domingo, 24 de noviembre de 2019

Peter Handke: La tarde de un escritor


Idioma original: alemán
Título original: Nachmittag Eines Schriftstellers
Año de publicación: 1987
Valoración: Recomendable (imprescindible para sibaritas)



Las tendencias literarias son un misterio: influyen las modas, el mercado, todo a la vez. A algunos escritores les tienen sin cuidado las tendencias, otros las ignoran en ciertos momentos para exteriorizar lo que sienten, les preocupa o desean divulgar; a veces, parece establecerse una competición por ver quién sorprende, asusta o confunde más que nadie. Pero a menudo los lectores necesitan variar el menú, intercalar el thriller y el cuadro costumbrista, el humor y la tragedia. En este caso, si a pesar de todas las polémicas sobre la ideología de Handke, la Academia Sueca se ha fijado en él, se debe, como puede comprobarse, a la indudable calidad de su escritura. Y es que lo difícil es crear belleza utilizando materiales comunes, retratar la vida cotidiana y que cualquiera de nosotros se sienta retratado, embellecer los gestos más vulgares con la sencilla magia de las palabras. La tarde de un escritor, que narra exactamente lo que indica su título, está escrita en tercera persona, pero no podemos evitar imaginarnos al propio Handke hablando de su propia experiencia.
Que, por otra parte y según vengo diciendo, es de lo más simple: Un tipo que vive en soledad consagrado en exclusiva a su trabajo, acaba su jornada diaria y se distrae dando un paseo a última hora de la tarde; aislamiento, adoptado como disciplina en aras de la productividad laboral, con el que parece sentirse realmente cómodo. El individuo en cuestión se dedica –nada casualmente– a escribir, vive en lo alto de una colina a poca distancia de un pueblo, le gusta el contacto con la gente siempre que esto no interfiera su labor, pero no es muy comunicativo, sabe que es reconocido pero le gusta mantenerse a distancia. Ya en el primer párrafo se desvelan los motivos de dicho comportamiento: “Desde que una vez vivió convencido, durante casi un año, de que había perdido el habla, cada frase que el autor anotaba, y con la que incluso experimentaba el arranque de una posible continuación, se había convertido en un acontecimiento.” Es decir, el personaje –más o menos, su alter ego– conoció el bloqueo creativo en algún momento de su carera. Por eso, el miedo a que se repita está siempre presente sea o no consciente de ello y, desde el principio, una vez terminada su jornada, ya con la mente libre, vuelve a obsesionarse con él. Sale para despejarse pero su fantasma personal no se queda en casa, le persigue durante todo el trayecto, de ahí su indecisión sobre el camino a tomar, con quién debe conversar etc. Por momentos se abandona a recuerdos y reflexiones, pero sus temores siempre acaban regresando.
No obstante, oficio y circunstancias son lo de menos, este personaje podría ser cada uno de nosotros, y su obsesión cualquier fobia o sentimiento intenso que mantenemos oculto un tiempo pero aflora siempre que bajamos la guardia. El resto de recuerdos, observaciones, preferencias, reflexiones y fantasías se parecen a las nuestras, el mérito consiste precisamente en ese flujo de conciencia tan concienzudo reflejado en una prosa tan magnífica. Averiguamos los pensamientos de Handke, de su alter ego o de sus lectores ocasionales a través del ser humano sin nombre, al que alude cada vez que se refiere a él y dependiendo de la ocasión, con una adjetivo diferente (escritor, observador, interlocutor, abandonado, demorado, responsable etc.)
Podríamos, pues, definir la novela como un alarde literario. Poco más de cien páginas de elegante prosa –que apreciamos gracias a una exquisita labor de traducción– cuya anécdota es mínima, donde prima la introspección y el retrato de un ambiente muy concreto, que deja ver, de paso, hasta qué punto son decisivos el estado de ánimo y el entorno en que se mueve un autor, así como el aislamiento que impone el oficio a quienes se lo toman en serio. Todo ello acompañado de preguntas de índole existencialista y numerosas reflexiones sobre el proceso creativo. Tanto es así que el autor-personaje, en cierto modo, nos lleva hasta su cocina, muestra sus ingredientes y la forma de combinarlos, en una exhibición donde la teoría complementa a la práctica..
En sus sueños de juventud, la literatura era para el escritor lo más libre de un país, y esa idea fue su única salida para escapar a la vileza y sumisión diarias y poder sentir el orgullo de ser un igual, como les sucedió probablemente a muchos más.”
Traducción: Isabel García Wetzler


También de Peter Handke:  El miedo del portero al penalty

6 comentarios:

Joselu dijo...

Pero la verdad del escritor está en los márgenes, en la periferia; en el centro no hay nada. De ahí el sentido de este relato en el que el escritor decide salir sin propósito a encontrarse con los límites de su experiencia, de la literatura, de la realidad. Tal vez la clave sea dejar de escribir como acto decisivo.

Montuenga dijo...

O no escribir una sola línea durante toda la vida, quedarse en escritor intencional y atesorar para uno mismo fantasías, observaciones, ideas particulares, frases concretas... Guardárselo todo, ni siquiera contarle a nadie que escribes para adentro.

Oriol dijo...

Esto de escribir sin escribir realmente lo hizo Mario Levrero en "La novela luminosa", por si alguien le interesa.

José L. Solé dijo...

A raíz del Nobel de marras me acerqué a Handke leyendo "La gran caída", novela densa a pesar de su relativa corta extensión en la que no acabé de encontrarme a gusto (trama parecida, en vez de la tarde de un escritor, aquí es el día condensado de un actor pero con muchos puntos de conexión argumental por lo que comentas en la reseña...), eso sí la calidad de su prosa esta fuera de toda duda, no abruma pero aburre en mi opinión.
Su obra es extensa, supongo que el tipo merece una 2ª oportunidad a pesar de que en mi caso la experiencia del debutante no haya resultado demasiado reconfortante.

Unknown dijo...

Intentaré leerlo.. Gracias por la reseña Longstreet

Montuenga dijo...

Hola Oriol. Hay más antecedentes, en El libro tachado de Patricio Pron se pueden encontrar ejemplos de escritores y obras de lo más peregrino, entre ellos algunos de esos excéntricos escritores intencionales. No os cuento más porque lo tengo un poco olvidado, pero dejo el enlace a mi reseña por si alguien quiere consultar:

http://unlibroaldia.blogspot.com/2015/02/patricio-pron-el-libro-tachado.html

Efectivamente, Krust: "La tarde de un escritor" es otra de las novelas de Handke en la que si estás esperando que pase algo puedes aburrirte muchísimo. Más bien es para recrearse con la prosa (y su correspondiente traducción), descripción de ambientes y reflexiones muy personales. Se trata de una acción que podríamos considerar "interna", pasan cosas, sí, pero es solo lo que le pasa por la cabeza al autor pues, como digo en la reseña, la acción es mínima. No es un tipo de literatura que guste a todo el mundo, pero eso tampoco le quita mérito.

Al comentarista anónimo: gracias a ti, si lo consigues y te apetece, leeremos tu comentario.