miércoles, 18 de abril de 2012

Marguerite Duras: Escribir


Idioma original: francés
Título original: Écrire
Año de publicación: 1003
Valoración: muy recomendable

Marguerite Duras no es santo de mi devoción. Y no sé por qué, la verdad, porque su calidad como escritora es incuestionable, pero sus libros nunca me han atraído demasiado; siempre me han dejado una sensación de "no está mal, pero esperaba algo más". Sin embargo, con Escribir no me ha pasado lo mismo.

En este librito (y digo bien, librito, porque apenas pasa de 100 páginas) Duras recoge los textos utilizados para rodar tres cortos sobre su persona, en los que habla del oficio de escribir. La autora explica dónde escribe, el lugar físico (su casa, generalmente) y el ambiente que necesita para ello. Sobre todo, habla del silencio, de la paz que precisa para escuchar sus pensamientos y poder plasmarlos sobre el papel.

Pero también habla de los acontecimientos vividos que marcan, como no podía ser de otra manera, su escritura: sus amantes, la política, el alcohol, su marido, los hijos... todo lo que la rodea es fuente y objeto de escritura, todo forma parte de ese "escribir" que marca su vida y todo aquello con lo que se relaciona.

Duras utiliza para ello una prosa sin artificios, directa, que sin embargo nos atrapa y nos guía a través de sus reflexiones, en las que confiesa que ni ella misma sabe cómo nace un libro. Para la autora, la acción de escribir es algo que va más allá de toda racionalidad, es una contradicción, un sinsentido, una incógnita, una enfermedad que sólo se cura escribiendo. Como afirma en esta obra, La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir.

También de Marguerite Duras en ULAD: Moderato cantabileEl amante, Las diez y media de una noche de verano, La siesta de M. Andesmas

6 comentarios:

virgi dijo...

Después de leer El amante, ya me gustaba. Cuando encontré El dolor, se convirtió en uno de mis libros preferidos.
Otro saludo

Alba Steiner dijo...

De Escribri me fascinó el episodio de la mosca. Me conmovió cómo, de repente, se convertía en extraordinario algo, en apariencia, tan insignificante.

Anónimo dijo...

No te gusta Margarita porque no eres lo suficientemente inteligente. Cada uno debe ser responsable de leer solo aquello a lo que puede llegar y abstenerse de comentar lo que es demasiado para él. Hay muy pocas personas inteligentes en el mundo, incluyo también a los muertos, y Duras es una de ellas. ¿El episodio de la mosca? Vale, si se quiere (diría Margarita), pero donde se ponga el del alcohólico (aquél en el que describe con todo lujo de detalles los efectos del alcohol con síndrome de deprivación imcluido) que se quite todo lo demás. Sacude los cimientos del mundo. No sigo porque igual intentáis ficharme para el blog y me cotizo bastante más alto. Au revoir.

Paula dijo...

La anonimia es maravillosamente osada.

Para empezar, debe haber en este mundo opiniones para todos los gustos. Para seguir, creo que ni siquiera has sabido leer bien la reseña.

Ni hartos de vino, gracias. A la gente maleducada -y anónimamente maleducada- mejor tenerla lejos.

Anónimo dijo...

¡Uy, vaya, creí que ser correctora era otra cosa...! Creo que la última cita va por la vía de que el propio hecho de escribir te lleva, te guía, te marca unas pautas que no están predeterminadas sino que van apareciendo, como por arte de magia (de ahí el misterio), a medida que la historia va cogiendo cuerpo. Es una forma de decir que la historia se recrea en sí misma, un tipo de onanismo que nos mantiene al margen pero que no sería nada sin nosotros. ¿Entiendes ahora por qué digo lo de la inteligencia? Efectivamente, no te conozco pero sé leer entre líneas y, sobre todo, me percato de lo que falta. No tengo tiempo para más. Au revoir y buena suerte con tus traducciones. PD: la conciencia de autor surgió con don Juan manuel, allá por al siglo XIV, ¡pobres de los anónimos anteriores a él! ¡A la hoguera con ellos! La alusión a la anonimia ajena es el recurso más sobado por la mediocridad.

Paula dijo...

No merece usted la pena, querido Sherlock.