lunes, 7 de febrero de 2022

Riszard Kapuscinski: El mundo de hoy. Autorretrato de un reportero


Idioma original: polaco

Traducción: Agata Koszelek

Año de publicación: 2004

Valoración: muy recomendable

El mundo de hoy es una edición que surge del enorme éxito que Kapuscinski obtuvo por toda su obra. Su traductora al castellano recoge extractos de sus textos (término este que, según Kapuscinski, definía a la perfección sus obras  y los agrupa en una recopilación que resulta curiosamente poliédrica: incluye, sin el detalle de sus obras completas, suficientes extractos de sus crónicas de periodista de guerra como para apreciar su precisión de testimonio presente. A la vez, incorpora no pocas de sus reflexiones a dos niveles: el personal al analizar los entresijos de su profesión, en la que percibimos su progresión en función tanto de los acontecimientos que fue cubriendo como de las circunstancias en que dicha cobertura se producía: más repercusión, mejores medios, progresivo acceso a más público, mayor tolerancia a su agudo análisis crítico. Pero paralelamente el autor polaco también usa su experiencia acumulada para pronunciarse sobre ese mundo de hoy.  

Muchos fueron los hechos que Kapuscinski tuvo ocasión de vivir, y en una época clave para la configuración de lo que es nuestro presente. Y Kapuscinski, fanático absoluto (no perderse sus ocho puntos claves para ejercer como reportero) de sus métodos, resulta ser capaz de proyectar su experiencia al siguiente nivel. Sin pretender serlo para nada, su análisis político y social resulta no solo brillante y vehemente sino incluso premonitorio de forma algo incómoda. Ya en 2003, como quien no quiere la cosa, hablaba de la enorme transformación que el mundo experimentaría como consecuencia de los enormes progresos en la electrónica, de la necesidad de la generación, superada la guerra fría, de equilibrios de bloques diferentes a los habidos (curioso que hable de Rusia y China igual que se habla hoy, con el miedo ante lo que pueda pasar en Ucrania), del enorme dominio que Estados Unidos ejercería gracias a sus literales monopolios tecnológicos (repito: 2003. Por entonces no Facebook, no smartphones.

El mundo de hoy resulta ideal tanto de introducción a Kapuscinski como de colofón y resumen de una lectura completa de ésta. Muestra su pasión por su profesión y revela a las claras que era consciente de su privilegiada posición. No hay atisbo de arrogancia ni de falsa modestia. En lo meramente literario, lo tenía muy claro. Pisaba territorio en el que pocos se habían aventurado. No tenía reparo alguno en aclarar que para el periodista la objetividad absoluta era una quimera, que sus notas eran un mero borrador desde el que recomponía sus crónicas pero que para ello a veces debía contar con testimonios casi anónimos recogidos en unos pocos minutos. Tozudo en su coherencia e influyente como pocos, leer estos textos apenas unas décadas tras su primera publicación da, igual aún más que en su momento, para sesiones de subrayado y toma de notas a mansalva. A ver si algún día se atisba un discípulo a su altura.


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