Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: se deja leer
Pues ya tenía yo ganas de hincarle el diente al cubano Leonardo Padura y serie de novelas protagonizadas por el detective Mario Conde (sin relación con el banquero); pero me he quedado un poco defraudado. A lo mejor es que esta novela no es la mejor forma de empezar; a lo mejor debería haber empezado por su tetralogía Cuatro estaciones (Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño). Porque La cola de la serpiente, como novela policiaca, me ha parecido flojilla.
El argumento es el típico de casi cualquier novela policiaca: se ha cometido un crimen, en este caso el asesinato de un chino inmigrante en Cuba, y el detective Mario Conde, a petición de la explosiva chino-mulata Patricia Chion, debe descubrir quién lo ha cometido y por qué. Para ello, y con la ayuda del padre de Patricia, el Conde deberá recorrer el antiguo "barrio chino" de La Habana (ya decadente y casi despoblado), empaparse de la cultura de sus habitantes más allá de los cuatro tópicos superficiales e indagar en una trama de drogas, santería, mafias y secretismo.
Lo que pasa es que la novela resulta, al final, demasiado plana y unidireccional: pasa A, luego B, luego C, luego D y ¡chás!, ya tenemos al culpable. Le falta intriga, complejidad e incluso profundidad. No salgo de la novela con la sensación de haber aprendido casi nada sobre los chinos de La Habana, y tampoco con la sensación de habérmelo pasado como un enano con una novela de acción. Y cualquiera de las dos cosas me habrían servido. El propio Padura cuenta en una nota final que La cola de la serpiente comenzó siendo un relato, ahora ampliado y retocado; y creo que se nota este origen, precisamente en la ausencia de complicaciones y ramificaciones en el argumento, que es probablemente uno de los rasgos de las grandes novelas policiacas.
Nota final: Llama la atención (por lo menos, a alguien que no ha leído nada más de Padura) la muy caribeña obsesión de Mario Conde por los traseros. No hay mujer que salga a escena cuyas nalgas no sean descritas con mayor o menor nivel de deseo. Las de Patricia Chion, por ejemplo, forman "uno de los culos más exultantes del Caribe". No me imagino al bueno de Kurt Wallander, ni siquiera al bueno de Montalbano, usando términos semejantes...
También de Leonardo Padura en ULAD: Máscaras, El hombre que amaba a los perros, Herejes
1 comentario:
de acuerdo en todo con el autor de la reseña!!!!! abrazo! (y pego el link en mi blog, ya que a mi la novela no inspira para escribir nada.
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