domingo, 29 de septiembre de 2019

Emilia Pardo Bazán: Siete cuentos de misterio

Idioma original de los relatos: Español
Año de publicación del audiolibro: 2005 
Valoración del audiolibro: Se deja leer

Emilia Pardo Bazán (1851-1921) publicó, además de obras maestras, textos de cuestionable calidad. Los relatos compilados en el audiolibro Siete cuentos de misterio vendrían a ser una prueba de ello. Y es que estas historietas de suspense son bastante mediocres. 

En primer lugar, porque son previsibles. No hay giros originales ni subversión de expectativas en ellas. Algunas sabía de antemano cómo iban a terminar, y las demás tengo la impresión de haberlas leído en versiones similares de la pluma de diversos autores. 

Por otro lado, porque no aportan nada al género en que se inscriben. Unas cuantas se sienten, incluso, como oportunidades de innovar desperdiciadas. Este vendría a ser el caso de "El revólver", que tiene un planteamiento interesante pero mal encauzado. En "La cita" o "So tierra" hay enredos a los que, para mi gusto, habría que llevar más allá, o enfocar con más mala leche. En fin, una lástima que doña Emilia se mostrara así de condescendiente al escribir estas tres piezas que tanto potencial tenían.

De todos modos, hay que reconocer que la prosa de estos relatos es magistral. Hecho que sorprende, teniendo en cuenta la naturaleza folletinesca de los mismos. Eso sí, el tono de todos ellos es algo monocorde, pues, aunque cambian constantemente de punto de vista, los narradores siempre hablan de forma parecida, sean en primera o tercera persona.  

¿Qué otra cosa decir sobre este audiolibro? La locutora tiene una dicción excelente y la banda sonora (creada especialmente para esta obra) ambienta a la perfección. Desgraciadamente, esta encomiable labor editorial no se ha visto resaltada por una mejor selección de relatos. 


12 comentarios:

Anónimo dijo...

El gemelo me gustó bastante.

El arpa birmana.

Carlos Andia dijo...

No sé si estoy un error, pero creo que es primer audiolibro que viene por aquí. Qué tal la experiencia? Porque yo ni siquiera me imagino algo así, de no ser que un día me quede momo, como decía aquel.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Tambíen a mi me parecen mediocres esos cuentos así como muchos otros de la autora, que escribió más de 400.En El revólver da unas pinceladas de otoño que me dan risa porque no le conocía la faceta de descriptora de paisajes, colores o algo sensible y delicado. La condesa era bruta. Talla muy pequeña, apaisada, cara enorme con una inmensa papada, machuna y de expresiones soeces y ordinarias. No entiendo que Pérez Galdos, un hombre tan finito, pudiera mantener una relación de treinta años con ella. Oriol, te lo ruego, déjame contar esta anécdota: Un día, cuando ya habían roto su relación, se cruzaron en una escalera. Ella dijo "Adios, viejo chocho" Y él contestó "Adios, chocho viejo". En google se encuentran las cartas que ella le escribió y son muy divertidas. Lástima que no haya cartas de él a ella.
Le reconozco a Pardo Bazán que escribe bien,que tiene mucho carácter y que es bastante libre. Relativamente me gustó Los pazos de Ulloa porque cuenta alguna costumbre gallega ( yo soy gallega) por ejemplo la maja del trigo ( o centeno) , los gritos y aturuxos en las eras.Sin sensibilidad, pero los cuenta.
Por qué odio a la Pardo Bazan? Prejuicios. Porque soy la primera fan de Rosalía. No hubo mala relación entre ellas; no hubo relación. Pero fueron tan diferentes¡ Rosalía tan sensible, tan amante de Galicia y de todas los seres pequeños ( la lluvia, la tierra, los airiños) Y la Bazán,por El Retiro, en calesa quitandose las bragas que tiró al parque, haciendo marranadas con d. Benito. Estas dos mujeres no caben juntas en mi pensamiento.
Saludos

Carlos Andia dijo...

No tenía ni idea de toda esta movida y me he partido la caja con lo que has contado. Gracias Beatriz por haberme he reír tanto esta pesada tarde de domingo a 30º C.

Anónimo dijo...

Más que dejarse leer, siendo audiolibro, supongo que se dejará escuchar...

beatrizrodriguezsoto dijo...

Sí, Carlos, yo tambien me rio. Si te apetece escribe en el buscador cartas de la condesa Pardo Bazán a Perez Galdós. Todas las entradas que te saldrán son graciosas. Al final de la página pone "Miquiño mio" (miquiño en gallego es gatito) pdf y ahí está la recopilación de las cartas que ella le envió. Con alguna nota sabrosa. Dicen que seguramente estarían en el pazo de Meirás también las que él le contestó pero que enseguida Carmen Polo, su ocupante siguiente, se desharía de ellas. Lo raro es que dejase las de ella, seguro que no entendió la letra.
Le dice " te comeré medio carrillo y el bigote, te aplastaré" Pobrecito, qué bruta: te aplastaré.
Un saludo

Carlos Andia dijo...

Seguro que 'la collares' leía las cartas a escondidas y... Ya no digo más. Juas!

Oriol dijo...

El arpa birmana, reconozco que "El gemelo" también me gustó. Creo que no tiene el potencial de las tres narraciones que destaco, pero es verdad que no está nada mal. Pese a todo, ya lo había olvidado. Esto se debe a que todos los relatos de este audiolibro son poco memorables y se parecen mucho los unos con los otros por culpa del registro con que están escritos.

Carlos, yo prefiero leer en papel, por encima de E-book o audiolibro. Sin embargo, he descubierto recientemente que este último formato es muy práctico, yo de ti le daría una oportunidad. Evidentemente, no logrará desbancar a la lectura tradicional, pero quien sabe, igual te sirve...

Beatriz, veo que tu odio visceral hacia Bazán se debe, como dices, a prejuicios. Pero me alegra coincidir contigo en que escribe de fábula. Esta técnica irreprochable no quita, eso sí, como señalo yo en la reseña, y tú en tu comentario, que sus relatos sean bastante mediocres.

Anónimo, en un inicio puse como valoración ese "Se deja escuchar" que tú echas en falta. Lo cambié porque me fastidiaba la maquetación de la reseña.

Sir John More dijo...

Estimado Oriol, perdona si abuso de la hospitalidad de tu blog para comentar algunas cuestiones que han surgido al hilo de tu artículo.

Si la obra ingente y variada que Emilia Pardo Bazán escribió fuese toda tan extraordinaria como los mejores de sus textos, la escritora gallega sería considerada hoy, y con diferencia, el culmen de la literatura mundial. Está claro que no lo es, y que, entre los incontables cuentos que escribió, algunos con las prisas propias del periodismo, hay muchos que, aun con un estilo envidiable, abordan historias poco elaboradas y si se quiere fallidas. Lo mismo ocurre con sus libros de viaje, con sus ensayos, con sus novelas, sus artículos periodísticos… No obstante, si Emilia no ocupa un lugar más destacado en la literatura española y mundial no es precisamente por su falta de sensibilidad, de inteligencia o de estilo, sino por haber nacido mujer en un mundo en el que aquella que destacaba era tachada de mujer pública, en el peor sentido del término. Ya Clarín, Valera y otros grandes de la literatura del XIX usaron prejuicios tan injustificables como los del comentario de Beatriz Rodríguez.

Dicho esto, que la comentarista reconozca que tiene prejuicios contra Emilia no justifica las (éstas sí) soeces palabras que le dedica. Palabras que, faltaría más, tiene todo el derecho a proferir, pero que quedan bastante mal paradas al surgir precisamente de eso, de un odio visceral provocado, entre otras cuestiones que no aclara, por la ya cansina y casposa rivalidad literaria (incomprensible para cualquiera que investigue un poco la cuestión) entre Rosalía y Emilia.

Resulta lógico que Beatriz Rodríguez tampoco entienda cómo un señor tan “finito” como Galdós pudo mantener una relación (que no fue de treinta años, ni mucho menos) tan sensual e interesante con una mujer “bruta”, “machuna” y “ordinaria”, con una mujer que no cumplía con lo que, al parecer, debe cumplir cualquier mujer que se precie: ser guapa, delicada y discreta, y que no haga “marranadas”. Tal vez, a Beatriz Rodríguez le gusta más el modelo de “mujer de su casa” de la pobre Rosalía, de una mujer madre confinada a sus labores hogareñas y al único género digno de una mujer decente, la lírica, protegida por un marido que la defienda del mundo y que la convierta, sin aparente consentimiento suyo, en el símbolo de uno más de esos nacionalismos de miras ridículamente estrechas. Es normal que todo lo que Emilia hizo por Galicia y por su cultura no fuera apenas nada para nacionalistas y otra gente con prejuicios.
(...)

Sir John More dijo...

(...)
Fue el sarcástico Alberti el que iba por ahí contando la anécdota que, sin la más mínima duda sobre su certidumbre, Beatriz Rodríguez reproduce. Incluso aunque hubiera ocurrido de verdad (cosa que los que por alguna razón estudiamos a ambos autores dudamos), es más que probable que esté sacada de contexto. Por supuesto, quien no ha captado en absoluto lo que significó la relación entre Benito y Emilia tiene poca capacidad o ninguna para comprender lo que realmente pudieron querer decirse, si algo se dijeron en esa escalera del Ateneo.

Pero lo que más me ha llamado la atención del comentario, ya digo que respetable, de Beatriz Rodríguez, son los términos que utiliza para calificar el modo en que Emilia describe, en Los Pazos de Ulloa, esas costumbres gallegas que tanto le gustan a la comentarista: las cuenta bien, pero “sin sensibilidad”. Basta leer con atención el comentario completo de Beatriz Rodríguez para adivinar por qué no ha percibido la inusual sensibilidad que Emilia puso en esa novela y en el resto de sus escritos y de su vida. Que califique las cartas que cruzó con Galdós como “divertidas” y que se despepite de risa con ellas, nos concede otra razón de peso para evitar en lo posible nuestros prejuicios, e intentar que no contaminen nuestras opiniones y nuestra capacidad para disfrutar del arte. En cualquier caso, no soy yo nadie para impedir que Beatriz Rodríguez o cualquier otra persona se enorgullezca de sus prejuicios y contamine con ellos sus opiniones cuanto estime oportuno.

Por lo demás, Oriol, enhorabuena por el blog. Resulta esperanzador ver que aún quedan rincones en Internet donde, mejor o peor, se sigue hablando de literatura.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Tienes razón, Sir John More: soy muy visceral.
Saludos

Sir John More dijo...

Y te honra reconocerlo. Yo también lo soy...