viernes, 3 de mayo de 2019

Eduardo Gallarza: Esplendor insólito

Idioma original: castellano
Año de publicación: 2017
Valoración: Decepcionante, sin paliativos

La lectura de este libro se me ha hecho tan larga que me han ido surgiendo distintas ideas y sensaciones. Distintas pero semejantes. He pensado directamente en dejarla, no les digo más. He pasado varias crisis una vez superado el primer cuarto, digamos página 150 ó 200, hasta que ya faltaba poco y he recuperado un poco la entereza. Bastante a menudo me han ido viniendo a la cabeza palabras como ‘pedante’, ‘afectación’ o ‘pretencioso’, aunque también ‘rancio’ o ‘casposo’. Unas cuantas veces he soñado con una novela cuyos protagonistas sean un cajero de supermercado, un jubilado, alguna funcionaria, un repartidor de pizzas o una agente de movilidad, cualquier cosa menos escritores, artistas, traductores o historiadores, vamos, gente normal que no domine cuatro idiomas ni sostenga conversaciones que muestren su amplia cultura. En otras palabras, que he acabado hasta el moño de tanta erudición, sea real o fingida, y de tanto bibliófilo y listillo. En fin, que ya que he conseguido llegar hasta el final, intento explicarme.

Las investigaciones de un historiador y su pupilo en un confín de la antigua Yugoslavia nos conducen a la extraña historia de un antiguo y efímero reino de los Balcanes, cuyo rastro se difumina en dos ramas: una de cierto cariz esotérico (que no entendemos bien, bueno, como casi nada de lo demás), y otra de naturaleza financiera o bancaria. Tras diversas peripecias, el escenario se va trasladando hacia Madrid y París, emerge un nudo de redes de espionaje cruzadas, y el foco se coloca sobre unos viejos manuscritos que despiertan el interés de numerosos y muy variados personajes.

Bueno, no parece cosa demasiado fuera de lo normal, pero es que mi capacidad de síntesis a veces llega a sorprenderme a mí mismo. Por tomar esto último a lo que me refería, los personajes, pues oiga, el peculiar índice onomástico que se incluye al final (simpático, sin más) suma noventa y dos individuos, pero los principales, los que se prodigan con alegría en casi todo el texto, serán como unos cuarenta. (Y, en su extrema pluralidad, los hay de todas las nacionalidades, aunque insisto en que no tienen problema en pasar con fluidez del serbo-croata al francés, o del inglés al castellano, hasta pasando por el ruso si se tercia).  Muchos personajes, digo, buena parte innecesarios, y casi siempre excesivos, rayando en lo caricaturesco, como si esto fuera necesario para acentuar la atmósfera de intriga, o más bien de confusión. Incluso aunque se les quiera presentar como el tipo normal arrastrado involuntariamente a una aventura, el perfil no resulta creíble. Empalagosos en su sofisticación, podría ser una de las definiciones adecuadas.

Algo parecido le sucede a la trama en sí. Una cosa de locos, oiga, con ramificaciones desde el imperio austro-húngaro a principios del siglo XX hasta una tribu africana, sin olvidar a unos ingleses extraviados en Siberia, o una organización secreta de altos vuelos que recuerda un poco a las leyendas que circulaban hace años sobre la Trilateral. Así se conforma un gigantesco puzzle que empieza el lector a construir de forma casi aleatoria, por una esquina y por otra, algo tan enorme que en ningún momento tenemos la menor perspectiva de qué es lo que estamos leyendo. Pienso que Gallarza lo ha hecho a propósito, ha querido desarrollar el argumento más complejo posible para que el lector entre en el juego y haga el esfuerzo de juntar las piezas. Se imagina uno al autor, agotado pero satisfecho ante una pizarra o un A3 repleto de flechas y nombres que por fin le cuadran (o eso cree él), y con los que desafía al lector a resolver el enigma, a encontrar las claves y completar la figura.

Pero no cuela. Porque una trama enrevesada no basta para capturar la atención del lector, y mucho menos para motivarle a desentrañarla. En realidad, el libro se hace pesado hasta decir basta, no ya, o no solo, por la complejidad del relato, sino porque le faltan argumentos literarios. Le falta agilidad y le sobra barroquismo, afectación, como decía al principio. Salvo dos o tres escenas bastante breves –y además bastante parecidas entre sí- lo cierto es que no hay apenas acción, todo son larguísimos diálogos en que los personajes especulan sobre episodios del pasado, documentos y falsificaciones, así una y otra vez se van descubriendo zonas de luz o nuevos interrogantes, pero sin ritmo, sin que apenas nada acabe por interesarnos de verdad. Falta en definitiva coherencia, todo está cogido con hilvanes, es un enorme entramado que amaga continuamente con disolverse y carece de un desarrollo que gratifique el esfuerzo del lector. Carencias que en un relato de intrigas y espionaje solo se podrían resolver con un final poderoso, que tampoco tenemos en absoluto.

Aunque parezca que no, puedo asegurar que me da cierto pudor criticar un libro hasta el punto que creo que puede merecer. Todavía más si es un tocho o semi-tocho de 672 páginas, un artefacto que, pese a todo, tiene cierto mérito ser capaz de construir. Eduardo Gallarza parece un tipo culto e imaginativo porque, aunque no me he molestado en comprobarlo, creo que los datos que se citan se reparten entre la realidad y la ficción, y buenas horas habrá metido para diseñar y organizar todo este galimatías, eso no se lo quita nadie. Pero como novela, desde el punto de vista literario, me parece un trabajo fallido. Puede que el núcleo original fuese aprovechable, pero el volumen, el enfoque y el tratamiento son en mi opinión totalmente inadecuados.

A cuenta de esos misterios anclados en historias antiguas y de su generosísima extensión, en algún momento llegué a suponerle cierto parentesco con historias del tipo Ken Follett o similares. Qué más quisiera, me dirá Gallarza pensando sobre todo en su bolsillo. Pero quién sabe, para una de esas series interminables que tanto gustan ahora, igual sí cuadraba mejor. No ganaría tanto como el autor galés, pero tampoco sería para despreciar.

14 comentarios:

Anónimo dijo...


Qué espanto.

Juan G. B. dijo...

Hola, socio:
de este autor yo leí hace bastantes años una novela, "El soviet de los vagos", también bastante larguita, aunque no tanto y que partía de una idea inicial bastante sugerente, una historia de espionaje armamentístico en la Francia del período de entreguerras, con la figura de Nikola Tesla como numen tutelar (antes de que este personaje se hiciera tan popular como es hoy en día). Pero la trama, a partir de la mitad de la novela, se iba desfondando poco a poco hasta resultar algo decepcionante. Ahora bien, tampoco recuerdo que fuese un escritor especialmente pedante, pero sí parece que le ocurre lo que a mucha gente: que rebosan imaginación para pergeñar una historia y unos personajes, pero les falla la concreción o la realización de la misma.
No me enrollo más. Un saludo y gracias por una reseña tan sincera y elocuente.

Carlos Andia dijo...

Pues las sensaciones que comentas con calcaditas: una idea inicial interesante que luego se echa a perder entre una maraña de elementos innecesarios, como si el autor fuese incapaz de seguir un rumbo y se dedica a complicar el argumento a falta de recursos para resolverlo.
En relación con el tono, pues sí Juan, pedante, afectado, relamido... Hay que tener en cuenta que la mayor parte del texto son esos largos diálogos a que me refería, y por tanto son los personajes los que se expresan con esa coloración, porque todos son inteligentes y cultos hasta decir basta. Pero tampoco culpemos solo a los personajes, porque es el narrador el que dice por ejemplo que 'una chica guapa, por tímida que sea, nunca está a disgusto en una fiesta' (en este caso, deslizándose hacia una especie de machismo rancio y pretencioso).
En fin, que no sé si es para llegar al 'espanto' que decía el Anónimo, pero el libro me parece realmente malo.
Gracias a los dos por los comentarios.

Eduardo Gallarza dijo...

¡Cuánta razón llevas!

Eduardo Gallarza dijo...

Pero no tienes derecho a llamarme machista. Esta novela es cualquier cosa menos machista.

Carlos Andia dijo...

Hola Eduardo, aceptando que seas el autor del libro (yo en internet soy desconfiado hasta más allá de la razonable).

Acabo de leerme la reseña entera y los comentarios, y no encuentro dónde he llamado machista al autor. Me he referido a un pasaje concreto en el que se opino que se desliza 'hacia una especie de machismo rancio y pretencioso'. Aunque es cierto que hay algunos otros detalles que apuntan hacia en la misma dirección, también digo que me parece que pesa más el componente 'rancio y pretencioso' que el machista. Pero también es cierto que hace bastante que leí el libro y no recuerdo pasajes concretos.

Hecha la aclaración, lamento que mis sensaciones resulten tan negativas. En este blog somos así de sinceros (aunque haya quien pueda pensar que demasiado), e indudablemente el volumen del libro pesa en la valoración negativa porque siempre se digiere mejor un libro breve que no nos haya gustado. Sinceramente, pese a todo creo que la reseña, aunque negativa, es bastante equilibrada.

Un saludo y gracias por participar.

Eduardo Gallarza dijo...

Machismo rancio y pretencioso: eso está escrito con todas las letras, y me lo tomo como una ofensa personal. Repito: no tienes derecho a llamarme machista.
Lo demás me importa menos, aunque no entiendo por qué te has metido entre pecho y espalda un tocho de 640 páginas que te ha parecido tan malo, ¿qué ha sido, un ejercicio de masoquismo? Dices que eres sincero, pero eso no explica nada. Si un libro te parece malo, pues déjalo y, en todo caso, no lo reseñes. Me parece más gratificante escribir sobre lo que a uno le ha gustado, para que otros lectores lo disfruten. ¿De qué sirve poner a un autor a caer de un burro, es para evitar que algún lector despistado que se haya acercado el libro tenga la tentación de leerlo?
De todas formas, yo también he caído en la tentación del masoquismo y he leído tu presentación en la página correspondiente del blog. Alguien que dice de sí mismo que ha ganado mucho dinero pero que ha renunciado a él para ser feliz, y que dice que no quiere reseñar a un autor por no tener que leerlo, en eso de ser ‘rancio y pretencioso’ se pinta solo.
Pero eso, la reseña misma lo deja claro. “Mi capacidad de síntesis a veces llega a sorprenderme a mí mismo”, te falta añadir: ¡pero qué listo soy! “Puedo asegurar que me da cierto pudor criticar un libro hasta el punto que creo que puede merecer” (¡qué considerado soy!); “se imagina uno al autor, agotado pero satisfecho ante una pizarra o un A3 repleto de flechas y nombres que por fin le cuadran, o eso cree él” (¡je je, qué fina ironía la mía!). Probablemente el “¡qué espanto!” del otro comentario se refería más a la reseña que a la novela.
El tema no es que lleves o no razón en tu crítica, pero ¿por qué exponerla en esos términos casi insultantes? Eso no es sinceridad, es inquina.

Beatriz Garza dijo...

Hola, Eduardo.

No hay nada más ingrato que leerse una novela que decepciona (te habrá pasado). Y no hay nada más difícil que tratar de argumentárselo a nuestros lectores. Y si lo hiciésemos pensando en el autor, alguien a quien habitualmente no conocemos y por el que no sentimos la menor acritud, pues entonces solo reseñaríamos los libros que nos gustan y aquí no funcionamos así.

Siento que te lo hayas tomado de manera personal. Yo, que no he leído tu novela, en la reseña de Carlos lo que percibo precisamente es mucho recelo y mucho respeto, no me parece una reseña ofensiva ni me parece que hable de tí, aunque especule con "qué estaba pensando el autor cuando la escribió". Ese es un recurso habitual en reseñas que no se limitan al simple resumen o cepillado superficial.

En cualquier caso, este es un blog de libre pensamiento y, sobre todo, de libre circulación. Aquí no se obliga a nadie a leernos y mucho menos a hacernos caso.

Un saludo.

Eduardo Gallarza dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eduardo Gallarza dijo...

Lo único que me tomo como algo personal es lo del machismo. Este señor no tiene derecho a tratarme de machista, insisto. En esta novela las protagonistas son mujeres inteligentes, independientes, y a menudo solidarias. Ahora, la novela transcurre en 1988 y, obviamente, esto puede reflejarse en algunos diálogos y algunas actitudes, pero eso es un requisito impepinable en una novela enmarcada en un momento histórico concreto. Lo voy a decir por última vez: no tenéis ningún derecho a llamarme machista.
Lo demás, Beatriz, sinceramente, me da bastante igual. Yo, personalmente, sólo reseñaría libros que me han gustado, para compartirlos con los demás, salvo si te tratara de algún autor encumbrado que me pareciera un valor espurio. Pero en el caso de un autor desconocido, me parece un ejercicio de masoquismo acabar el libro, y de resentimiento el reseñarlo. Probablemente esté equivocado, y allá vosotros, claro.
Ahora, Beatriz, lo siento, pero la reseña muestra cualquier cosa menos respeto hacia el autor. El crítico tiene el cuajo de decir: “aunque no me he molestado en comprobarlo, creo que los datos que se citan se reparten entre la realidad y la ficción”. Si no se ha molestado en eso, ¿por qué se ha molestado en escribir la reseña?
Repito que no me molesta la severidad de la crítica, pero sí el tono de petulancia [he corregido el comentario, antes decía inquina, pero es la petulancia de Andia lo que me molesta] que traduce. Está claro que, pese a su consabida capacidad de síntesis, Andia no ha comprendido de qué va la novela, y no es culpa suya —quiero decir, es culpa mía, si la novela le parece fallida—. Demasiados personajes, intriga demasiado enrevesada, diálogos demasiado largos… El tema ahí es lo de ‘demasiados’, pero repito que es una opinión del todo respetable, y si la crítica se limitara a eso, me parecería muy bien, y la admitiría con fair-play. Lo digo con el corazón en la mano.
Y ya sé que nada me obliga a leer vuestro blog, pero nada os obliga a vosotros a leer mi novela. El crítico tiene que aceptar la crítica, en eso estarás de acuerdo conmigo.
Ah, y no hagas caso a Andia, intenta leer la novela, a ti igual te gusta.
Un abrazo

Beatriz Garza dijo...

Eduardo, yo veo muy claro que Andia se refiere al narrador cuando habla de "machista" y narrador y autor son cosas diferentes.

Por otra parte, aquí estamos más que acostumbrados a que nos "critiquen las críticas", otra cosa es que entremos en según qué niveles de discusión. En mi opinión, la parte emocional de tus argumentaciones resulta más perjudicial para tu novela que la reseña en sí. Si algo he aprendido en este tiempo como colaboradora es que las reseñas en sí mismas, ya sean positivas o negativas, siempre despiertan curiosidad.

Un saludo.

Eduardo Gallarza dijo...

Beatriz, entiéndeme: no me parece mal la crítica, por demoledora que sea. Lo que me molesta (dejando a parte la frase sobre el machismo que me ha llegado al alma, y Andia ha dejado meridianamente claro que, justamente, se refería al autor, lee la frase) es ese tono de petulancia. Ya sé que a ti no te ha dado esa impresión, pero a mí, desde luego, la impresión que me ha dado la reseña es que la ha escrito un petulante. ¿Novela fallida? Bien, vale, dilo con todas las letras. Pero no te des tanto pisto diciendo lo listo que eres… Eso va más en detrimento del reseñador que de el reseñado, y ahí podríamos citar a Borges, lo de que el rencor de un hombre tan minuciosamente vil importa un elogio. Me da igual que mi argumentación sea perjudicial para mi novela, a estas alturas. Ya ves tú, mi novela… Pero vamos a dejarlo.
Y por concluir, haciendo mío tu argumento, que me parece muy justo, espero que se te haya despertado la curiosidad y que le hinques el diente a la novela.
Un abrazo

Carlos Andia dijo...

Por mi parte, sinceramente, preferiría ir terminando con este tema. Pero antes de nada tengo que hacer dos precisiones:

- eso de que tenía mucho dinero pero he renunciado etc. etc. no lo verás en mi perfil, que es el que aparece en 'Sobre los autores'. Y en todo caso, no deja de ser una ironía como tantas otras que siembran este blog
- lo del machismo, en serio, no entiendo por qué te ha ofendido. El libro no me parece machista ni en ningún momento he dicho que lo fuese, sí esa frase en concreto y quizá alguna otra situación que no recuerdo.

Entiendo perfectamente que te haya dolido la crítica. Ciertamente el libro no me ha gustado y aquí utilizamos, como te decía antes, buenas dosis de ironía que comprendo puedan fastidiar al autor. Eso sí, intentamos argumentar lo que decimos aunque sobre esos argumentos también se puede discrepar, faltaría más.

Me quedo con tu recomendación a Beatriz para que se lea el libro, la secundo y la hago extensiva a todos los lectores del blog: estaría encantado de que Beatriz u otros compañeros o participantes de ULAD lo leyeran, y si acaso le encontrasen una valoración mucho más favorable que la mía. Es algo que suelo decir cada vez que hago una reseña negativa porque, créelo o no, no me quedo nada a gusto. Es más, aquí tenemos la costumbre de contrarreseñar cuando no estamos de acuerdo con una valoración. Es divertido e instructivo para todos.

Otra vez gracias por participar, y un cordial saludo.

Eduardo Gallarza dijo...

Carlos, la excusa de la ironía es verdaderamente pobre y, en cualquier caso, te aseguro que tú no sabes utilizar la ironía. No he leído otras reseñas tuyas, que probablemente estén mejor, pero ésta en concreto me parece francamente mala —no por lo hiriente del tono, o no sólo por eso— sino porque justamente te escudas en esa supuesta “ironía” para disimular tus carencias como crítico, y el resultado es penoso, punto.
Y repito que no es lo negativo de la reseña lo que me molesta, ya sé que una novela así puede no gustar —por larga, por enrevesada, por pretenciosa si te empeñas—, sino tu prepotencia, tu petulancia y, a fin de cuentas, tu carencia de criterio. El derecho a la ironía tiene uno que ganárselo, y tú te quedas muy corto.
Probablemente lleve razón Beatriz y esté perjudicando a la novela al expresarme así, pero a estas alturas, ya me da igual. Seguro que vuestro blog es excelente y, sí, ojalá algún compañero tuyo lea la novela. Su crítica será demoledora, pero no me arriesgo mucho al predecir que tendrá más criterio que la tuya.