Año de publicación: 2013
Valoración: recomendable
Con los libros que se nos presentan como sátiras me pasa como con las risas enlatadas en las series de TV. Siempre me pregunto por qué creen que hay que reírse justo ahí. Es como si alguien se revistiera de autoridad para decidir qué hace reir al común de los mortales y cuándo.
Claro que, con ese título, Donde mueren los payasos, con el contenido de su sinopsis, e, incluso, con la imagen de portada de la cuidada edición de Blackie Books (editorial que revaloriza el concepto del libro como fetiche con todo lo que hace), es difícil no esperar que estemos ante una historia de aires escasamente convencionales. Pero si eso fuese un prejuicio, las primeras páginas se encargan de hacerlo saltar por los aires. Porque Luis Noriega, con un estilo directo, pero en absoluto falto de cuidado y de atractivo, muestra rápidamente las cartas, y las enormes cualidades de esta novela se manifiestan. Sátira política que deviene, casi, presagio de lo real: un medio de comunicación de corte alternativo orquesta una campaña en la que un payaso callejero se convierte en firme candidato a la elección presidencial en un país que no se identifica (os recuerdo lo de Beppe Grillo en Italia, posterior a la publicación de este libro). Rápida puesta en escena de toda la parafernalia propia de esas situaciones: desde militares de pocos escrúpulos hasta políticos de amplios y mullidos bolsillos, todos esos elementos están presentes y se combinan sabiamente. Una estructura ágil en 69 capítulos, un uso astuto de distintos formatos en estos: una lectura voraz, dinámica y divertida. No es cuestión de decir dónde están las carcajadas y dónde los golpes de efecto. Con un tono surrealista, pero, vistas muchas realidades que nos rodean, no tanto, Luis Noriega nos muestra en esta magnífica historia un mundo no tan caricaturesco como parece. Con referencias literarias de lo más dispar: elementos de Orwell y del Kapuscinski más atípico, el de El Emperador. Hasta algo de caudal cinematográfico, cuando ciertas páginas son puras escenificaciones casi grotescas de estampas de líderes, su corte de aduladores y su séquito de conspiradores.
El gran triunfo de Noriega en Donde mueren los payasos es el hábil resorte de la parodia para mostrar cómo funciona el circo electoral y como de transpirable es la barrera entre el astuto político que manipula a las masas para hacerse con el poder y luego lo detenta con torpeza y desacierto. Aunque puede que resulte en algún momento algo disparatada, la historia viene a representar cierta peculiar forma de hacer política: la del candidato pendiente de como valora la opinión pública cada paso que da, obcecado con convertir el poder en una cuestión competitiva casi fiel reflejo del mundo mercantil.
Salteada por un juego mitad empresarial, mitad metaliterario (las visitas del propio autor a un editor desesperado por el nulo efecto de sus consejos profesionales), Donde mueren los payasos solo flaquea cuando aposenta su trama ya directamente en el esperpento. Una especie de recta final tragicómica algo confusa en que todos los candidatos presidenciales creen ver en secuestros,autosecuestros y riesgos personales las bazas seguras para alzarse con el triunfo en los comicios. Puede que hasta en eso Noriega sea consciente, creo. Puede que meter al lector en ese marasmo, en ese pasacalle de cámaras, sicarios y paramilitares entregados a retransmitir desde un enorme cuadrilátero donde se dirime el poder sea la mejor manera de mostrar a ciertos (demasiados) políticos tal como son. Alimañas que solo sueñan con el momento de salir a un balcón, ante una multitud, con los brazos en alto. Una estampa familiar.
El gran triunfo de Noriega en Donde mueren los payasos es el hábil resorte de la parodia para mostrar cómo funciona el circo electoral y como de transpirable es la barrera entre el astuto político que manipula a las masas para hacerse con el poder y luego lo detenta con torpeza y desacierto. Aunque puede que resulte en algún momento algo disparatada, la historia viene a representar cierta peculiar forma de hacer política: la del candidato pendiente de como valora la opinión pública cada paso que da, obcecado con convertir el poder en una cuestión competitiva casi fiel reflejo del mundo mercantil.
Salteada por un juego mitad empresarial, mitad metaliterario (las visitas del propio autor a un editor desesperado por el nulo efecto de sus consejos profesionales), Donde mueren los payasos solo flaquea cuando aposenta su trama ya directamente en el esperpento. Una especie de recta final tragicómica algo confusa en que todos los candidatos presidenciales creen ver en secuestros,autosecuestros y riesgos personales las bazas seguras para alzarse con el triunfo en los comicios. Puede que hasta en eso Noriega sea consciente, creo. Puede que meter al lector en ese marasmo, en ese pasacalle de cámaras, sicarios y paramilitares entregados a retransmitir desde un enorme cuadrilátero donde se dirime el poder sea la mejor manera de mostrar a ciertos (demasiados) políticos tal como son. Alimañas que solo sueñan con el momento de salir a un balcón, ante una multitud, con los brazos en alto. Una estampa familiar.
2 comentarios:
hace dos días comencé a leerlo, solo voy en la pagina 64 pero estoy que no puedo de la risa! definitivamente recomendado!
Gracias por el comentario! Clave de humor, aunque, como dice un amigo, un libro muy serio.
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