lunes, 20 de noviembre de 2023

Han Kang: La clase de griego

Idioma original: coreano
Título original: 희랍어 시간
Traducción: Hèctor Bofill y Hye Young Yu para La Magrana (en catalán) y Sunme Yoon para Penguin Random House (en castellano)
Año de publicación: 2011
Valoración: recomendable


Hay ocasiones en los que la trayectoria literaria de un autor tiene recovecos y meandros que dificultan seguirle la pista, pues la obra publicada no guarda un estricto orden en la que fue escrita sino que las editoriales, por uno u otro motivo, traducen sus obras de manera desordenada. Este es el caso que nos ocupa pues el primer título traducido de Han Kang «La vegetariana» (2007), con el que obtuvo su máxima repercusión, vino seguido por «Actos Humanos» (2014) y después por «Blanco» (2017), pero sorprendentemente justo ahora se recupera esta obra, muy anterior, publicada originariamente en 2011. Y, en este caso, la cronología en la traducción guarda relación con la evolución de la autora, pues, paradójicamente, esta obra se encuentra mucho más próxima a «Blanco» a nivel conceptual y estilístico que si la ubicáramos temporalmente entre «La vegetariana» y «Actos Humanos» que es donde le pertenecería. Veamos el porqué.


Podríamos intentar simplificar la obra de Han Kang, según lo publicado hasta la fecha, en dos grandes bloques: la búsqueda del impacto y la dureza narrativa por un lado, y la mirada apreciativa y cálida en el otro. En apariencia, dos bloques antagonistas, casi enfrentados, pero solo en apariencia porque mientras el dolor y el atrevimiento mostrado en sus primeras novelas traducidas ocultaban una prosa poética y emotiva, de la misma manera la mirada tierna y delicada de «Blanco» y del libro que nos ocupa apenas deja entrever el dolor y la dureza que la soledad y la tristeza desprenden. Pero todos estos elementos se mezclan y conviven en todas sus obras, de manera que el estilo de Han Kang se encuentra y se conserva intacto en su profundidad, cambiando únicamente el punto desde donde lanza su mirada, el origen desde el cuál emerge la emoción que hábilmente plasma en sus textos.

La novela empieza con la protagonista sentada en una clase donde enseñan griego; en ella, se le pide leer en voz alta. Pero cuando lo intenta ve que no puede, que es incapaz de articular palabra ante la sorpresa de los demás. Este hecho la lleva a recordar años atrás en las que esta incómoda e involuntaria situación le ocurrió por primera vez, en su infancia, con su madre enferma de cáncer y ella volcada con la lectura, aprendiendo la lengua y los signos ortográficos con pocos años. Con una personalidad solitaria, encontraba siempre la compañía en las letras mucho más que en los amigos, sin mostrar ningún interés por arreglarse ni por tener relaciones románticas llegando así a los dieciséis años cuando el primero de esos episodios de mudez apareció, siendo incapaz de articular ninguna de esas palabras que con tanta admiración y avidez aprendía de los libros. La narración, siempre pausada y bien hilvanada, nos devuelve al cabo de pocas páginas al presente, y conocemos que ya en la edad madura vive sola, sin un marido del que se divorció y sin la custodia de su único hijo pues la consideraron incapaz de cuidarle y velar por él debido a su precaria situación económica y a su hipersensibilidad.

En este relato a dos voces, la autora alterna la narración de la protagonista con la del profesor de griego, víctima de una ceguera que avanza de manera inexorable ya desde su adolescencia y nos habla también de un amor que tuvo a esa edad en la que los sentimientos inundan nuestra existencia y todo se descubre con la magia de las primeras ocasiones mientras nos detalla cómo su tránsito vital era acompañado por una emigración desde Corea a Alemania en su adolescencia y su regreso a su tierra natal años después. De esta manera, el texto alterna la narración con breves episodios de la clase de griego, en la que profesor y alumna de encuentran, con grandes extensiones del pasado de ambos protagonistas que copan la mayoría de las páginas del libro. De manera análoga a la clase de griego y el estudio del griego antiguo de la mano de Sócrates y Platón, el texto de envuelve se constantes reflexiones sobre la amistad, la vida, la muerte y el paso del tiempo, imbuyendo a sus protagonistas de los razonamientos filosóficos de los grandes pensadores antiguos.

Como en sus anteriores novelas, el estilo de Han Kang es orgánico, desborda el cuerpo y se interrelaciona con él, imbricando pensamiento y cuerpo como elementos que interactúan de manera casi indistinguible; en este caso, el dolor que inunda la vida de la protagonista se encierra tan dentro de sí que ni las palabras surgen de su propia boca, envueltas en un manto de oscuridad que impide que salgan a la luz como si, encerrando el dolor, este fuera a desaparecer engullido por su propio ser. Pero el dolor no desparece si no lo sueltas, no se absorbe aunque lo intentes, y ella lo intenta, no a través de su propia lengua, una lengua vinculada por siempre a su vida, sino a través de una lengua extranjera, quien sabe si pensando que al abrirse a una nueva lengua se le abrirá a su vez un nuevo mundo, esta vez más luminoso, menos oscuro porque «entonces, cuando disponía del lenguaje, las emociones eran más claras y fuertes. Pero ahora ya no hay palabras dentro de ella. Las palabras y las frases se han separado de su cuerpo». El ritmo lento y pausado, muy habitual en la literatura oriental, encaja a la perfección con la historia narrada, en la que ambos personajes se aproximan, con tiento y delicadeza, como si su fragilidad emocional fuera tan quebradiza que no pudiera soportar un ritmo más acelerado, como si la ceguera de él y la mudez de ella les obligaran a ralentizar sus movimientos, quizá esperando a encontrar algo que les permitiera avanzar con más determinación.

Con este texto, la autora demuestra nuevamente una gran sensibilidad y nos acerca a unos sentimientos envueltos de soledad a través de unos personajes que, aunque no de manera explícita o buscada, reclaman a grandes gritos, a veces ensordecidos por un gran silencio, la compañía de un ser amable que comparta con ellos su situación trágica. Una compañía que siempre necesitamos aunque a veces no seamos conscientes de ello y que a veces encontramos en otras almas tan perdidas y solas como nosotros mismos.

También de Han Kang en ULAD: Actos humanosLa vegetariana, Blanco

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