Idioma original: francés
Título original: Le planète des singes
Año de publicación: 1963
Valoración: recomendable
Este es uno de esos casos en los que es difícil leer el libro como si no supiéramos nada de él de antemano: leer El planeta de los simios como lo debieron leer sus primeros lectores en 1963, cuando todavía no existía la película de Charlton Heston ni, claro, sus posteriores secuelas, remakes y reboots. Muchas de las sorpresas que el autor había plantado en la novela para sorprender al lector ya no son tales sorpresas (y en la edición que he manejado de Plaza & Janés se cargan una de las pocas que quedaban en la contraportada).
Por si todavía queda alguien que no conozca el argumento, aquí va: una nave espacial en misión científica aterriza en un planeta cercano a la estrella Betelgeuse, aparentemente muy similar a la tierra. Pero pronto descubren que no todo es idéntico a la tierra: en este planeta los seres humanos son seres evolutvamente inferiores, dominados por los simios (chimpancés, gorilas y orangutanes), que han desarrollado una civilización avanzada. Capturado como cobaya para experimentos, el protagonista, Ulysse Mérou, deberá demostrar que está dotado de una inteligencia superior con la ayuda de la una chimpancé especialmente despierta: Zira.
Precisamente por ser una historia tan conocida, y por un cierto aire naif en las explicaciones científicas, El planeta de los simios resulta algo anticuada en comparación con la evolución posterior de la ciencia-ficción (sobre todo con la ciencia ficción hard core o con el cyberpunk). Casi podría compararse con obras como La máquina del tiempo o La isla del doctor Moreau de H. G. Wells, escritas más de medio siglo antes. Es muy evidente, por ejemplo, la influencia de las teorías darwinistas, del conductismo psicológico (el protagonista se ve sometido, entre otros, al experimento del perro de Pavlov) o de la idea del inconsciente colectivo, de Carl Jung; pero todas estas teorías aparecen en una versión masticada y domesticada, sin que dé la impresión de que Boule tuviera un conocimiento muy profundo de ninguna de ellas.
Como narración, la novela mantiene el interés, el ritmo y la tensión a través de la evolución del personaje principal, sus progresos y retrocesos, hasta las sorprendentes revelaciones de la tercera parte de la novela (que tampoco serán sorprendentes para quien conozca la película). También ayuda a mantener interesado al lector la relación entre Zira y Ulysses, una de las pocas historias de amor interspecies de la historia de la literatura; es en cierto modo divertido ver al protagonista dividido entre Nova, una bomba sexual humana con la inteligencia de un conguito, y Zira, la adorable chimpancé con la que comparte sus penas y miedos.
Nota curiosa: Pierre Boule es también el autor de El puente sobre el río Kwai, basada en sus experiencias como prisionero durante la Segunda Guerra Mundial; algo similar sucede con J. G. Ballard, autor de El imperio del sol sobre sus recuerdos en un centro de internamiento japonés (llevada al cine por Spielberg) pero también de numerosas novelas de ciencia ficción como El mundo de cristal o El mundo sumergido.
1 comentario:
Es cierto, por culpa del cine el pobre libro ha quedado en la sombra.
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