martes, 11 de junio de 2013

David Foster Wallace: Entrevistas breves con hombres repulsivos

Idioma original: inglés
Título original: Brief interviews with hideous men
Año de publicación: 2001
Traducción: Javier Calvo
Valoración: recomendable (1)(2)

Me lo he de pensar mucho, lo de leer un libro más de David Foster Wallace. A la que empiezo, esa lectura afecta a cualquier otra que pueda plantearme en las semanas siguientes, afecta hasta al modo en el que escribo que, inconscientemente, tiende a esa incontinencia, a esa profusión incontrolable que es la escritura del fallecido escritor neoyorquino. Esto no me pasa muy a menudo, claro. Pero sé que no soy el único. ¿Si ese influjo es otra señal de admiración? Supongo que sí. Es una estela que tarda lo suyo en desaparecer. Si DFW siguiera vivo, diría que se le ama o se le odia. Pero, por puro respeto, y haciendo acopio de toda la objetividad literaria de que soy capaz, no veo motivos para que alguien pueda odiar a este escritor. Si ves que no es lo tuyo, no lo lees y ya está. Él ni se imponía ni era omnipresente ni se sometía a agotadoras campañas de promoción. Hay muchos otros escritores que pueden gustarle a la gente y mucha gente a la que puede no gustarle DFW. Ya disfrutaremos de él, como cosacos, los otros.
Que es lo que se hace, otra vez, con Entrevistas breves con hombres repulsivos. Festín a lo grande, con todos los ingredientes propios de la cadena de slow-food DFW. Discursos ramificados, prolongados, razonados, notas a pie de página en tamaño king-size, mucho texto, profusa digresión, mucha disquisición salpicada de lógica descacharrante. Reír a carcajadas, sí, claro. Alucinar con su profundidad de alcance, por supuesto. Elucubrar sobre lo que sería capaz de sacar con cualquier tema que se propusiese, cómo no.

Ejemplos:

Los cuatro fragmentos con el título del libro, que, distribuidos entre los otros, le aportan cohesión, aunque sea a base de atomizarlo: son, a su vez, compendios de micro-relatos de falsos testimonios. Algunos, perversos, otros, ingenuos.
La persona deprimida, que, visto lo sucedido, acaso podría interpretarse como una especie de botella lanzada al agua, al igual que uno que lleva un título como El suicidio como una especie de regalo.
Relatos escuetos pero geniales, como Historia radicalmente concentrada de la era postindustrial o El diablo es un hombre ocupado (título aplicado a dos relatos diferentes).
Relatos extensos, con profusión de crueldad crepuscular, como Mundo adulto I, Octeto o En su lecho de muerte, cogiéndote la mano, el padre del aclamado nuevo dramaturgo joven y alternativo pide un favor.
Aunque DFW también puede ser denso hasta el agotamiento: Rotulus Praeteritus convierte a Thomas Pynchon en un profesor de parvulario enseñando a niños a hacer sílabas con las cinco vocales. Y este libro no es una publicación póstuma encajada, objeto del completismo. Es el autor vivito y coleando consciente de que emplazaba ahí un auténtico reto para la paciencia del lector. Para la mía, al menos, en este caso.

Y es en este vaivén entre relatos asumibles con facilidad y auténticos tour de force de difícil asimilación donde encontramos la esencia de DFW como escritor: volcarse sobre el papel y dejar al lector juzgar. No hay tregua ni punto intermedio.
Obviamente, una traducción de orfebrería fina de Javier Calvo, pieza importante en que, también en castellano, la obra de Foster Wallace disfrute de una riqueza léxica y una precisión verbal que nos deja, otra vez, babeando por un prolongado espacio de tiempo. Imposible la indiferencia, en cualquier caso.

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(1) Por media aritmética (...) entre varios relatos imprescindibles y algunos otros sumamente difíciles de leer.
(2) ¿Cómo puedo reseñar dos veces a DFW y no poner notas al pie?


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo, sin haberme leído ningún libro de Wallace, el tipo más tonto del universo.

selestar dijo...

Oh, qué maravilla. Y para complicarte las cosas, estoy leyendo El rey pálido, que ya, en las primeras veinte páginas, lo estoy recomendando vivísimamente. Salut!

el convincente gon dijo...

Yo tampoco he leído nada de Wallace. No me decido. Es cierto que he leído un montón de elogios por la blogosfera adelante pero incluso quienes lo recomiendan acaban hablando de asperezas, dificultades, pesadeces transitorias, paciencias puestas al límite, etc... A veces parece que lo bueno no es leerse sus libros sino conseguir acabarlos. Como cuando te intentan convencer de lo mucho que mola correr por lo bien que te sientes cuando terminas y descansas.

Francesc Bon dijo...

Esa coma me confunde. Mucho. Gracias por el comentario, y no te lo pienses más. Lo único que puedo garantizarte es que la indiferencia no tiene sitio respecto a este escritor.

Francesc Bon dijo...

Ay, Selene, bienvenida !! El rey pálido (Edición ampliada y eso sí que sigmifica mucho) está en el estante, dispuesto con paciencia. 20 páginas de DFW son mucho más de lo que da la obra entera de muchos artistillas de la nadería. Pero HOY no me meto con nadie. Gracias por el comentario.

Francesc Bon dijo...

Gon: con un par. Puede que alguna de esas imágenes responda a cierta sensación, pero no es de angustia. DFW no cansa pero cuando se le lee a fondo hay que descansar. Las pesadeces y los desvaríos y la dificultad está ahí, pero conscientemente. No es un desafío, es como un pulso o una apuesta: pero hay que probar; los libros de relatos y las bibliotecas públicas lo permiten sin otro coste que el tiempo empleado. Y acabarlos o no ya depende de ti. Hasta dejarlo a medias o prescindir de algunas de sus partes es una opción saludable para disfrutarlo. Saludos y gracias por tu presencia aquí.

el convincente gon dijo...

Vale, el argumento de la biblioteca me ha terminado de convencer. Pero creo que tendrá que esperar. Mucho libro pendiente y muy poco tiempo.

Jonan dijo...

DFW, ruega por nosotros...

Francesc Bon dijo...

Roguemos, hermanos, porque si eso del cielo es de verdad, el tipo siga escribiendo descontroladamente. Gracias Jonan, por el comentario.