Título original: Die Flucht ohne Ende
Año de publicación: 1927
Traducción: Juan Luis Vernal
Valoración: recomendable
Los primeros párrafos de Fuga sin fin parecen irnos a sumir en una especie de epopeya trágica de aires tolstoianos. Y no iríamos desencadenados, pero resulta que Roth no es un escritor de tono tan solemne. Pronto los engaños de Franz Tunda, protagonista absoluto del libro, combatiente austriaco abandonado en Rusia en ese histórico momento entre la I Guerra Mundial y la Revolución Rusa, revelan un cariz más acanallado, más de superviviente por naturaleza. Entonces es cuando nos damos cuenta de que hasta obras consideradas menores de algunos grandes escritores tienen un cierto potencial. Sí: poco importa que sea una pequeña comarca o toda la fría y desolada Europa posterior a la I Guerra Mundial la que haya que atravesar para salvar el pellejo. La cuestión es llegar a casa, sea ésta un país desaparecido o desmigajado y albergue ésta un futuro poco o nada halagüeño. La cuestión es vivir, disfrutar de un presente mucho más cierto que ese futuro lleno de incógnitas. Y tengamos en cuenta que el libro es escrito en 1927, equidistante entre el inicio de los dos grandes conflictos,
Así es como Tunda cambia de identidad y se apunta a lo de la Revolución. Se integra sin demasiada convicción, parece disculparse continuamente por un origen burgués. Pero no tarda en hartarse, y quiere averiguar cómo es el mundo que el conflicto ha dejado atrás.
Aunque me da la impresión de que en ese momento la novela pierde fuelle. No cuadran las fechas y esa década de la vida de Tunda se vuelve confusa y algo inverosímil. De repente lo vemos al borde de la miseria y de repente los vemos alternando con gobernantes. La segunda mitad del libro, la del desencanto de la Revolución y su periplo por las cenizas de la Europa devastada, resulta, sin pérdida de valor literario, algo confusa, en el aspecto narrativo. No se alcanza a ver si esto es un recurso, pero los hechos suceden de una manera que nos desorienta. Tantas cosas y tantos lugares en tan poco tiempo, y tantas dudas de cuál de esos pasados que acumula es aquel al que quiere regresar. Franz Tunda es otro de esos personajes que he encontrado en cada obra de Roth que he leído. Una especie de outsider extemporáneo, un individuo cautivo de sus paranoias y debilidades. Seres que se debaten entre situaciones extrañas y alucinadas, herederos de algunos detalles de las obras de Kafka y a la vez anticipos de una suerte de existencialismo bohemio y algo turbio. Aclaro que el valor de la prosa y ese poderoso arranque ganan la partida y decantan la balanza. Pero a pesar de su convivencia temporal con algunas de sus mejores novelas, las palabras obra menor retumban en mi cabeza.
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2 comentarios:
Yo llegué a esta novela 8como tanta gente, supongo) a través de Vila-Matas, y la verdad es que también me supo a poco.
Gracias, David. Pues sí, una relativa decepción frente a las enormes expectativas que siempre se asocian con este autor.
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