domingo, 22 de septiembre de 2019

Hannes Råstam: Thomas Quick: cómo se hace un asesino en serie


Idioma original: sueco
Título original: Fallet Thomas Quick: att skapa en seriemördare
Año de publicación: 2012
Traducción: Yeray García
Valoración: más que recomendable

Parece que en los últimos tiempos se ha reavivado el interés popular por los asesinos en serie, tal vez debido a ciertas series y documentales programadas por Netflix (esto lo escribe un seguidor acérrimo de Mindhunter, sin ir más lejos); parece también, por tanto, el momento adecuado para recomendar este libro publicado ya hace unos años por el periodista sueco Hannes Råstam. En él se trata el caso de Thomas Quick, como se conoció durante un tiempo al también sueco Sture Bergwall, quien, a partir de 1992, estando internado en una clínica psiquiátrica y a raíz de la terapia recibida, comenzó a confesar su culpabilidad en diversos crímenes execrables -asesinato, violación, mutilación y canibalismo- cometido durante los 30 años anteriores; en total, se reconoció autor de casi cuarenta asesinatos, por ocho de los cuales fue declarado culpable por los tribunales, siendo considerado además el mayor serial killer europeo hasta ese momento. Pues bien, este pavoroso asesino está hoy en día libre y vive bajo seudónimo en algún país fuera de Suecia. Quizás resida en vuestra misma ciudad y os lo cruzáis todos los días, pensando que es un inofensivo jubilado escandinavo. Quizás sea ese tipo calvo y con gafas que os mira fijamente  mientras vosotros leéis esta reseña en el móvil...

Pues tranquilo todo el mundo, porque eso es exactamente Thomas Quick/Sture Bergwall (o como se llame ahora): un vejete más o menos inofensivo; Thomas o Sture es inocente, al menos de los crímenes que confesó. Todo había sido una trola inventado por este caballero tan locatis y creída -o al menos aceptada- por un buen número de médicos, psicoterapeutas, policías, abogados, jueces, periodistas... Otros, no obstante, se mostraron desde un primer momento escépticos sobre sus revelaciones -empezando por los padres de su supuesta primera víctima- y siempre le consideraron inocente, a la par que mentiroso. El autor de este libro, que era periodista de la televisión sueca, en principio sin una opinión formada al respecto, fue quien, al preparar un reportaje sobre el caso en 2008, consiguió que Sture/Thomas reconociese que todo había sido una invención por su parte. El libro es, por tanto, la crónica de cómo se llevó a cabo la investigación, no para probar la culpabilidad de un asesino, sino su inocencia.

¿Y por qué razón iba a querer alguien, por muy chiflado que esté, autoinculparse de un montón de terribles y hasta horripilantes crímenes? Pues por el motivo más viejo del mundo: para que le hicieran casito. Primero se inventó abusos e intentos de asesinato que habría sufrido por parte de sus padres, para hacerse así más interesante a los ojos de su terapeuta y luego confesó la autoría en uno de los casos de desaparición infantil más célebre de Suecia. La cosa no hubiera salido de la clínica psiquiátrica, tal vez, de no llegar a oídos de la policía y luego de la fiscalía, por lo que Quick, ante la tesitura de tener que retractarse, decidió tirar para delante y confesar no sólo ése sino otros asesinatos sin resolver -que le fueran aumentando la medicación, a la que era adicto, también tuvo mucho que ver-; ya sea por su interés particular o por incompetencia propia de un país bananero, psicoterapeutas, fiscal, policías, abogado defensor... todos le siguieron el juego y fueron hacer crecer la bola de nieve del "peor asesino en serie de Suecia".

De todas formas, lo más llamativo del asunto Thomas Quick, no es lo ñapas que pudieron ser algunos psiquiatras, policías, etc... suecos, ni siquiera en el caso de que su intención fuera cargar el mochuelo a un inocente -por más que él fuera quien se incriminara a sí mismo, a partir de cierto momento aquello era una verdadera encerrona- o, lo que es más probable, sacar algún partido en sus carreras profesionales (por cierto, que si algunas medidas que se tomaron sobre el paciente eran muy cuestionables sabiendo que era inocente, otras resultan totalmente increíbles si pensamos que podría haber sido culpable); es cierto que uno de queda atónito al leer como de van acumulando desafuero tras desafuero, sí, pero la manipulación de pruebas, interrogatorios o testimonios no es algo nuevo bajo el sol procesal, por desgracia. Lo impactante en último término, por diferente, de esta historia es darse cuenta cómo todos o muchos implicados acabaron sucumbiendo al poder de la ficción: la que se inventó en un primer momento Thomas Quick, pero que después es retroalimentada, en un demencial bucle que parecía no ir a tener fin, por la ficción que van pergeñando quienes se ocupan de su caso -tanto criminal como psiquiátrico- y a la que el paciente se va adaptando como nuevo Zelig. De hecho, justo estos días se ha estrenado en Suecia una película basada en este libro de Råstam, titulada Quick, pero cuyo título en inglés es asaz significativo: The Perfect Patient.

El libro resulta aún más interesante además, porque no se trata de la crónica de la captura de un asesino o el trazado de su perfil psicológico, sino de todo lo contrario: la deconstrucción  (más apasionante que su desvelamiento) de uno de estos serial killers. Muchos de los cuales ya han pasado a formar parte de la cultura popular, ya sean personajes reales -Bundy, Dahmer, Berkowitz... o novelescos, como el sempiterno Hannibal Lecter. Ya digo que yo mismo soy muy aficionado a este género de historias, pero también pienso que ojalá incorporemos pronto a nuestro imaginario el caso de Thomas Quick; todos podemos aprender más de él que de cualquier asesino psicópata de tres al cuarto. Por la cuenta que nos trae, además...

6 comentarios:

Gabriel Diz dijo...

Hola Juan:
Muy interesante lo que dices sobre el poder de la ficción. Me ha dejado pensando. Me parece interesante reflexionar sobre el funcionamiento del aparato judicial/policial: en este caso un inocente se asumía culpable pero y si la situación hubiese sido la inversa? Qué problema, no?

Saludos

Juan G. B. dijo...

Hola, Gabriel:
No sé si te entiendo bien, ¿te refieres a un culpable que se declare inocente (algo que sucede en casi todos los cados, supongo) o que es declarado inocente por los tribunales (algo que también sucede, por desgracia, aunque creo que no con tanta frevuencia, por suerte)?
En todo caso, y siendo un poco (bastante) egoísta, yo diría que el problema del caso del que trata rl libro no es tanto que un inocente fuera declarado culpable, qué también, como que denota gravísimos fallos en el sustema procesal (e incluso puede que facilitados en cierto modo por el mismo sistema) en un país que presuponemos como uno de los más rigurosos, garantistas y respetuoso de los Derechos Humanos del mundo. A saber lo que puede pasar en otros...

EtaAquarida dijo...

Hola, vengo a dejar una felicitación a este blog, que para mí es de los mejores que he visto, y me quedo admirada de la constancia para publicar una entrada al día. Gracias por el trabajo y las recomendaciones tan valiosas que me llevo con cada entradas. Un abrazo.

Juan G. B. dijo...

Hola:
Pues muchas gracias en nombre de mis compañeros, que quienes hacen posible este blog.

El Puma dijo...

Que caso tan extraño, verdad? No lo había escuchado nunca antes.

He devorado las dos temporadas de Mindhunter y me parece excelente.

Juan G. B. dijo...

Hola Puma:
Yo recuerdo haberlo leído en el periódico, cuando estalló el escándalo, por decirlo adí. En los países nórdivos será un caso conocido por todo el mundo, supongo...
A mí Mindhubter me chifla y espero ansioso que haya más temporadas (según he leído, David Fincher quiere que sean cinco y ojalá sea así)... Sé q y e es un poco morbiso, pero es que además recuerdo haber visto hace añosun reportaje en la tele sobre Robert Ressler, que era uno de los "mindhunters" reales (se supone que el que inspira el personaje de Bill Tench) y me impresionó la historia, ya entonces...
Un saludo y gracias por pasarte a comentar.