cual sobrepasa las mil páginas. Sería un error equiparable al de tratar de aficionarse al alpinismo escalando como primera cumbre el Everest.

Un saludo

Jonan dijo...

Yo empezaría por "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer"... así, si no te gusta, no lo vuelves a hacer (leerlo, quiero decir) ;)

Francesc Bon dijo...

Muy de acuerdo en la elección, Jonan. Emblemático y descacharrante, el relato y los que le acompañan.

Paulo Kortazar B. dijo...

Bueno, en tono cordial yo también querría decir que lo que he leído de DFW lo he leído en inglés. Y excepto 'The Pale King' y 'The Broom of the system' creo que me he leído prácticamente todo lo demás. Y la verdad lo que me comentas, Selestar, sobre la diferencia cultural no lo veo.

Respecto a los tecnicismos y a la "verborrea hueca" mi opinión es que provienen tanto de la personalidad curiosa y exhaustiva de DFW como de su voluntad de retratar un mundo con exceso de información en el que el mayor desafío para el individuo es obtener algo tangible (saber interpretar) de esa información, o en su defecto hacer de la identidad algo posible en ese cúmulo informativo. Creo haber oído/leído (no lo recuerdo exactamente) a DFW comentar al respecto de 'Infinite Jest' que su objetivo era crear un entretenimiento fallido - cosa que creo que es coherente con el tratamiento de la cultura del entretenimiento Americano que se hace en la novela. Ahí reside otra razón para la "verborrea": no siempre la información o el entretenimiento derivan en una situación satisfactoria.

Ahora, si bien su voluntad es muy loable, a mí, como consumidor, como lector, me queda bastante clara tal intención sin necesitar tanta cantidad de complejidad.

También tengo la sensación de que DFW plantea gran parte de la complejidad de los textos ahondando en la interpretación de la oposición que se plantea entre dos puntos de vista contrapuestos - que riza el rizo, vamos. Su discurso 'Esto es agua' me parece un claro exponente de esto. Al igual que me parece que toda la relación en 'Infinite Jest' entre Marathe y Steeply se basa en esa dinámica: ¿es agente o doble agente o triple agente?

Para terminar, me gustaría aportar un dato respecto a esta novela que no he leído. Al parecer la escribió como parte del doctorado y creo que hasta cierto punto demuestra lo publicitado (para bien o mal) que está este autor que se ha traducido al castellano hasta su opus prima, mientras que no siempre es así con otros autores consagrados y, en mi opinión, mejores que DFW - John Banville, por ejemplo. Y no es una crítica a la novela (no la he leído) simplemente constato lo publicitado que está.

DVC dijo...

Por alusiones. No querer ver que lo de FW en algunos momentos es verborrea pura, palabras y más palabras, datos y más datos, a lo loco, como si no hubiera un mañana... es no querer ver lo evidente. Y no creo que los tecnicismos y las lecciones sobre marcas, marketing y grupos de trabajo de "Señor Blandito", por poner un ejemplo, mejoren en su lengua original. La verborrea, verborrea es. En todos los idiomas. Y a mí, que no soy un fanático suyo, la verborrea me aburre.
Ahora bien, si como dice Paulo Kortazar su intención es abrumar con un exceso de información para retratar un mundo con exceso de información... respeto su técnica, la idea en sí, pero no me parece adecuada. Me recuerda a esos directores de cine que intentan transmitir el tedio existencial de los personajes trasladando ese mismo tedio al espectador(Sofia Coppola basa en eso su cine, con mayor o menor éxito), lo que me parece un bluf. O por lo menos, a mí no me aporta nada.
Ahora bien, que luego FW se pone en plan directo -"escribir es el arte de sintetizar", que decía Chèjov- y unas pocas páginas después nos regala un relato de apenas 3 páginas, "Encarnaciones de niños quemados" (reseñado en ULAD), y ese relato hiperbreve es como una patada al estómago, ¡zas!, transmitiendo una desazón y un estremecimiento constante, y demostrando que cuando quiere, solo cuando quiere... repito... es MUY BUENO.
Pero Chèjov, que sabía lo que se decía, es mejor.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fernando José dijo...

Llevo 2 años tratando de terminar "La broma infinita", y no puedo pasar de la página 400. Lo siento, pero DFW me parece, en lo que respecta a ficción, un tipo sobrevalorado, que escribía para un puñado de acólitos incondicionales, y que por sobre todas las cosas necesitaba un buen editor que le pusiera freno a sus tendencias megalómanas. Podría contar todo lo que quiere de manera mucho más efectiva e incluso virtuosa sin necesidad de todas las volteretas de estilo y palabrería vacía que hace. Ahora bien, en lo que respecta a no ficción no tengo críticas que hacerle, es uno de los grandes cronistas de nuestro tiempo, un tipo capaz de contarnos la industria del porno desde dentro y hacerse las preguntas correctas, aventurándose a dar respuestas sumamente lúcidas. Y es por eso que siempre distingo al DFW de ficción del de no ficción: Uno es un truño infumable y el otro es un genio que no admite discusión.

Anónimo dijo...

Salvando las distancias y considerando que toda comparación conlleva peligros, en cierto modo la novela me ha recordado a «Manhattan Transfer» de Dos Passos o a «La vida instrucciones de uso» de George Pérez. Con la escusa de un supuesto hilo argumental,el autor esboza un sinfín de reflexiones , en este caso deslavazadas, sobre la condición y quehacer humanos. A veces con humor, pero sin la fina ironía de Perec, a veces amarga pero sin la profundidad de Dos Pasaos. En cuanto a la escritura, de nuevo otra comparación, recuerda a veces a «Mr Palomar» de Calvino, con la salvedad de que esta deja claro que lo suyo es un ejercicio estilístico.