martes, 9 de febrero de 2021

Annie Ernaux: El lugar

 Idioma original: francés

Título original: La place

Año de publicación: 1983

Valoración: Está bien




Hace ya muchas décadas que los lectores nos hemos convertido –quizá demasiado a menudo y, desde luego, de forma involuntaria – en voyeurs de vidas ajenas. Ese exhibicionismo impuesto no siempre es lo que buscábamos. Hay vidas que nos seducen por el motivo que sea –sensibilidad, estilo, dosis justas de audacia y discreción, interés de sus contenidos etc.–, pero si no encontramos nada de esto, el rechazo quizá sea más fuerte que el que podamos sentir hacia una obra de ficción que no nos acaba de enganchar. A mí, estas memorias sobre el duelo por el fallecimiento del padre me han parecido innecesariamente indiscretas en aquellas cuestiones que dejan en evidencia al retratado y rozando la banalidad cuando describe un dolor que no tiene nada de especial o esos, bastante anodinos, años de convivencia.

Cada artista elige un camino, y Ernaux se inclinó por exponer su vida en gran parte de sus obras. Estaba en su derecho, faltaría más. Ha sido admirada por ello, incluso ha generado discípulos. Bien, como suelo repetir, los gustos son libres y yo, aunque el texto apenas rebasa el centenar de páginas, estaba deseando llegar a la última. Me aburría, no conectaba conmigo. Pero no vean una crítica en esto: admito que la autora sabe poner al lector bajo su propia piel con muy pocos elementos (simplicidad que no considero un valor: tanto el relato en sí como la prosa me parecen demasiado esquemáticos). Se trata de mi reacción personal, seguramente provocada por cierto empacho del género memorístico. Y no es que lo rechace, pero le exijo unos mínimos que, en este caso, cumple solo a medias.

El lugar es aquí un término polisémico. Se refiere al hogar que ha compartido con sus padres, a la localidad dónde han vivido juntos, pero sobre todo a la posición social que compartió con ellos en la niñez, de la que se deshizo en cuanto tuvo ocasión de hacerlo y al nuevo estatus que adquirió ya de adulta. Esto implica nuevas experiencias, gustos distintos, diferente mentalidad, mutuo sentimiento de extrañeza, lenguaje más cultivado y complejo, amistades y amores  de más alta extracción social, mayor seguridad en sí misma y un larguísimo etcétera. Existe un sentimiento soterrado de vergüenza por el orgullo que representa para ella este salto. Vergüenza por el orgullo, sí, parece complicado, pero es exactamente eso lo que se deduce del relato, lo que encontramos casi en cada frase, y que se expresa de forma tan sutil como efectiva. Un logro bastante difícil que es justo reconocerle. Mandamos a la niña a estudiar y ya no sabemos quién es, esto es lo que refleja la actitud de un padre, orgulloso e incómodo a partes iguales, un padre que adora a su hija y se siente perplejo ante el resultado de su trayectoria. Era de esperar, sin embargo, aunque a los interesados les pille por sorpresa casi siempre.

“… los vecinos vigilaban la blancura y el estado de la ropa tendida a secar, y sabían si se vaciaban los orinales todos los días. Aunque las casas estaban separadas unas de otras por setos y desniveles, nada escapaba a la vista de la gente, ni la hora a la que el marido había vuelto del bar, ni la semana en que los paños higiénicos debían balancearse al aire.”*

Un ambiente que puede asfixiar a poco que uno se ha alejado de él, así como ese primitivismo en gestos y actitudes y que está bastante bien descrito. No solo el de su infancia, también el de la generación anterior a sus padres, cuyas vivencias de niñez y juventud le parecen más medievales que acordes a su época (“Cuando ahora leo a Proust o a Mauriac, no creo que evoquen los tiempos en que mi padre era niño. El panorama de mi padre era de la Edad Media”). (Hay que decir que Ernaux nació en 1940, pero a partir de la IIGM el panorama había cambiado bastante). Hasta el padre reconocía que sus textos escolares, en los que animaba a los niños a sentirse felices con su suerte de pobres, eran todo un despropósito. Por eso el matrimonio peleó durante toda su vida hasta conseguir un negocio propio, humilde y que no rendía demasiado pero, al menos, les libraba de la esclavitud de la fábrica. 

Sin embargo la nostalgia está siempre presente en ella. Del padre vivo, del padre joven, de su propia infancia, de esa ingenuidad y despreocupación que hubo de sustituir más adelante por un esnobismo no siempre fácil de mantener, de la complicidad familiar destruida para siempre… Una ambivalencia casi tan dolorosa como la propia pérdida, como todas las pérdidas y renuncias que hubo de experimentar en su vida. Igual que todos, por otra parte.

(*) La cursiva es mía.

 Traducción: Nahir Gutierrez


Todas nuestras reseñas de la autora: Aquí

11 comentarios:

Visi dijo...

Sigo sin cogerle el tranquillo a Ernaux. He ojeado varios de sus libros con cierto interés en la biblioteca y no me ha atraído nada, por lo menos en el estilo y construcción del lenguaje. Supongo que el meollo de lo que cuenta en sus libros será muy interesante, no digo que no pero no he alcanzado a verlo.

Quien sabe si algún día pruebo a leerme entero uno de sus libros y cambie entonces de opinión. Ahora mismo como que no. Y no niego que algo tendrá el agua cuando la bendicen.


Montuenga dijo...

Pues estoy más o menos de acuerdo. Habrás visto que, aunque valoro algunos aspectos, mi reseña no es demasiado entusiasta. En nuestro ranking particular, que va de Decepcionante a Imprescindible, el Está bien equivale más o menos a un 6. Y no pienso que lo haga mal, quizá sea que lo que tiene que contar no me interesa demasiado.

Dimas dijo...

La autoficción o como queramos llamar al género (ojo, no confundir con las memorias) se ha ido un poco de las manos o eso me parece a mi. Hay mucha medianía tanto por el nivel literario como por temática que en muchos casos, los más, son historias vitales que no interesan a casi nadie. No sé si Ernaux será una excepción a la vista del reconocimiento, parece ser, general. He leído un par de libritos (porque son eso, libritos de pocas páginas y textos muy espaciados...) y me ha pasado lo que a Montuenga. Ni fu ni fa. El caso es que todavía no he conocido a nadie cercano que hable con entusiasmo de ella como escritora. No sé, no sé.

Lupita dijo...

Hola:

Leo estos comentarios y la reseña de Montuenga y recuerdo que Marc, con el que suelo coincidir en las valoraciones, la valora muy elogiosamente. Tengo mucha curiosidad por leerla.

Como curiosidad, he recordado que algún psicólogo (usando un término de Lacan) habla de que el concepto de intimidad se ha cambiado por el de "extimidad", o que la intimidad ha muerto directamente.

Saludos

Marc Peig dijo...

Hola, Lupita
Muy acertado el concepto de “extimidad”, me gusta. Y sí, parece que con Ernaux tenemos discrepancias con Montuenga. Si te decides probar a leer alguno de sus libros, te diría que empezaras por “Los años”, es muy bueno y el más apto para un público amplio. Reseñado en ULAD, claro ;-)
Saludos y gracias por el comentario
Marc

Lupita dijo...

Jajaja, tengo como seis libros empezados a la vez.
Lo nuestro no es normal, pero qué felicidad.

Gracias a don Covid y la escasa vida social, lo buscaré y volveré.

Saludos a todos

Montuenga dijo...

Pues sí Dimas, yo creo que la forma es correcta pero el contenido peca de reiterativo y monotemático.
Y aprovecho para ampliar mi impresión. Estas memorias me parecen un poco estomagantes tratándose de alguien que lo tenía todo en contra y pudo escapar a su destino gracias a su esfuerzo sí, pero también a la inteligencia que le tocó en suerte, a unos padres entregados y a una política estatal que la apoyó.
Y en lugar de estar contenta con su suerte se dedica a lloriquear, en lugar de sentirse orgullosa de su gente, se avergüenza y les desprecia. Es más, en lugar de llevar a casa ese mundo ilustrado con la mayor delicadeza, se encierra en un mutismo oscurantista que cada vez la aleja más de ellos y convierte los encuentros en algo incómodo y hasta asfixiante. Ellos no podían acercar posturas, estaba en sus manos y no lo hizo.
Para colmo, aprovecha esos orígenes para lograr fama y dinero a base de victimizatse y renegar de ellos.
Me pasó igual con el Didier Eribon de Regreso a Reims reseñado hace unos días. Aunque me gustó más que este, cojea del mismo pie, y no oculta que ha seguido los pasos de Ernaux.

Montuenga dijo...

Está claro, tal como decís Lupita y Marc, que tenemos gustos diferentes. Lo hemos comentado muchas veces aquí, cada miembro del equipo tiene su propio criterio racional y sus propias preferencias. Pero, a ver, siempre dentro de un límite. Seguro que hay muchísimos libros que nos encantan a todos los de ULAD, y que otros muchos los aborrecemos sin matices. Discrepancias enormes no suele haber tantas. En este caso yo he dado a El lugar algo parecido a un 6 y Marc se mueve entre el 7 y el 9 a la autora, no sabemos cómo valoraría esta obra pero sospecho que no mucho más alto que yo.

Saludos a ambos.

Lupita dijo...

Hola, Montuenga:

Hace pocos días leí "Una mujer" y no me gustó mucho; lo encontré soso, frío, desabrido. A veces es la historia la que atrapa, otras el modo de contarlo, pero no me sedujeron ni lo que se cuenta ni la forma. Hay un no se qué de pretencioso, de mirar desde una altura moral o intelectual a la madre. Sí, la historia es triste, pero no me llega. Me pareció que la madre había sido una mujer luchadora y que jugó su baza lo mejor que supo. Me resultó antipática la narradora-hija.

Tengo "Los años" esperando. A ver si ese me convence.

Saludos

Montuenga dijo...

Lupita, no sé si has leído mi respuesta al comentario anterior. También iba para ti, aunque no lo dije.

Como verás, a nuestra manera, venimos a decir lo mismo. No sé a qué viene tanta nostalgia tras los fallecimientos cuando había puesto una barrera imposible de franquear por sus padres.

En Ernaux veo insensibilidad y un punto de soberbia, porque se atribuye un mérito que les corresponde más a ellos. Y que todo eso lo aprovechase para hacerse un nombre y vender me parece ya el colmo.

Puede que esté exagerando, pero la verdad es que no siento ninguna simpatía por ella.

Lupita dijo...

Hola de nuevo:

No había leído bien el comentario anterior; tienes razón, venimos a decir lo mismo. He sentido dureza e incomprensión en las palabras de esta mujer, y me he alegrado de encontrar algo que no me gustara, pensaba que estaba perdiendo capacidad crítica. De todos modos, con un solo libro no me parece justo juzgar.

Saludos