Un libro al día
Cada día, una nueva reseña
miércoles, 2 de abril de 2025
Solvej Balle: El volumen del tiempo II
martes, 1 de abril de 2025
William T. Vollmann: La camisa de hielo
(...)aquel viento temible que, aunque no veían que fuera blanco, barría tal cantidad de nieve contra ellos que casi les asfixiaba; tampoco era negro, aunque había tal negrura en su interior que veían lo mismo con los ojos abiertos que cerrados; arrancó las puntas de los icebergs, desprendiendo hielo de hielo y haciendo que de las hendiduras manara nieve que corría por las laderas de los acantilados como sangre blanca y espumeante; y el cielo chilló por cada fisura que encontraba o abría hasta que el océano, pese a estar congelado, crujió y restalló, rompiendo contra el oleaje de aquel otro mar de viento
Más interesante me resulta la segunda parte de la novela, la que pone el foco en Freydis, descendiente de Erik el Rojo que parte hacia Vinlandia (actual Terranova, Labrador, etc), en la rivalidad que se desata con otros colonos y en el choque con los nativos. Sin dejar de lado ese elemento mítico que recorre todo el texto (profecías, sueños premonitorios, hechiceros...), creo que los personajes se muestran en toda su complejidad, que es mayor la profundización en las relaciones entre ellos, que se ahonda en los motivos que los mueven, etc.
Todo esto sin olvidar los que creo que son los principales puntos fuerte del texto: descripción de paisajes, metáforas y símbolos, en los que se combinan ficción y no ficción, mito y realidad, Historia e "historias".
En resumen, una novela complicadita (sí, tetes, es Vollmann) que nos habla del presente, ahora que cierto tipejo de color naranja pretende apropiarse de Groenlandia, a través de la revisión de leyendas y mitos de un pasado no tan lejano como pudiera parecernos.
P.S.: Preciosa edición la de Pálido Fuego. Tipografía, ilustraciones, cubierta, papel... Un lujo, vaya.
También de Vollmann en ULAD: La familia real y El atlas
lunes, 31 de marzo de 2025
Edogawa Rampo: La bestia entre las sombras
domingo, 30 de marzo de 2025
Xita Rubert: Mis días con los Kopp
sábado, 29 de marzo de 2025
Carlos Castilla del Pino: Pretérito imperfecto
Año de publicación: 1997
Valoración: Recomendable
Para ser sincero reconozco que, en un tic de lector perezoso, quizá pasado un tercio del libro miraba con ojos golosos esos volúmenes de lomo finito que esperan en la estantería. Muy mal, ya lo sé, pero este semi-tocho de quinientas páginas largas de tipografía más bien escueta se me hizo un poco cuesta arriba en algunos momentos, y eso que las memorias del psiquiatra Carlos Castilla del Pino solo alcanzan hasta sus veintisiete añitos (después escribiría una segunda parte titulada Casa del Olivo, de longitud similar).
Y es que el autor resulta seguramente excesivo en los detalles, lo valora y disecciona todo, cada situación, cada personaje (y son decenas, quizá cientos), relata con la precisión de algo que hubiera ocurrido ayer, no en vano parece ser que guarda un número ingente de documentos, notas colegiales y universitarias, recortes de prensa, cartas, nombramientos, papeles en los que apoya su memoria o con los que indaga en cada circunstancia como forzado a defender su argumentación ante un tribunal. Se diría que, más que contar su vida, lo que intenta es reconstruirla punto por punto para que, una vez impresa, quede fijada para siempre.
Pero, claro, la cuestión es que lo que cuenta es casi siempre interesante, desde la infancia en una familia conservadora y acomodada (relaciones complicadas con sus padres y hermanas, el grupo de amigos del pueblo, el odioso internado en los salesianos) hasta el inicio de la Guerra civil cuando, envuelto en su ambiente más cercano, se alista en el Requeté siendo un adolescente y asiste al asesinato de varios familiares por parte de los milicianos. En esa etapa empiezan a fraguarse el anticlericalismo y el antimilitarismo de los que Castilla hace gala a lo largo del libro, tendencias que se irían acentuando y consolidando hasta terminar en su militancia comunista muchos años después, lo que queda ya fuera del libro.
Situado entonces, por origen y educación, en el campo del tradicionalismo católico, el joven Castilla ve nacer el profundo desprecio hacia la brutalidad y la incultura falangistas, y descubrimos así esa pugna entre dos de los pilares del franquismo, tradicionalistas en principio monárquicos vs. falangistas, enfrentamiento quizá más moral o intelectual que político, que siempre se quiso ocultar y que perduraría en gran medida durante toda la vida del Régimen.
Castilla, tan joven, muestra una voracidad incontenible de saber, es lector insaciable, y tiene muy clara su vocación médica, hasta el punto de que, los tiempos lo permiten, asiste con frecuencia a autopsias en edad aún adolescente. Pero lo más interesante de esta etapa es que, desde una posición cultural indudablemente elevada, se va fraguando su repulsa hacia un sistema que, solo en base a la sospecha o la desafección, sustituye a investigadores y catedráticos de gran valía por amiguetes, pelotas o voceros del bando vencedor. El autor no puede soportar ese triunfo de la mediocridad y el servilismo, y en pocos años una postura inicialmente tibia y mediatizada por el origen familiar pasa primero a una etapa de rebeldía algo inconsciente, hasta desembocar en una oposición cada vez más firme al cutrerío dominante en las esferas oficiales.
Castilla no es (todavía) un rojo en el sentido ideológico sino que, como él mismo refiere, esto requirió una evolución ‘desde el mero intelectualismo antifranquista (anticlerical y antimilitarista) a una auténtica conciencia de izquierda’, proceso en el que tuvo mucho que ver el azañista Vicente Lizarraga. Interesante concepto el de ‘intelectualismo antifranquista’ porque en esa época, años 40-50, con los republicanos derrotados y represaliados, asesinados o en el exilio sus dirigentes, el de los intelectuales fue quizá uno de los reductos donde empezó a germinar una oposición que todavía tendría que esperar para adquirir alguna solidez.
Hay naturalmente mucho más, desde confesiones sobre amores adolescentes y juveniles hasta detallados relatos sobre la etapa universitaria, la práctica de la medicina en un manicomio o las temporadas en la milicia universitaria, donde se vuelca todo el desprecio hacia la vida militar, sus rutinas, su liturgia y su pobretería intelectual. Por supuesto tiene también el atractivo de ver desfilar a gran cantidad de nombres significativos de la época, como Laín Entralgo, el polémico López Ibor (que fue superior de Castilla en una larga etapa), Jaime de Mora, Ortega, Gregorio Marañón, Luis Martín Santos, Martínez Bordiú, Baroja, Torrente Ballester. Todo un elenco de personajes que, junto con otros muchos que nos serán desconocidos, componen una fotografía muy directa de esa etapa oscura y aplastante, de tal mediocridad que se entiende muy bien lo difícil que debió ser, por supuesto para cualquier ciudadano, pero muy en particular para aquellos con una mínima inquietud por la cultura y la razón.
viernes, 28 de marzo de 2025
Mauro Entrialgo: Malismo
Año de publicación: 2024
Valoración: recomendable
jueves, 27 de marzo de 2025
Gustavo Faverón Patriau: Mínimosca
Año de publicación: 2024
Valoración: Imprescindible
¿Cómo hablar, en apenas media docena de párrafos, de lo que supone un texto como Minimosca? ¿Qué decir, que no se haya dicho ya, sobre una de las novelas de año 2024? Preguntas que surgen frente a la página (más bien hoja de Word) en blanco, dudas que atormentan a este pobre reseñista frente a una obra tan vasta, tan compleja, tan exigente, tan putaobramaestra, tan 2666 de este segundo cuarto del siglo XXI.
Vaya, ya salió Bolaño. Era inevitable pues el parentesco es innegable. También debe citarse a Borges, a Cartarescu, a Sabato, a Faulkner (why not?), a Lautreaumont (por esto y por lo otro), a Macedonio Fernández (creo que Faverón y Macedonio vienen del mismo planeta)... aunque con un puntito de humor que lo separa ligeramente de los anteriores. La lista podría ser eterna, como el Museo de la (susodicha) novela, pero ya paro.
Y es que en Minimosca hay grietas, fantasmas, fisuras, senderos que se bifurcan, cantos de sirena, paradojas temporales, desdoblamientos y sotneimalbodsed, máscaras, metempsicosis, casualidades, guiños a la realidad histórica, realismo casi sucio, realismo mágico, guiños a la ciencia ficción, novela psico(i)lógica, exploraciones sobre el dolor y la violencia... Podría seguir, pero ya paro.
Puedo hacer un campo de concentración donde solo quepa un prisionero y que el prisionero sea el guardia (p. 309)
Hay personas que nacen dos veces y son la misma y hay personas que nacen una vez pero son dos (p.523)
Según el momento en que la recuerde, tres imágenes me vienen a la cabeza:
- La de las matrioshkas, por sus historias dentro de la historia dentro de la historia dentro de la historia y así hasta el infinito (y más allá, que diría aquel)
- La de un cuadro cubista, por su fragmentación de líneas y superficies para representar la totalidad de la vida en un solo plano.
- La de un altar barroco, recargado de figuras, pero con Arturo Valladares y Mónica Buchenwald ocupando el lugar central.