viernes, 10 de febrero de 2023

Azorín: Capricho

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1943

Valoración: Bastante recomendable 


Si hablamos de la generación del 98, Azorín se cita siempre entre los nombres indiscutibles, no por nada fue precisamente quien le puso el nombre. Entre ese colectivo de composición controvertida, mucha gente ha leído a Baroja, bastantes a Unamuno, y algunos otros conocen, aunque solo sea por canciones de Serrat o Paco Ibáñez, a Machado, por ejemplo. Pero nadie que yo conozca ha leído nunca a Azorín, yo diría que en general casi nadie ha leído a Azorín. Y me incluyo, hasta hace unos pocos días. Es una situación algo extraña, y tal vez un poco injusta, y me propongo corregirla, al menos en el modesto ámbito de nuestro blog, a través de este libro, elegido completamente al azar.

Aparte del desconocimiento, podemos también tener el prejuicio de etiquetar a este autor como clásico, convencional, poco amigo de moderneces y atado quizá a la reciedumbre del paisaje castellano, cosas así. Puede que algo de eso haya en otras de sus obras, pero entonces Capricho sería, y no sé si realmente es, una rara avis, porque se trata de una pieza cercana a la experimentación, una especie de juego literario que hace honor al título en su concepto tradicional, como obra que ‘se ejecuta por la fuerza del ingenio, más que por la observancia de las reglas del arte’, como en el mismo inicio del libro se indica.

El texto consiste en un pequeño relato inacabado que el autor propone, dejando abierto el desenlace para que cada uno de los distintos redactores de un periódico lo complete a su manera. Se acompañan semblanzas totalmente subjetivas de cada uno de los candidatos, muy bien modeladas por cierto, y hasta el autorretrato de varias mujeres que pudieran ser posibles personajes a utilizar. Finalmente, se diría que el relato lo completan, aunque solo parcialmente, una serie de personajes literarios (don Quijote, Juan Tenorio, el buscón Pablos, etc.) en un ejercicio que más que de estilo es de inmersión en su personalidad y su modo de ver el mundo. Esta perspectiva un poco insólita es quizá lo más interesante del libro: no nos centremos tanto en cómo idearía un desenlace o qué forma le daría este o aquel personaje, ni el redactor jefe o el reportero de tribunales, sino cómo la subjetividad de cada uno determina el modo de enfocar la situación que se plantea. Y un paso más allá, asistimos a la confusión entre autor y personaje, de manera que unos y otros, trabajadores del periódico y protagonistas de clásicos, adoptan una u otra posición según se les observe.

En los tiempos actuales el formato no resulta especialmente novedoso, ni quizá lo era siquiera en 1943 cuando se escribió el libro, pero sí que transmite la imagen de un autor con mucha menos aversión al riesgo de lo que cabía esperar. 

Seguramente se trata de una diversión, un pasatiempo de escritor que se siente libre para crear una cosa de apariencia ligera pero que, ya puestos, aprovecha para enredar con distintos aspectos de la creación literaria: la recuperación de términos arcaicos, el reflejo de la personalidad (o las circunstancias) del autor en la obra, cómo el personaje puede cobrar vida propia o quedar abandonado sin el aliento del autor, o lo artificial (o meramente convencional) de la distinción entre géneros literarios. El mismo Capricho es un híbrido entre varios de ellos, con trazas de novela o relato corto, pero también de ensayo, biografía e incluso poesía, si atendemos al tono lírico que se deja ver de tanto en tanto. Pero ante todo me parece, como decía al principio, que la mayor parte de su esencia es de juego y experimento. 

Es cierto, el libro carga con el lastre de una prosa que hoy resulta algo anticuada, de páginas que a veces se hacen un poco largas, sumergidas entre reflexiones de personajes clásicos que tal vez solo el erudito capte como es debido. No creo que sea una obra demasiado representativa de este Azorín al que he querido rescatar del olvido, ni probablemente sea una de las mejores. Pero me ha gustado su atrevimiento, la libertad que demuestra al crear y la forma de dejar pistas sobre los entresijos de la literatura. Quizá no muy entretenido de leer, pero de esos libros que dejan un cierto poso a nada que les dediques una pequeña reflexión.


3 comentarios:

Alberto dijo...

Desconocía este libro de Azorín que ha rescatado Carlos. Pero si es tan interesante tratándose de una obra menor nos invita a leer la obra mayor del maestro de Monóvar. Claro que Azorín es un clásico y el destino de los clásicos es hablar bien de ellos sin leerlos. Pues Azorín se puede y debe leer. Es un clásico hasta cierto punto vivo. Lo mejor para mí son sus primeros libros como "Castilla" o "La voluntad." Ahí está un estilo que en su momento revolucionó la prosa española: claro, terso, de frases breves. Y unido a esto una sensibilidad digna de Marcel Proust. Todo bañado por la luz del Mediterráneo o de la meseta. Los personajes cansados. El páramo. Las viejas calles empedradas. Las casas blancas. El tiempo que pasa y queda como fosilizado en la vieja España. Azorín hacia poesía de un botijo o de un arriero, que ya es decir. Muy recomendable en mi opinión.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Hola, Carlos:
Yo he leído a Azorín: Blanco en azul y alguna cosa más que no recuerdo. Él es un estilista, muy cuidadoso de la forma, un amante de los colores. Muy desapasionado, si expresa la pasión es para describirla estéticamente.
Estoy con la segunda vuelta de Las diez claves de la realidad que tú reseñaste. Cuando la termine te la comentaré ampliamente.

Carlos Andia dijo...

Pues parece que hemos descubierto a dos lectores de Azorín, que ya me parece un triunfo. Y además se ve que le conocéis bien, porque tenéis opiniones muy claras y razonadas. Por cierto, me ha encantado eso de 'el destino de los clásicos es hablar bien de ellos sin leerlos', Alberto, es una verdad como un castillo.

Gracias a los dos por los comentarios.

(Por cierto, Beatriz, ¿lo de la 'segunda vuelta' quiere decir que los has leído dos veces? ¿no, verdad? Bueno, me lo contestas si quieres en la entrada a aquel libro, espero tus comentario)