Año de publicación: 1994
Valoración: Muy recomendable
Cada día, una nueva reseña
Año de publicación: 1994
Valoración: Muy recomendable
Año de publicación: 2002
Valoración: Recomendable
No sé si puede ser una necesidad psicológica inconsciente o, lo más probable, simple casualidad, pero últimamente llevo varias lecturas de corte humorístico, lo cual es bastante inhabitual. Pero la verdad es que estoy teniendo bastante suerte, o mi olfato está funcionando sorprendentemente bien. A Juan Bas solo le conocía por algún artículo y pequeños flashes que publica regularmente en prensa, ese tipo de aforismos que ya he dicho alguna vez que no me gustan casi nada, y tenía curiosidad por lo que podía dar de sí este autor puesto a escribir algo de más empaque. Y la verdad es que tiene publicada una obra más extensa de lo que creía, en la que Alacranes en su tinta es la primera de una especie de trilogía cuyos dos relatos posteriores están ya publicados en ULAD (ver enlaces abajo).
Miedo me daba, tengo que confesarlo, enfrentarme a este libro después de haber leído aquellas dos reseñas. Me esperaba algo muy pasado de vueltas, porque no parece Bas alguien que se muerda precisamente la lengua. Como quizá alguien también sepa ya, no me apetecen demasiado los excesos en un libro, y efectivamente los hay, pero vamos por partes.
La verdad es que tampoco puede decirse que se trate del todo de un relato de corte humorístico. Hay humor, claro, humor ácido, corrosivo, sal gorda en abundancia, sarcasmo hiriente y desacomplejado. Casi todo puesto en boca de Pacho Murga, un pijo de manual, confundido porque su padre, ya hasta el moño de todo, le ha dejado con una asignación modestita que apenas le llega para la racioncita de ostras y los whiskazos de Glenmorangie. Se diría que con frecuencia Juan Bas descarga por la boca de Pacho la mala baba que en buena parte es seguramente la del propio autor. Dardos que casi con frecuencia se hincan sobre los iconos populares del nacionalismo vasco, como Olentzero* (‘carbonero borrachón’ o ‘aldeano autista rescatado de la mitología de un valle perdido de la Guipúzcoa profunda, valga el pleonasmo’) o Marijaia** (‘espantapájaros travestido que oficia de tótem de la espantosa semana grande de fiestas de Bilbao’), pero también sobre el propio Franco, en esta genial descripción: ‘un viejo antipático, un pequeñajo con cara de tortuga para sopa y una voz ridícula, de capado’.
Franco, en efecto, tiene su papel en el relato, como objetivo de un rocambolesco intento para envenenarle, urdido por un grupo de protoetarras. Este episodio, montado en un formato de relato enmarcado, desencadena una segunda parte de la narración, que se podría definir como novela negra, repleta de planes para asesinar y rencores profundos que no se disipan con los años. El humor, sin dejar de estar presente, pasa a un segundo plano, y Bas disfruta inventando locas aventuras para materializar una venganza innegociable.
Por el camino descubrimos el talento para montar una narración descabellada pero coherente, y también los tics característicos del autor bilbaíno. El bilbainismo es una de sus notas definitorias, con sus pros y sus contras: hará disfrutar viendo moverse a los personajes en calles y bares conocidos, en los ambientes que nos son familiares, aunque a los foráneos les costará más identificar su verdadero carácter. La sátira es despiadada y podríamos decir universal, porque nadie queda a salvo. Pero Bas es también bastante bestia, se regodea en lo sórdido buscando los contrastes más brutales, y hay que reconocer que a veces se pasa de frenada, revolcándose en la fealdad y en ramalazos de sexo que apenas cabrían en el concepto de realismo sucio. Pero también hay que decir que, al menos en lo que a este libro se refiere, las incursiones en esos submundos no son abusivas, y funcionan bien en ese híbrido de thriller, iconoclastia y desparrame cómico, generalmente bien equilibrado.
* Olentzero es una especie de Papa Noel vasco, un carbonero que trae regalos por Navidad
** Marijaia es una figura femenina que encarna el espíritu festivo de la Aste Nagusia de Bilbao
También de Juan Bas reseñado en ULAD: Voracidad, Ostras para Dimitri
Reseñados por ULAD de Emma Cline: aquí
Título original: The Children Are Watching
Año de publicación: 1971
Traducción: Alicia Frieyro
Valoración: más que recomendable
¿Quién puede matar a un niño?, nos preguntaba Narciso Ibáñez Serrador en una ya mítica película basada en una terrorífica novela de Juan José Plans. Pues bien, eso era porque ni Chicho ni los protagonistas de su película habían leído esta novela (bueno, él tal vez sí), porque a los cinco niño que la protagonizan desde luego que dan ganas, más de una vez, de matarlos... También de quererles, claro, porque, después de todo, no son más que niños y se comportan como tales... en el mejor y en el peor sentido.
Pongámonos en contexto: Malibú, en la soleada California, a comienzo de los 70s. En una casa a pie de una playa privada pasan el verano los cinco hermanos/as Moss, de entre 9 y 4 años, a cargo de Graziela -a la que los pequeños monstruos llaman Aguacates-, una criada mexicana que no habla una palabra de inglés, mientras sus padres -él, productor de cine, oscarizada actriz, ella- ruedan una película en Italia. Sí, en efecto, esta situación no parece la más aconsejable para unos chiquillos tan pequeños y menos aún cuando, a partir de un incidente que mejor no contaré, los críos se quedan solos en la casa, bajo el liderazgo de Kathy, la mayor del grupo. Ellos y ellas -tres varoncitos y dos niñas- encantados, claro, porque eso les permite pasarse el día viendo la tele (hoy en día sería jugando con la videoconsola o con el móvil) y comiendo guarrerías, aunque también les obligará a estar en guardia frente a visitas inoportunas y, sobre todo, intrusos indeseados... Pero os adelanto (y tomáoslo como un spoiler, si queréis) que, para entonces, la historia de terror ya llevará tiempo empezada...
Con mucha astucia, los autores del libro nos presentan a cinco niños que representan cinco estereotipos de personalidad y comportamiento diferente, desde la niña lista pero marimandona que es Kathy a Marti, la más pequeña y, por tanto, cándida de los cinco. Pasando por el sensible e inteligente Sean, el tragaldabas Cary y, por último, el hiperexcitado y posiblemente futuro gymbro Patrick. Es imposible no empatizar con ninguno o incluso, en uno u otro momento, con todos. Por otra parte, Koenig y Dixon articulan la novela por medio de capítulos no muy largos, que son en sí mismos, pequeñas narraciones llenas de suspense; en todas ellas los hermanos se deben enfrentar a alguna dificultad más o menos peliaguda que mantiene al vilo al lector, incluso cuando se trata de aprietos un tanto previsibles. Sin embargo, que nadie espere encontrarse con una novela de aventuras juveniles "blanca", tipo las de Los Cinco o Los Hollister. O, en todo caso y si se quiere, podría tratarse de una parodia de este tipo de literatura, tan popular otrora, ya que en Los niños están mirando no hay nada blanco, nada a lo que nos podamos agarrar esperando una historia más convencional y tranquilizadora. Y, sin embargo, que bien funciona (o qué bien los hacen funcionar sus autores) el consabido "pacto ficcional", que provoca que no sólo nos parezca plausible lo que estamos leyendo, sino que aceptemos todas sus aristas y recovecos oscuros, mientras nos recome la impaciencia por saber cómo acabará todo este disloque. Que es tremendo, ya digo...
También de Laird Koenig y reseñado en Un Libro al Día: La chica que vive al final del camino
Título original: Mi limitavo ad amare te
Traducción: Miguel Izquierdo
Año de publicación: 2023
Valoración: Recomendable
Los libros se comunican y hablan entre sí. Si no, ¿cómo explicar las conexiones entre Me limitaba a amarte y tres libros recientemente leídos y reseñados por aquí, como son No matarían ni una mosca, Juegos prohibidos y Diarios del olvido?
Veréis, Me limitaba a amarte es la historia de unos niños bosnios (de diferentes orígenes) que, en pleno asedio de Sarajevo, son enviados a Italia. Pero pasan los años y allí han de permanecer y tratan de (re)hacer sus vidas como buenamente pueden.
Y así, aparecen las citadas conexiones: con Diarios del olvido en la permanente sensación de desarraigo y "extranjeridad", tanto en un lado como en otro; con Juegos prohibidos en el extrañamiento infantil ante el mundo adulto, en el manejo de lo simbólico y en los intentos digamos atolondrados de canalizar la rabia y el dolor; con No matarían ni una mosca en esa violencia normalizada que persigue a algunos de los protagonistas del libro a través del tiempo y el espacio.
Más aún, la novela se abre con una cita de Slavenka Drakulic y una de las niñas se llama Nana Drakulic, así que ella conexión Postorino - Drakulic resulta obvia.
Volviendo a la novela, finalista del Strega en el año 2023, esta se divide en 4 partes en función del momento temporal de los hechos que se narran. Esto permite una lectura de la misma como "novela de formación", por aquello del paso de la infancia a la madurez.
En ese sentido, me parece que está muy bien tratada la importancia del pasado y de los sucesos o heridas de la infancia en la vida adulta (¿está Marcel Proust por aquí?). También es destacable cómo la autora teje, ya desde las páginas iniciales de la novela, las red de relaciones que se establecen entre los distintos personajes y su evolución en el tiempo.
Otro aspecto a mencionar es el manejo de las voces infantiles en la primera parte de la novela. Creo que la autora acierta con el tono y evita caer en lo excesivamente melodramático.
- No quiero estar allá dentro, no me gusta. Aquí veo el cielo.
- En Sarajevo no mirabas nunca el cielo.
- En Sarajevo estaba mamá.
Sin embargo, el melodrama aparece en el tramo final del libro y algunas de las escenas o situaciones se acercan peligrosamente al telefilm (sí, de esos los domingos por la tardes). Ya sabemos que la vida y la muerte están hechas de casualidades, pero creo que a Postorino se le va un poco la mano y fuerza en exceso según qué situaciones.
En cualquier caso, una recomendable novela sobre abandonos y reencuentros y sobre el derecho a la propia salvación en un mundo extraño en el que, aunque existan, resulta difícil encontrar asideros.
Año de publicación: 1986
Valoración: Está bien (Recomendable para quienes quieran tener idea de México inmediato a su revolución)
1922, un año dentro de un periodo donde la sociedad mexicana luchaba con violencia en múltiples terrenos. Crímenes, asaltos, asonadas, levantamientos armados, espionaje, traiciones, fuerzas extranjeras tratando de intervenir política, económica y hasta militarmente para cambiar el rumbo de la revolución mexicana; movimientos populares y de obreros empujando para recuperar rumbos perdidos por la misma; prensa, arte, transporte, naciendo o renaciendo tras la guerra popular que cambio al país. Ese es el marco donde se desenvuelve la novela Sombra de la sombra. Paco Ignacio Taibo II logra describir ese marco, hace sentir sus tensiones, permite al lector vivir por momentos su turbulencia y, sobre todo, aproxima a la comprensión de una época todavía cercana del pasado mexicano, lo que facilita entender mejor el presente de esta república.
Los protagonistas de Sombra de la sombra son cuatro personajes que se encuentran cada noche para jugar dominó. Durante el juego platican y reflexionan de lo que pasa en la ciudad de México y en el país. El estado de la sociedad en que viven se empieza a delinear desde ahí, en la descripción de la personalidad de cada uno de los cuatro jugadores, que representan a una buena capa del pueblo mexicano. Los jugadores de dominó tienen diferentes oficios que se irán revelando poco a poco, al tiempo que se van describiendo sus personalidades.
Son cuatro temperamentos muy distintos, lo mismo que los empleos de los que viven. Si bien el juego de dominó es lo primero que los une, conforme se desarrolla la trama se van involucrando en sucesos que los unen todavía más, sucesos a través de los cuales los lectores se van dando cuenta de qué era lo que pasaba por esos años en México.
Desde luego es la visión de los de abajo. No ¿por qué unos abajo y otros arriba? En un tablero de ajedrez no hay abajo y arriba entre negros y blancos, solo lucha entre ambos. Así en la novela asoman ampliamente dos partes: el pueblo llano, con diversos oficios con los que enfrentan la vida y sus dificultades económicas y los vividores que han sabido aprovechar el río revuelto de la revolución mexicana para acomodarse en cualquier bando de la misma y medrar económicamente. Aparecen también personajes o segmentos de la sociedad que no se pueden colocar en ninguno de los grupos descritos, pero que tienen resultados importantes para la narración. Los grupos que se enfrentan son, uno, el de los fieles a ellos mismos y a sus empleos y otro, el de los que aprovechan la situación para beneficio personal, abusando de las circunstancias.
El grupo de los fieles a sí mismos está conformado básicamente por los cuatro jugadores de dominó, uno de los cuales ve casualmente un asesinato y otro presencia una muerte que puede tomarse como accidente o tal vez crimen. Como ambos acontecimientos se relacionan y uno de los jugadores es periodista, los cuatro se involucran en el intento de desentrañar esa relación, máxime que desde la sombra sufren atentados y amenazas varias, decidiéndose finalmente en convertirse en sombra de la sobra que los persigue. Sombra de la cual surgen los que abusan de la revolución.
No sé en qué momento empezó Taibo II a utilizar la estructura que emplea en esta novela, diseñada en 57 capítulos, algunos muy cortos. Muchos capítulos tienen títulos similares o idénticos, por ejemplo los que inician con “Los personajes juegan dominó” añadiendo, a veces sí y a veces no, otras indicaciones, o los apartados que se llaman “Bonitas historias que vienen del pasado”; estos últimos complementan las personalidades de los protagonistas o nos hablan de los antecedentes de algunos sucesos de la trama. Esta misma estructura, de capítulos cortos o con títulos semejantes, la utiliza el autor en otras de sus obras como Cuatro manos, La lejanía del tesoro y Retornamos como sombras; esta última, por cierto, está protagonizada por los mismos cuatro personajes pero veinte años después y ya no juegan dominó. Retornamos como sombras esta comentada aquí.
En resumen: México en 1922, cuando la revolución mexicana, finalizada formalmente con la Constitución de 1917, había dejado al país en un torbellino de locura del que iría saliendo remando sobre una roca y cuyos vientos todavía lo impulsan, sin que deje de estar presente la locura. Si la novela policiaca negra es aquella que nos pinta una sociedad, esta novela lo es y se desarrolla en un escenario que así fue, aunque su personajes sean ficticios.
Firmado: David Batista
También de Paco Ignacio Taibo II reseñado en ULAD: Retornamos como sombras