Año de publicación: 2020
Valoración: Más que recomendable
Una invitación para acudir a un reality show, mezcla de "Quién sabe dónde" y "Gran Hermano", que emite una televisión alemana es el punto de partida de la disparatada comedia de equívocos que es esta "Crema Paraíso" del venezolano Camilo Pino. Aunque "Crema Paraíso" no es solo eso. Es también, entre otras cosas, la crónica de un desencanto generacional y una nueva vuelta de tuerca al dilema entre "alta" y "baja" cultura, a los mecanismos que determinan esta clasificación y a la línea que separa el éxito y el fracaso.
Para que los ingredientes de esta mezcla tan ecléctica no exploten, Pino sitúa la novela en dos tiempos con dos narradores diferenciados y la construye en base a personajes y situaciones contrapuestas y a mucho humor inglés (pero de ese que juega con lo grotesco) con toques caribeños.
Un ejemplo: Los personajes de Emiliano Dubuc (50 años, jugador compulsivo de Candy Crush que vive en Miami en una situación económica más bien precaria) y Alfonso Dubuc (mejor poeta venezolano de su generación y padre acechado por la culpa convertido, con el tiempo, en un viejo verde al que la cabeza parece no regirle demasiado bien).
Otro: La estancia de Alfonso Dubuc, a comienzos de los 80, en el Primer Congreso de Escritores Latinoamericanos de La Habana. Viaje y estancia entre lo tragicómico, lo patético y lo delirante finalizados de forma abrupta y sorprendente que suponen, al mismo tiempo, un fracaso, una pérdida de la inocencia y el definitivo despegue de Dubuc como poeta. Hasta ese momento, no era otra cosa que un poetilla de segunda o tercera fila que, de golpe y porrazo, comienza a "codearse" con Ernesto Cardenal (ojo a cómo aparece caracterizado), Mario Benedetti o Fidel Castro y a publicar en destacadas revistas y editoriales.
Otro más: El reality show, que supone el reencuentro de Alfonso con Beata Schultz, con quien mantuvo un breve "affaire" durante el citado Congreso habanero. Esta parte es la más disparatada de todas y con la que más me he podido reír. Situaciones equívocas, absurdas, grotescas y rocambolescas que acaban cerrando el círculo de los hechos ocurridos años atrás.
En el lado positivo de la novela destacaría, por encima de todo, su frenético ritmo. 250 páginas plagadas de personajes que no son lo que parecen, que se leen "fácil", que pasan en un santiamén y que, al mismo tiempo que divierten (y mucho), dejan una serie de temas en el aire sobre las que igual tendríamos que dar un par de vueltas. En el menos positivo, creo que la parte final está algo desaprovechada. Me he reído un montón con las peripecias alemanas de los Dubuc, con sus historietas casi surrealistas, y me da la sensación de que podrían haber dado más juego. O quizá es solo que me lo estaba pasando en grande y me jodió que terminara.
Pese a esto último, buen sabor de boca el que me ha dejado este "Crema Paraíso" y su limonada frappé.
+++++++++++++
Y ahora, un breve cuestionario al que Camilo Pino accedió amablemente a contestar. ¡Muchísimas gracias, Camilo!
ULAD: En la reseña definimos "Crema Paraíso" (como descripción general, aunque es mucho más que eso) como "disparatada comedia de equívocos con mucho humor inglés y toques caribeños". ¿Cómo la definiría Camilo Pino?
C.P.: Esa frase captura el espíritu de la novela. Agregaría que hay una lógica dentro del delirio, que es una novela de padre e hijo, que el padre es un gran poeta, y el hijo un joven obsesionado con el dinero, y que se embarcan en dos viajes, uno hacia la América Latina de principios de los ochenta, cuando todavía se podía creer en la revolución cubana, y otro, en el presente, a las profundidades del entretenimiento basura en Europa y los Estados Unidos. Y que en el camino se tropiezan con la poesía, pero no una poesía luminosa, sino más bien dionisíaca y errática, avergonzada de su belleza. Pero si tuviéramos que resumir todo en una frase, me quedaría con la tuya.
ULAD: En la novela se juega con el concepto de éxito y fracaso y con la construcción de aquel. En su opinión, ¿en qué medida depende el éxito o el fracaso de una obra o autor de elementos "extraliterarios"?
C.P.: A corto plazo, mucho, muchísimo. Hay elementos “extraliterarios” que pueden determinar la recepción inicial de una obra: el padrinazgo de una persona famosa o respetada por los lectores, el gusto del momento, tener una fuerte presencia en las redes sociales, ganarse un premio reconocido, contar con el apoyo de una campaña de mercadeo, hasta la personalidad de un autor pueden hacer despegar un libro. Lo difícil es mantenerlo vivo, que se lea más allá de ese impulso inicial y sobre todo, que establezca una conexión real con un grupo de lectores.
Yo creo que con el tiempo los libros malos desaparecen y que muchos de los buenos van haciendo su camino por sí mismos, a veces muy lentamente. También creo que los elementos extraliterarios son necesarios, inevitables, y que toca convivir con ellos. Lo importante es que los escritores no olvidemos que nuestra responsabilidad final es para con la escritura, que el resto es accesorio.
ULAD: Siguiendo un poco con lo anterior, la imagen que se da del "establishment literario latinoamericano" de los años 80 no es demasiado positiva. ¿Qué le parece el "establisment" de 2020? Y, ahora que vive en los Estados Unidos, ¿qué diferencias hay entre el "establishment" estadounidense y el venezolano?
C.P.: Vivo en Miami, una ciudad que, como dice Hernán Vera Álvarez, detesta a los intelectuales. Los escritores aquí somos como borrachitos que nos reunimos escondidos en las dos librerías independientes de la ciudad. Aunque hay que admitir que somos disciplinados y persistentes. De hecho, hay grupos como Suburbano, que editan y producen eventos y que han logrado crear una comunidad literaria en español. Y también está la Feria del libro de Miami, que tiene un programa en español bastante decente. Pero la verdad es que el gran mundo literario estadounidense orbita en otra galaxia que gira alrededor de Nueva York y que ignora por completo la producción en español.
En cuanto al mundo literario venezolano, pues está pasando un proceso de transformación muy grande. La industria editorial está diezmada y un porcentaje enorme de los escritores, quizás la mayoría, vivimos en el extranjero. Han pasado dos cosas: Nos hemos internacionalizado y nos hemos desplazado al mundo digital, con todo lo que eso implica. Aunque supongo que la industria en pleno se está moviendo a Internet de una manera u otra. Quizás nos estemos adelantando.
ULAD: Asistimos en la novela al desencanto o la desafección de Dubuc hacia la Revolución cubana, al tiempo que otros autores permanecen, bien por comodidad o cobardía, a su sombra. ¿Puede ser extrapolable a la situación actual de Venezuela? ¿Puede, en este sentido, constituir el texto un llamado a cierta parte de la intelectualidad latinoamericana o europea?
C.P.: No hay dictador sin juglar. Piensa en los futuristas, o en poetas como Ezra Pound, que se entregaron de cuerpo y alma al fascismo. Yo escribo sobre los escritores latinoamericanos revolucionarios y su complicidad con los hermanos Castro, porque es una realidad que conozco bien y que sufro directamente, pero siempre ha habido complicidad entre una clase intelectual y el régimen dictatorial de turno.
Y es cierto, esa complicidad prevalece en muchas instituciones culturales y académicas de Europa y lo Estados Unidos. La izquierda caviar, o Disney, o exquisita (la tradición es larga y por eso tiene tantos nombres) ha hecho un daño enorme, en algunos casos irreparable y no estoy hablando de censura o de la marginación sistemática de ciertos escritores, estoy hablando de hambre, violencia y muerte. Disculpa lo afectado, pero es así.
ULAD: Por último, asistimos a un auge de la literatura venezolana en los últimos tiempos. Al menos en España, podemos acceder a la obra de Rodrigo Blanco, de Juan Carlos Méndez Guédez, Alberto Barrera, Karina Sainz Borgo, un tal Camilo Pino...y se ha recuperado la obra de autores como Teresa de la Parra, Victoria de Stefano o Úslar Pietri. Pese a que son autores muy diferentes entre sí, ¿podemos hablar de un "miniboom" venezolano?
C.P.: Yo creo que sí, que se puede hablar un pequeño boom. Barrera Tyszka abrió en camino con La enfermedad y luego con Patria o muerte y desde entonces se está publicando y leyendo más literatura venezolana fuera del país. Dicen que las crisis son grandes fuentes de material literario, y quizás esa sea una de las explicaciones (desafortunadamente). El otro motivo puede ser la internacionalización de los escritores y lectores venezolanos. Pero teorizar sobre estos fenómenos siempre es arriesgado. Lo que sí te puedo decir es que sería estupendo pasar de pequeño boom, a boom de verdad.
ULAD: La pregunta más seria e importante de todas: ¿Realmente merecía Dylan el Nobel?
C.P.: No más que el poeta Dubuc. A ver, Dylan es un gran artista, un excelente músico. Sus letras son buenas, pero no son superiores a la producción de cualquier poeta medianamente decente. Y por lo que veo, el Nobel lo traía sin cuidado. Ni siquiera se presentó en la ceremonia y parece que se copió la mitad del discurso de aceptación. Con tanto escritor de calidad pasando trabajo en el mundo, es injusto otorgarle un Nobel a un cantante famoso y millonario. Esa decisión la tomó un jurado desconectado con la realidad. Fíjate en lo que pasó después. El Nobel perdió un montón de credibilidad y terminó enredándose en escándalos más disparatados que los de Crema Paraíso.
5 comentarios:
Estupendo y trabajado trabajo gracias koldo. Mayor Thompson
A veces pareciera que Emilio Estefan se parara en la parte de llegadas del aeropuerto de Miami, dando papeles y crédito a todo autor latino dispuesto a quemar a los Castro.
Los Marta Sánchez de la literatura latinoamericana van a Miami.
Los millones de latinoamericanos que dejamos nuestra tierra sin poder culpar a Castro o a Maduro leemos a Benedetti, quizás porque nos resulta algo repetitivo el artista caribeño residente en Miami vendiendo que el mal y el hambre lo inventaron los rojos. O porque sabemos que no hace falta dictador para crecer en países sin futuro. No lo sé.
A mí me generan rechazo, libro y autor, aunque debo decir que al primero lo has defendido bien y el segundo se defendió bien con sus respuestas.
A lo mejor me lo estoy perdiendo. Gracias por la reseña.
Mayor: Muchas gracias!
Diego: Supongo que el tema da para muchas vueltas, así que trataré de no "enrrollarme":
1. Desconozco el "terreno político" en que se mueve Pino (si es que lo hace) y tampoco es que me interese demasiado. En realidad, de casi ningún autor. Me interesa la obra. En este caso, leí en Internet unos párrafos sueltos y me llamó la atención. De verdad que procuro separar autor, obra e ideología. Lo contrario sería limitarme en exceso.
2. "Crema Paraíso" no es un libro político. Sí que es cierto que una parte de él "retrata" a la generación del boom y los conflictos o contradicciones que en su seno pudieron darse, pero no es el centro del libro.
3. Hay una frase que dice en la minientrevista ("No hay dictador sin juglar") que me parece acertadísima y aplicable a todo tiempo, lugar e ideología.
4. De verdad, si le das una oportunidad al libro, te vas a echar unas risas (creo)
5. Por cierto, hace poco compré un librito de... Juana de Ibarbourou!!!! Espero traerlo a ULAD después del verano (si es que no se me desintegra antes, porque está en un estado de semidescomposición).
Un abrazo
Gracias por la respuesta.
Sí, sé que no pones mayor interés en el terreno político en que se mueven los autores. Y creo que eso te hace más libre.
Yo suelo contar las razones que me hacen descartar un libro o autor, esos comentarios no pretenden llevar la razón; son prejuicios y por lo tanto solo me sirven para que las listas no adquieran tintes infinitos. Quizás los digo porque pienso que a alguien más le pasa lo mismo.
La frase del autor en la entrevista es muy acertada, sin duda. Aunque me gusta más cuando tú la amplías.
Sobre Juana de América. Ufff... Ya sabes, el típico autor que en Uruguay te enseñan en la escuela desde niño. Lamentablemente sucede con estos autores que terminan generando rechazo o indiferencia. Juana es vista por los Uruguayos más como un monumento que como una autora trascendente.
Después, algunos crecemos y aprendemos a desaprender los que nos enseñaban de literatura en el liceo (la eso), y también descubrimos que hubo cosas en la vida de Juana que monjitas y maestros no nos enseñaron; sea su adicción a la morfina, sea que el general Ibarbourou la molia a palos. Sea por eso que mucho después de muerta algunos prefieramos llamarla Juana de América para no usar el apellido de ese mierda.
A mí su poesía siempre me pareció simple pero yo no sé apreciar la poesía (admiro a los poetas pero son muy pocos los que disfruto leyendo).
Dicen que fue una adelantada... Yo solo conservé en mi memoria, para siempre, uno de sus poemas, La higuera:
"Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!"
Un abrazo, Koldo.
Uf, no sé. Me has matado con lo de Juana. Por suerte, y porque me cuesta horrores leer poesía, debí comprar algo de lo poco que escribió en prosa: un librito de relatos titulado "Juan Soldado". Ya te contaré.
Abrazo!!
Publicar un comentario