Idioma original: castellano
Año de publicación: 1990
Valoración: Recomendable
No suelo leer libros de más de trescientas páginas por lo que las setecientas de La vieja sirena son para mí un tocho de pleno derecho y, lo que de verdad importa, un tocho que vale la pena. La principal garantía reside en su autor, el ya desaparecido José Luis Sampedro, escritor maravilloso y humanista como pocos. A los que no le conozcan les invito a buscar alguna de las entrevistas que se le hicieron, sobre todo a raíz de la —otra— crisis económica; sus reflexiones poseen una insólita confluencia de inteligencia, sensibilidad, empatía y humildad. En fin, no es que siempre se vayan los mejores, es que cuando los mejores se van, se nota.
Resumen resumido: Alejandría, siglo III. Irenia (antes Nur y antes Killia), una esclava de insólita belleza que desconoce su propio origen, es comprada para servir en la casa del poderoso Ahram el Navegante. Su encuentro con él y con su fiel servidor Krito, la llevará no solo a recuperar la memoria de un pasado mítico si no que reafirmará en ella el único sentido de tener una vida mortal: vivir con plenitud.
De entrada, parecería que estamos ante una novela histórica más, sobre todo por el minucioso retrato de la exuberante y multicultural Alejandría y su papel como centro comercial y neurálgico. El autor explica sus fuentes de documentación al final del libro y pide disculpas por las incoherencias en las que haya podido incurrir. No obstante, aclara:
«Nunca pretendí hacer historia, sino comprender mejor el amor y el poder, esas dos grandes pasiones de todos los tiempos.»
Sampedro nunca se queda en lo superficial o en lo sencillo en cuanto a temática y subtexto y en La vieja sirena juega a la confluencia de dos conceptos —lo histórico y lo mágico— para elevar el relato hacia aquello que es el verdadero objetivo de esta obra: explorar algunos aspectos de la esencia humana. Para ello reinterpreta el mito de la sirena desde una perspectiva contemporánea en la decadente y rígida Alejandría con el único propósito de poner en crisis el orden establecido. Materializa el mito en una mujer que fascina desde su dualidad y su misterio; a partir de ella logra dar cabida a realidades insospechadas en la mentalidad antigua predominante.
Desde el punto de vista narrativo, el texto es minucioso, visual, lírico y transpira verosimilitud, no solo en la evocación de la bella y caleidoscópica Alejandría y de los hechos sociopolíticos que la rodean, si no por lo bien que se reflejan los conflictos de los personajes que intervienen. Hay un narrador en tercera persona que aporta la información más descriptiva o de marco histórico pero la mayoría de los pasajes transcurren mediante la técnica del monólogo interior, para el caso de Irenia/Glauka y de Ahram el Navegante. Alguno de estos pasajes no solo son de gran belleza si no que contribuyen enormemente a la construcción del personaje:
«Yo también amaba aquella barba en mi mejilla; la de mi padre. Primer recuerdo de mi piel, más fuerte que el de la teta de mi madre. Aquel pecho era tan suave como mi propia piel; la barba de mi padre era fuerza. Levantaba la manta de la puerta para entrar en nuestra tienda y se me acercaba como un gigante. Su voz recia frente a la de mi madre. Sonaba como el cuerno de carnero que congregaba a la tribu; la de mi madre era la flauta de nuestras danzas. Siempre les estoy viendo. Mi mundo era la tienda, dentro todo era eterno: las dos voces, el tapiz, los besos. Fuera todo cambiaba: las rocas, las arenas, el ganado que va y viene, el cielo que hiela o quema. El sol se iba y la luna venía. Todo girando alrededor de la tienda; dentro mi mundo siempre el mismo. Las barbas del gigante, las manos de mi madre. El gigante levantándome hasta el cielo antes de sentarme en su hombro; yo sentía su barba en mis muslos desnudos. Luego me dejaba resbalar despacio y la barba rozaba mi mejilla. Era la firmeza, me hacía invulnerable.»
En otras ocasiones, dichos pasajes están al servicio de la expresión de los requiebros y las exaltaciones románticas y amorosas; pasajes demasiado abundantes para mi gusto. Del mismo modo, aquellos en los que se explican las estrategias bélicas, políticas y económicas de Ahram también pueden resultar algo excesivos. En cualquier caso y teniendo en cuenta que el leitmotiv de la trama es el poder y el amor, tales pasajes serán excesivos o no pero, desde luego, son pertinentes.
Algo que también está muy presente en La vieja sirena es lo erótico y lo sensorial, todo lo relacionado con el cuerpo, con la piel. Irenia/Glauka habita su cuerpo con total libertad, asume el dolor y busca el placer como algo natural, sin ataduras de ningún tipo. Este aspecto inherente de su psicología es una reacción a un pasado inmortal en el que, según ella, no se vive si no que tan solo se existe. Para Irenia la condición efímera de los humanos es la cualidad necesaria para la vida, porque es el tiempo el que dota a los momentos de su valor y sin él no existen las emociones ni las sensaciones; y es en la posibilidad de buscar esas emociones y sensaciones en la que ella se siente libre, pese a ser una esclava. Esa idea es el germen de todo el ideario que subyace en la novela y que tiene que ver con la libertad, la tolerancia y el elogio a la diferencia.
Desde el punto de vista ideológico, La vieja sirena mueve el suelo de muchas de las creencias que conforman la base de nuestra ideología actual, empezando por el simple hecho de que la civilización de esa Alejandría del siglo III no es tan distinta a la nuestra: luchas de poder, manipulación de la opinión pública, guerras, clasismo, opresión… y por la parte positiva: pensamiento crítico, tecnología, valores, diversidad, etc. Los mensajes están por todas partes y hacen referencia a muchas de las lacras que, como decía, nos asolan también a día de hoy. A modo de ejemplo:
- La mujer en la historia como elemento silenciado, relegado y/o malversado.
«(…) que fue Adán, con su orgullo masculino tan impropio de la mujer, quien realmente desafió a Dios en el paraíso terrenal e hizo pecar a Eva; aunque luego los varones redactores del Génesis impusieran una versión enmendada, muy conveniente para ellos al justificar la ulterior sumisión de la mujer en la vida social.»
- La tolerancia ante la diversidad. La aceptación de que el placer no es único y que cada uno tiene derecho a explorar el propio sin ser señalado por ello.
«Si fuese inútil no estaría vivo… ¿Monstruo? Nada de lo que es puede ser monstruoso: desde el momento en que la naturaleza lo ha creado es natural. La vida no produce monstruos; los producimos nosotros.»
- Sobre la masculinidad mal entendida o tóxica (muy interesante la evolución del protagonista, Ahram).
«(…) lancé mi cabellera sobre su rostro al decir que sí, que lo más imbécil del mundo es un hombre educado para ser solo macho, cuándo se darán cuenta ellos de lo que en verdad nos importa a las mujeres, cuándo sabrán que el centro del amor no está en su miembro, afortunadamente me confiesa que ya no lo tiene todo tan claro...»
En resumen, una novela hermosa, entretenida, que da pie a la reflexión y que valoro con un Recomendable a pesar de que, como he dicho, me sobran algunos pasajes. Me impactó muchísimo más cuando la leí hace cosa de veinte años y por entonces le hubiera dado un Muy Recomendable. Lo achaco a que mi bagaje lector por entonces era más limitado y a que, para qué engañarnos, el cinismo que te dan los años hace que las historias de amor tan grandiosas en lugar de emocionarte te provoquen cierta pelusilla.
12 comentarios:
Muy interesante, dan ganas de leerlo aunque no le hayas puesto un diez. A mí me pasa igual con Sampedro, creo que humanamente era admirable, por lo que escribe y por las entrevistas suyas que he leído. No escribe mal pero le falta algo (o bastante) para ser excepcional. He leído tres o cuatro suyos, pero este no.
A mí me encanta la buena novela histórica (Mújica Lainez por ejemplo) pero hay mucho best seller por ahí que no hay quien se trague. Supongo que esta estará a medio camino.
Lo que no tiene desperdicio es tu reseña: completa, detallada, sutil, muy bien escrita, con criterio... Te doy mi enhorabuena con la sinceridad más sincera -parafraseando a una tal Beatriz Garza ;)-. Todas me gustan, pero esta merece estar en el cuadro de honor de ULAD. Y lo digo en serio.
Ya pasará alguien por aquí a darme la razón.
Pues sí, magnífica reseña. Recuerdo haberlo leído hace años y tener esa sensación de estar ante un Mujica Lainez menor. Diría,si la memoria no me falla, que es una versión "pobre" de El escarabajo.
Abrazo!!!
Andaba entonces "depositando" a judicaturas
(llamese deposicion a oposición cuando te sale del culo)
y andaba decaido atronado por leyes y esquemas imposibles;
cuando mi preparador, nunca tuve claro si para desaguarme
o para que dejara de una vez aquel improbo propósito,
me presto este libro.
Me encató tanto y me llevó tan lejos
que al poco tiempo deje de opositar
y casi como promesa me confabulé para no releerlo más y
quedarme con el recuerdo excelente para
recomendarlo a todo el mundo.
Abrazuchos. Sigo como siempre vuestras recomendaciones.
El chochamen
Montuenga,
muchas gracias por tu comentario y me alegra haberte despertado la curiosidad con mi reseña. Y tomo nota de Mújica Lainez. No soy muy de novela histórica pero tampoco veto algo que me viene bien recomendado. Si lees finalmente la novela me gustará conocer tu opinión. Abrazo, compa.
Koldo,
pues voy a buscar ese "escarabajo" porque ahora me has despertado la curiosidad. Muchas gracias por tu comentario. Un saludo, compa.
Lo q Leo,
veo que te he abierto el baúl de los recuerdos con mi reseña. Es curioso el vínculo que se establece entre algunas obras y el momento vital en el que son leídas. Un saludo y muchas gracias por comentar.
No soy especialmente fan de Sampedro, de hecho no me gusta mucho. Pero tú reseña es de diez, compañera.
Carlos A,
muchas gracias, compa. Feliz de estar a bordo con vosotros y nuestros comentaristas.
Lo leí cuando iba al instituto, porque mi profe de Lengua vio que estaba leyendo "La sonrisa etrusca", novela que me entusiasmó, y me recomendó "La vieja sirena". Esta me decepcionó un poco, porque esperaba que me gustara tanto como la otra novela de Sampedro. Algo parecido me ocurrió con "El río que nos lleva" y "Octubre, octubre" .
Rebeca, puede ser que en mi caso también sea "La sonrisa etrusca" la que más me ha gustado de este autor. Muchas gracias por comentar!
Creo que de Sampedro me lo he leído todo y salvo "El amante lesbiano" todos me han gustado.
Sampedro era una persona tan entrañable e integra que a veces parece que criticarlo es un sacrilegio.
Aunque no sé muy bien que quiere decir eso, y creo que no soy quien para poner escalas de valores, es cierto que siempre me pareció un escritor "menor". Pero he leído todo lo publicado (creo) y siempre me ha arrancado sonrisas. Con todo, precisamente "La vieja sirena" es el que menos me gustó, quizá porque lo leí muy joven y después que todas y todos me lo recomendaran.
De todas formas, hoy que encontrar "modelos" de humanidad es tan difícil, nos queda decir aquello de "siempre nos quedará Sampedro"
pseudosociologa,
pues tenía yo pendiente "el amante lesbiano" y ahora no sé qué hacer... XD
Muchas gracias por comentar!
Magda,
tienes toda la razón, últimamente se habla mucho de lo de separar la obra del artista pero no es fácil, ni para lo bueno ni para lo malo. Me parece curioso que un motivo por el que no te gustó la novela sea porque eras muy joven. A mí, tal como explico en la reseña, me pasó justo al revés. Quiero decir con esto que a lo mejor si la relees, te llevas una sorpresa. La literatura es maravillosa.
Un abrazo y gracias por compartir!
Publicar un comentario