jueves, 17 de septiembre de 2009

Pierre Bayard: Cómo hablar de los libros que no se han leído

Idioma original: francés
Título original: Comment parler des livres que l'on n'a pas lus?
Fecha de publicación: 2007
Valoración: Muy recomendable

Lo confieso: no compré este libro con la mejor de las intenciones. Llevaba ya entonces un par de meses escribiendo reseñas para este blog y empezaba a gestarse en mí una incipiente conciencia de crítico. Aun sin tener muy claro en qué consistía, exactamente, esto de la crítica literaria, me parecía que debía de exigir ciertos compromisos. Algo así como un pacto moral con autores y lectores. Un crítico -me decía- debe dar honestamente su juicio sobre los libros que comenta y por eso debe leerlos con atención y, sobra decirlo, en su totalidad. Sus lecturas deben ser omniabarcantes y su opinión implacable. Estaba decidido a consagrarme al cultivo de la erudición y la severidad, hasta convertirme en algo a medio camino entre un cardenal renacentista y un notario inglés.

Cuando empezaba ya a imaginar el lema latino que haría grabar en los libros de mi futura biblioteca de crítico, descubrí de pronto este título en el estante de una librería y todos mis firmes principios se evaporaron en cuestión de segundos. Al instante me pareció escuchar una voz que me siseaba al oído: "¿Cómo hablar de los libros que no se han leído? ¡Eso es justo lo que necesitas! ¿O es que piensas que podrás mantener mucho tiempo este ritmo de reseñas? ¿Acaso no vas a hacer más que leer todo el día? Antes de que te des cuenta perderás toda tu vida social, y serás un tipo sin amigos y con 9 dioptrías en cada ojo. ¡Vamos, cómpralo!"

Debo reconocer que no esperé a que se formara en mi mente un solo argumento a favor del "pacto moral con autores y lectores". Mientras volvía a mi casa balanceando nerviosamente la bolsa de plástico de la librería, me preguntaba qué misteriosas técnicas me serían reveladas. Me imaginaba iniciado en el arcano saber de los críticos franceses, escrutando con ceño fruncido la portada de un libro y escribiendo después la reseña del tirón, sin abrir siquiera sus páginas. En fin, supongo que a nadie le sorprenderá saber que mis expectativas se vieron pronto frustradas. Aunque, bien pensado, quizá sólo en cierto sentido. Es verdad que no aprendí ninguna técnica milagrosa de lectura rápida o de crítica por telepatía, pero el libro sí me hizo cambiar mi manera de afrontar la tarea del crítico.

Ocurre a menudo que nos avergonzamos de no haber leído lo suficiente; sobre todo, si nos movemos en el mundo de las humanidades. Pues bien, lo que Bayard pretende es liberarnos de ese sentido de culpa y capacitarnos para hablar, con la cabeza alta, de libros que jamás hayamos abierto. Lo primero es librar a la no-lectura del aura de vergüenza que la acompaña. Así, Bayard argumenta que gran parte de nuestro conocimiento literario refiere a libros de los que hemos oído hablar, que sólo hemos hojeado o que ya casi hemos olvidado. Ese saber nebuloso conforma una especie de mapa que nos permite orientarnos en el territorio de la cultura.

Por otro lado, incluso los libros que sí hemos leído los interpretamos según nuestras propias pautas culturales y personales, generando en cada caso un "libro interior" que difiere mucho de una persona a otra. Se desmitifica así el concepto de "libro leído", mucho más ambiguo de lo que parece. No es sólo que proyectemos siempre nuestra experiencia en los libros, sino que ésta va cambiando con el tiempo, y con ella el recuerdo que tenemos de nuestras lecturas. El resultado es un fenómeno del que ya hemos hablado a menudo: una segunda lectura suele confirmarnos que el libro que recordábamos tiene poco que ver con el que estamos releyendo. Para Bayard el libro es algo fluido, cambiante y en relación con el todo de la cultura. Es decir, algo que no puede nunca darse por conocido definitivamente. Siempre que hablamos de libros, hablamos, en cierto sentido, de libros que no hemos leído.

Puede que estas revelaciones os arrebaten la poca fe que tuvierais en las reseñas de este blog. Y puede que eso no esté nada mal. Por mi parte, este ensayo me sirvió como revulsivo contra unas pretensiones demasiado elevadas. El crítico no puede leerlo todo ni dar ningún juicio definitivo: debe limitarse a presentar en cada caso el libro interior que él mismo ha construido y que puede tener muy poco que ver con lo que el autor imaginaba. Después de todo, eso es lo que acabo de hacer, y si a Bayard no le gusta, tendrá que aguantarse.

5 comentarios:

izas dijo...

Leí hace tiempo una entrevista a un escritor (aunque en este momento no recuerdo quién era) en la que decía que los libros son como los hijos. Los creas, los alimentas... y llega un momento en el que se van de casa y dejan de ser tuyos para siempre.
Efectivamente, escribir una reseña de un libro es tan sólo ofrecer una visión particular del mismo, sin pretender sentar cátedra o hablar como si se estuviera en posesión de la verdad absoluta.
Por eso, cuando una persona nos recomienda un título, le hacemos caso sólo si sabemos que sus gustos son parecidos a los nuestros.

Hace tiempo que ya no me da vergüenza "confesar" que no he leído tal o cual libro, porque sé que no tengo tiempo para leer todo lo que "debería" leer sólamente por el hecho de dedicarme a la literatura y, además, todo lo que me gustaría leer por gusto. Así que me limito a leer lo que me apetece, ya sea un autor clásico, moderno o la revista El jueves ;)

Paula dijo...

Unos leen más y otros, menos; lo que está claro es que no se puede leer todo... por desgracia.
Yo, por mi parte, tengo claro que muchos clásicos no los voy a leer. Pero es que hay que seleccionar...
Una reseña muy interesante.

Paula

Deprisa dijo...

Nadie espera que como crítico aciertes siempre, sin embargo, tu tarea es muy importante para ayudarnos a escoger entre un libor y otro. Puede que no tengamos los mismos gustos, pero siempre es preferible tener una brújula en el infinito mar de libros que nos quedan por leer.

Jaime dijo...

Sí, sé que nadie puede leerlo todo y que no hay motivo para avergonzarse y que Bayard tiene razón en mucho de lo que dice... ¿pero no os encontráis a veces con gente que parece tener una cultura absoluta, enciclopédica, total? Yo me he encontrado, al menos, con un profesor que siempre me ha dado esa impresión. A veces sospecho que no duerme, que no come, que no puede hacer otra cosa más que leer. Incluso intento convencerme a mí mismo de que una vida así quizá no merezca la pena. Pero en el fondo de mi conciencia lectora algo se revuelve de envidia malsana y se avergüenza y se fustiga. Ay.

izas dijo...

Jaime, igual lo que le pasa a ese profesor no es sólo que haya leído un montón, sino que también tiene una memoria portentosa.
Si yo me acordara de todo lo que he leído...