sábado, 4 de febrero de 2012

Ana María Matute: Primera memoria


Idioma original: español
Año de publicación: 1959
Valoración: Muy recomendable


La literatura femenina del siglo XX en España ha producido unas cuantas joyas, no muchas, pero suficientes para enorgullecernos y disfrutar con ellas durante bastante tiempo. Lo malo de las obras excepcionales es que se estudian. Sí, no es ninguna tontería, forzosamente han de llegar a los libros de texto y eso les presta un aura injustamente soporífera. Pero como lo aburrido, que yo sepa, nunca ha pasado a la historia, lo que hay que hacer es dejarse de prejuicios, y darles una oportunidad. Pensemos que si llevan años mencionándose por aquí y por allá, evidentemente, es por algo. Otra recomendación, que me parece obvia, es que se lean a la edad conveniente. Nada hay más efectivo para arrinconar las mejores creaciones que obligar a los chavales a leerlas cuando sus intereses todavía son otros. Yo opino que no hay que darles libros sino páginas hábilmente elegidas (de Cervantes, de Galdos, de Matute…) de lo contrario sólo conseguiremos que, si llegan a leer algo, se conformen con productos de cuarta.

Las mujeres entraron en la historia de la literatura, como en todo lo demás, de puntillas y muy despacio. Hasta el s. XX no encontramos nombres de primera fila. De esa categoría, yo no conozco más que tres: Ana María Matute, Rosa Chacel, Mercè Rodoreda; y precisamente ahora, cuando abundan los nombres de ambos sexos, no hay tiempo para cocinar a fuego lento los guisos literarios.

En mi opinión, lo mejor de Ana María Matute, hay que buscarlo antes de 1973. A partir de entonces transcurre un largo trecho, veinte años, sin ninguna producción novelística y con apenas publicaciones: algo de literatura infantil y unos pocos relatos para adultos. Primera memoria, que forma parte de la celebrada trilogía Los Mercaderes junto con Los soldados lloran de noche y La trampa, ganó en 1959 el, entonces más que prestigioso, Premio Nadal. Lo que nos cuenta en ella es el descubrimiento de la maldad humana por una adolescente que se ve obligada a contemplar la realidad con ojos adultos por primera vez. Y lo que ve, tanto en los demás como en ella misma, no resulta muy agradable.

El verano en que la guerra civil española acababa de estallar muchos tuvieron que quedarse en el lugar que la casualidad quiso ya que no había posibilidad de moverse, algunos forzosamente inactivos o con sus proyectos congelados, lo que podía resultar desesperante por muy afortunados que se sintiesen porque la contienda no hubiera llegado hasta ellos. A nuestros personajes les alcanzan sólo los ecos de la guerra. El lenguaje que emplea Matute, el paisaje y el clima, los caracteres y los sentimientos están entrelazados con tal maestría que el lector se ve envuelto en un torbellino que le arrastra, junto a los personajes, al pozo sin fondo de la envidia, la traición, la violencia, la cobardía, el afán de dominar, la venganza, la abulia y la soberbia. Metáfora y realidad son una sola cosa: la isla simboliza el aislamiento – que genera el odio – el sol abrasador encarna ese odio, los árboles y las pitas amenazan, el periquito simboliza el amor que se deposita en el elemento equivocado, indiferente, el gallo amenazante, las palomas invasoras… Todo ello inequívocamente vivo gracias a esa prosa, magnífica, embrujadora, tan pavorosa como lo demás, como un rodillo que empuja y hace rodar nuestros pensamientos hasta el mismo borde de la tragedia.

Lo que se nos cuenta puede referirse a cualquier época, a otros conflictos bélicos, otras desigualdades, otros odios. Se nos introduce en un ambiente a punto de estallar, no por los tiros ni los bombardeos sino por la tensión que se percibe en las personas y hasta en el reino animal y vegetal. La tierra, el mar, el sol, la temperatura, los objetos, los gestos, las costumbres, van precipitando un drama que terminará cebándose, como siempre, sobre el más débil e inocente. La mano maestra con que la joven Matute nos va conduciendo hacia el desastre convierte esta novela en una de las joyas de la literatura contemporánea.

También de Ana María Matute en ULAD: Olvidado rey GudúLa torre vigíaLos niños tontosFiesta al Noroeste, Olvidado rey Gudú (contrarreseña)

6 comentarios:

José Morán dijo...

Maravilloso libro. Pero no hay que minusvalorar la aportación de Matute a la literatura infantil; sobre todo "El polizón del Ulises", que me parece una obra maestra.

Montuenga dijo...

En absoluto, José. He regalado muchos cuentos infantiles de AMM. Tanto la literatura infantil como los relatos son géneros ´con más dificultad de lo que se piensa y llenos de encanto.

Hablaba de que Matute pasó mucho tiempo (de sus 50 a sus 70 años) sin publicar novela y muy poco del género corto. Cuando volvió diríamos que era otra persona. Sigue siendo una excelente escritora pero yo personalmente prefiero la primera y pienso que objetivamente tiene más calidad.

Santi dijo...

Me lo acabo de terminar este fin de semana, y me ha parecido una grandísima novela, yo incluso creo que le habría dado un "Imprescindible". El ritmo sostenido de la narración y el modo en el que se relaciona la violencia y las tensiones del mundo adulto (en plena guerra mundial) con las turbulencias de la vida de la narradora y protagonista, el conjunto de personajes degradados que crea... En fin, todo.

Lo único que me aleja un poco de AMM (como de Ayala o de Delibes) es que a veces me da la impresión de que su estilo se ha quedado un poco anticuado: es muy de su época, en el sentido de querer elegir un vocabulario "bonito", frente a uno más "natural"...

Montuenga dijo...

Es lógico que el lenguaje suene antiguo. Yo estoy ahora releyendo "Volverás a Región" de Benet y, además de notar esto, me cuesta un poco concentrarme porque nos hemos desacostumbrado a una densidad que, sin embargo, me parece maravillosa. Estamos un momento muy diferente a aquel y eso se nota en nuestra forma de hablar y escribir. Menos encorsetada pero también con mucha menos riqueza. Se han perdido muchos términos que contribuían a añadir matices al lenguaje y es un pena. También se han creado otros pero esos son meramente utilitarios.

Supongo que tiene que haber obras interesantes sobre la evolución de los lenguajes común y literario desde los años 50 hasta ahora. Si alguien puede recomendarme alguna -minuciosa pero amena - se lo agradecería eternamente.

Anónimo dijo...

Un libro que parte promisoriamente, poéticamente y que luego pierde su ruta en una serie de escenarios, cambios de mirada y de estilos: desperdigados, autoindulgentes, confusos, casi delirantes. No era la Ana María Matute que esperaba.

Carlos Andia dijo...

Lo tengo pendiente, ahí en la estantería. Quedé tan conmocionado (para mal) con el Olvidado rey Gudú que se me quitaron las ganas, pero tengo que darle otro oportunidad.