Año de publicación: 2012
Valoración: recomendable.
En aras de la mayor concisión de la que soy capaz, permítanme explicar lo que NO es Victus, en mi opinión:
- Victus no es una novela histórica (o no sólo). Al menos, no una al uso. Y no porque esté mal documentada o ambientada; muy al contrario, es obvio que el autor se empapó bien de la época y el tema hasta el punto de que incluso los posibles “fallos” que se encuentran cabe atribuírselos a esa minuciosidad. Pero es justamente este escrúpulo y, sobre todo, el afán didáctico, los que hacen caer a la novela en algo peor que en lo inverosímil (al menos, para una novela “histórica”): en lo poco creíble.
- Victus no es “la novela del 2014”... porque se publicó en el 2012, precisamente, según el autor, para evitar que fuera calificada de “oportunista” (tricentenario de los hechos narrados y tal), de tal forma que su aparición coincidió... con la Diada de todas las Diadas, así que fue acusada de oportunismo, de igual forma. Qué pillos.
- Victus no es una novela política. O lo es de la misma forma que el 15-M es un movimiento político. Porque la novedosa conclusión a la que se llega por medio de las reflexiones y avatares del protagonista (y está narrada en primera persona, no lo olvidemos), es que son los dirigentes políticos los que lo enmierdan todo y el pueblo llano quien lo sufre, ya sea el catalán, el español o el congoleño. En resumen: ¡Gamonal en lucha! Eeeh...quiero decir Barcelona...
- Victus no es más munición para el independentismo catalán, por más que alguno haya querido ver eso en la novela. Pues si bien es cierto que el protagonista piensa y se expresa como lo haría un austracista catalán de la época, frente a los borbónicos y/o castellanos, es evidente que Sánchez Piñol se ha esforzado sobremanera en dar una visión tan imparcial o al menos ecuánime, que acaba por situar a su prota, Martí Zuviría, en situaciones y lugares que le permiten ver la contienda desde todos los puntos de vista, aun a costa, una vez más, de caer en lo poco creíble e incluso bordeando con cierto peligro el colapso narrativo. Aunque quizás hubiese sido preferible perpetrar un panfleto descarado (lo que no es Victus, para nada), pero que funcionase como un reloj suizo literario. No lo sé.
- Victus no es una novela fantàstica de fondo verniano, como era La piel fría, ni un artefacto metaliterario de fondo verniano-conandoliano-edgarallanpoeano, como Pandora en el Congo. Y es una pena, claro, pero es que Victus toca (o trata de tocar) otro palo diferente.
- Victus no es la mejor novela de Sánchez Piñol. Ni se acerca a las antes citadas (y fervientemente recomendadas por un servidor). Pero tampoco es una mala novela y su lectura no sólo resulta amena, sino incluso interesante y estimable. Eso sí, a ser posible, hagánlo antes del próximo 11 de septiembre, para poder asombrar a sus amistades con sus conocimientos sobre la efeméride y sobrellevar la previsible avalancha de artículos, debates, reconstrucciones y demás (por no hablar de la propia polémica política sobre la secesión de Cataluña), con una media sonrisa displicente. Que nunca viene mal.
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