martes, 7 de febrero de 2012

Philippe Ariès: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen

Idioma original: francés
Título original: L'enfant et la vie familiale sous l'ancien régime
Fecha de publicación: 1960
Valoración: muy recomendable

¿Os acordáis de los Picapiedra? Toda la gracia de la serie estaba en la manera en que presentaba la Prehistoria con todos los rasgos del american way of life de los 60 (triturador de basura y autocine incluidos). Si uno lo piensa, en realidad tenemos una tendencia peligrosísima a hacer eso de continuo: proyectamos nuestra forma de vida a cualquier cultura y cualquier época. Es peligroso no sólo porque nos haga ignorar lo específico de otras formas de vida (ignorancia con la que puede vivirse bastante bien), sino porque nos empuja a creer que las cosas son como son porque siempre han sido así y no pueden ser de otra manera. Y ahí es donde el asunto se pone peligroso.

Pues bien, este libro es uno de los mejores antídotos que conozco contra el "síndrome Picapiedra". Lo que hace Philippe Ariès es dedicar sus esfuerzos a mostrarnos que la infancia tal y como la conocemos es el producto de un conjunto de procesos sociales relativamente recientes. Durante la Edad Media los niños pasaban a mezclarse con el conjunto de sus contemporáneos a partir de los siete años, más o menos, de modo que hablaban y vestían como los demás, participaban en los mismos juegos y fiestas, y aprendían enseguida el oficio que les correspondiera. No había asuntos que debían ocultarse de los niños por vergüenza o pudor, ni puede decirse que ocuparan un lugar privilegiado en el seno de la familia.

Esta situación fue cambiando lentamente a medida que surgía un sentimiento de la infancia en los siglos XVI y XVII. Ariès ilustra este proceso con una avalancha de testimonios textuales e iconográficos. Una de las fuentes más curiosas es el diario del médico personal del futuro Luis XIII, que se preocupó de registrar las monerías del príncipe. Así, por ejemplo, sabemos que a nadie le escandalizaba que la niñera durmiera con su marido en el mismo cuarto que el Delfín, ni que este se metiera en la cama de aquellos (en una época en la que todos dormían desnudos) nada más despertarse. Y es que tenemos que imaginarnos unas casas repletas de gente, muchos de ellos no unidos por lazos de sangre, en las que era casi imposible estar solo. El concepto que hoy tenemos de la familia, un lugar por excelencia de la intimidad donde los hijos ocupan el centro, tardó varios siglos en imponerse.

Estoy seguro de que todos vosotros, fieles lectores del blog, estaréis ahora recordando una reseña mía de agosto del año pasado (¿a que sí, a que os acordábais? ¿a que todas nuestras críticas dejan una huella imborrable en vuestras mentes lectoras?). Hablaba entonces de un libro titulado La desaparición de la niñez, con argumentos bastante parecidos. La explicación es sencilla: el ensayo de Ariès es ya todo un clásico en la historiografía de la vida cotidiana y no le faltan defensores ni detractores. Entre los primeros probablemente debiéramos contar a Michel Foucault, y es que muchas de las ideas que este desarrollaría en Vigilar y castigar, por ejemplo, aparecen preludiadas aquí. Luego me he enterado (gracias a Wikipedia) de que Ariès intercedió para que la tesis de Foucault se publicara, y de que este acabaría escribiendo la necrológica de Ariès. Espero que le devolviera también el favor de alguna manera menos póstuma.

(La imagen de arriba es un cuadro de Philippe de Champaigne, de 1649, titulado Les enfants Habert de Montmor.)

9 comentarios:

Paulo Kortazar B. dijo...

Seguramente no vaya a leer el libro. Pero he disfrutado mucho con la reseña y con el resumen que has hecho. Un saludo.

Jaime dijo...

Jaja, así me gusta, Paulo, con la franqueza por delante;). Me alegro de que hayas disfrutado!

Ensada dijo...

Pues yo sí que me acuerdo :P

A ver si puedo leer este :)

Jaime dijo...

Ay, Ensada, menos mal.. ya estaba deplorando mi inevitable hundimiento en el olvido. Si es que no somos nadie.

Enrique Hormigos dijo...

Otro libro en que aparecen varios datos interesantes sobre el tema de la infancia es el de la história doméstica de Bill Bryson, donde cuenta, entre otras muchas, la historia de cierto Lord inglés del XVIII, padre de 12 hijos, que terminó con los retrasos a la hora de sentarse a la mesa por las mañanas ordenando servir tan solo 11 desayunos.

Y ya sabéis qué desayunaba el número 12.

En fin, que ser niño era muy distinto a como es ahora, si señor.

Jaime dijo...

Tienes toda la razón, sí. De hecho, recuerdo que tú también habías leído (y disfrutado) el tochito de Bryson. Pues igual recuerdas que lo que hace es poner a parir a Ariès. El capítulo dedicado a la "nursery" (o sea, al cuarto de los niños), que es en el que comenta esto que dices, lo empieza Bryson haciendo una crítica furibunda de las conclusiones de Ariès. La verdad, tras leer el original, creo que la crítica lo que hace es más bien caricaturizar su postura. Como si Ariès dijera que antes del XVIII se dedicaban a hacer tortilla con los niños de 6 años... En fin, ¡gracias por recordármelo!
Un saludo

Enrique Hormigos dijo...

En realidad, las ganas de repartir leña al francés de turno aparecen en varios momentos del libro (menuda castaña le mete a Daumier...) e imagino que se deberán a ese amor entre vecinos, que tanta objetividad suele aportar a todo lo que toca.

Jaime dijo...

Jajaja, muy cierto!

Anónimo dijo...

Hola: Estoy muy interesado en adquirir este libro, por favor, si alguien pudiera decirme dónde y cómo hacerlo estaría muy agradecido. Vivo en Argentina y lo he buscado en varias librerías sin suerte.
Dejo mi mail:
gabrielchaio@yahoo.com

Desde ya mucha gracias por la atención y el tiempo.