jueves, 14 de noviembre de 2019

Jean Raspail: El desembarco


Idioma original: francés
Título original: Le Camp des Saints
Año de publicación: 1973
Valoración: Magnífico pero indigesto



Antes de entrar en materia, permítanme un ejemplo para que puedan entender la impresión que me ha producido esta novela. Está usted contemplando su obra de arte favorita de todos los tiempos, ha acudido a ese museo –quizá desde muy lejos– solo para verla de cerca; cuando la tiene delante la encuentra sencillamente extraordinaria; lo que nadie le ha dicho es que la obra en cuestión contiene partículas radioactivas que le fulminarán en cuestión de minutos. Bien, pues exactamente eso es El desembarco.

En su Prefacio a la tercera edición, el autor justifica sus opiniones apoyándose en la Teoría de la Evolución: “… Forman parte simplemente del movimiento perpetuo de las fuerzas que, oponiéndose, forjan la historia del mundo. Los débiles se eclipsan, después desaparecen: los fuertes se multiplican y triunfan”. Sin embargo, esta resignación que deben practicar los perdedores, ese respeto que merece el que tiene las de ganar, cae en el olvido cada vez que su bando se encuentra en inferioridad de condiciones. “…Occidente, trágicamente minoritario (…) tras sus murallas desmanteladas (…) perdiendo batallas en su propio territorio (…) empieza a percibir asombrado el sordo estruendo de la formidable marea que amenaza con sumergirlo”. Es decir, cuando los nuestros van perdiendo, entonces la selección natural no tiene ninguna relevancia. Defender dos afirmaciones contradictorias dentro, incluso, de la misma página y pretender que el conjunto se entienda como un razonamiento lógico es jugar con las cartas marcadas y pensar, además, que el lector es tonto. Y continúa: “Así fue como murió el imperio romano: a fuego lento, es cierto, aunque esta vez puede que se produzca un incendio repentino.” Si nos apoyamos en sus propias premisas, se trataría de un desenlace de lo más natural, como ya predijo Darwin. No sé de qué se extraña. Simplificaría mucho las cosas que el escritor no considerase una catástrofe universal la coexistencia de seres que hasta ahora vivían alejados. Sí, claro, lo que teme es una pérdida de privilegios. Pero ¿en qué quedamos, Jean Raspail, nos  hemos encomendado a Darwin o hemos renegado de él?

Titulada en francés El campamento de los Santos por una alusión que aparece en el Apocalipsis, la novela nos coloca en un escenario tan magníficamente descrito que nos parece estar viendo nuestra propia versión filmada. ¿Con qué intención? Se trata de una distopía premonitoria que, como toda ficción bien desarrollada, a partir de determinado momento, prescinde de las reglas establecidas por su propio creador y comienza a tener vida propia. Confieso que dudé mientras iba leyendo, pues la carga crítica  que contiene una situación determinada puede ir en un sentido o su contrario, y la intención del que escribe no siempre encuentra en el lector el eco que espera. Hemos leído distopías que describen auténticas tragedias y, por lo general, tendemos a situarnos del lado del más débil. Conociendo la trayectoria de su autor, no hay duda sobre la ideología que inspira El desembarco; en cuanto a las conclusiones, supongo que a cada lector le servirá para reafirmarse en lo que pensaba previamente. Pues ¿cómo reaccionar ante una panorámica aérea que nos muestra un amasijo de cuerpos, les priva de identidad, los deshumaniza y degrada resaltando lo más repelente de los gestos y acciones del conjunto?Se trata de un retrato expresionista de la miseria y del pánico que esta genera, una caricatura tan magistral como malintencionada que contiene una impresionante capacidad de vaticinio, (ya que por predecir, predice hasta las mafias). El objetivo de sus críticas son, naturalmente, los gobiernos occidentales, que durante décadas han contemplado impasibles una problemática intolerable y, secundariamente, los ciudadanos, que observaban lo que ocurría más allá de sus fronteras como un mero espectáculo. Pero –y nos suena de algo este argumento– el espectáculo se puede presentar en tu salón.

El procedimiento narrativo es más propio del reportaje, ficticio en este caso, que de la novela. Personajes y escenas arquetípicos, descripción global de mecanismos político-sociales, casi siempre con un enfoque panorámico, muy raramente moviéndose a ras del suelo. La acción comienza en Calcuta, cuando millones de personas repartidas en nada menos que cien buques emprenden viaje a las costas del sureste francés. Asistimos a escenas dantescas, un hacinamiento e insalubridad inimaginables, promiscuidad denigrante, cadáveres flotando constantemente alrededor durante la travesía (cuando llegasen un fogonero quemaría a paletadas a medida que el mar los iba arrojando a tierra, los quemaba sin ninguna compasión y ¡¡cantando!!). Es patente el interés por cosificar y privar de dignidad a estas personas, por que sintamos hacia ellas repugnancia y desprecio. Aún así, imposible no disfrutar con sus expresivas imágenes, la ácida ironía, la sabia utilización del absurdo o todo a la vez. Como aquella propuesta de impedir indefinidamente el desembarco y crear una nación oceánica, alimentada por los países prósperos, con representación en la ONU etc. Casi puedo escuchar la carcajada de Raspail mientras escribe.

Una vez establecidos en el país de acogida, se abrirá un periodo de solo tres días durante los cuales los recién llegados y aquellos, que con mayor o menor entusiasmo, les aceptan y acogen –que son bastante numerosos, tanto como los que huyen hacia el interior a toda prisa– acabará con el estado de cosas anterior y proclamará un nuevo orden nacional (y mundial, pues se produce una especie de efecto dominó). En cambio, los restos del Viejo Mundo –el mundo individualista y acomodado, insolidario y chauvinista, que defiende hasta el último de sus privilegios aunque eso suponga la muerte de los otros– personificado en el profesor Calgués junto a los despojos de un ejército de fantoches, no muestra ninguna compasión, su crueldad parece justificarse porque su condición de oriundos les otorga todos los derechos. Pero los recién llegados son mucho más numerosos, así que el fantasma de Darwin, una vez más, acaba derrotándolos. Lo sabemos porque el narrador ofrece desde un hipotético futuro la crónica de aquellos tres decisivos días:  Ahora, cuando el Tercer Mundo se ha desplomado sobre nosotros, podemos verificar que su dinámico inconsciente ha hecho valer su fuerza en todo”. Como ven, una fábula moderna, que sintetiza proféticamente lo que ha ocurrido, de forma más secuencial y lógica, unas décadas más tarde.

Traducción: Manuel Vázquez

27 comentarios:

Lupita dijo...

Hola, Montuenga:
Pido por anticipado perdón a los lectores por contar algo personal, pero colaboro con una institución que trabaja con inmigrantes, tanto refugiados, como menores no acompañados, etc. Intentas no implicarte demasiado para poder seguir adelante, pero es que tienen unas vidas..Todo esto me ha hecho muy consciente de la realidad que viven, y no sé si sería capaz de leer ese libro, aunque me parece fascinante, y escribes tan bien que sólo por tu trabajo ya dan ganas de corresponder leyéndolo.
Qué falacia más grande la de que quien se empeña consigue lo que quiere y qué orgullo me dio oir a mi hija con 13 años decirle a un compañero el otro día que no entiende el orgullo de ser de ningún sitio por el hecho de haber nacido allí, porque eso es puro azar.
Si lo encuentro, lo leeré y te diré qué me parece.
Saludos

Montuenga dijo...

Me encantaría que lo leyeras, no por mi trabajo ni nada parecido sino porque creo que te va a llegar al corazón. Aunque también te aviso: las personas sensibles disfrutaremos con su excelente literatura y sufriremos con esas descripciones tan vívidas. A eso se añade indignación a tope por la intención aviesa del que escribe. Así que tú verás, tampoco te sientas obligada :) ;) :)

Antonieta dijo...

JA,JA,JA, buena valoración!!!

Juan G. B. dijo...

Hola, compañera:
Ante todo, decir que es una gran reseña de un libro que parece complicado de reseñar. ¡Buen trabajo!
Hay por ahí un intelectual francés de extrema derecha (y perdón por la paradoja) llamado Renaud Camus 8nada que ver con el Camus bueno, espero), uqe ha forjado o al menos desarrollado la idea de la "gran sustitución", en la que una población étnicamente A se ve sustituida en un periodo corto de tiempo por otra étnicamente B y, según él, es algo que ya ha sucedido en la Historia y está sucediendo ahora en el mundo occidental. Como es de suponer, estas ideas, junto a las delese otro chiflado ruso llamado Alexandr Dugin (https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2019-09-08/dugin-filosofo-destruir-occidente-aniquilar-europa_2214211/) y conspiraciones delirante como el plan Kalergi, son la base ideológica de los nuevos supremacistas blancos, tanto en Europa como en EEUU, y no sólo de los dirigentes, sino también de la clase de tropa...Sospecho que en las ideas de Renaud Camus puede tener algo que ver esta novela, así como alguna otra que ya se le ocurrió a preclaros teóricos...de las SS (https://www.eldiario.es/internacional/sustitucion-inspira-asesinos-popularizada-Europa_0_929507476.html).
En fin, nada nuevo bajo el sol: eson las mismas teorías racistas que en el siglo XIX se desarrollaron por tipos como Gobineau (https://es.wikipedia.org/wiki/Joseph_Arthur_de_Gobineau)para justificar el colonialismo, sólo que ahora aplicadas a una actitud defensiva y no expansiva. Lo gracioso va a ser (y ya acabo), cuando dentro de no muchos años, los mismos que claman ahora contra la invasión de la inmigración, lo hagan para pedir que vengan más inmigrantes para costearles a ellos las pensiones. Ya lo veréis...; )

Diego dijo...

"Los condenados de la Tierra" de Fanon y Sartre ya llevaba una década publicado. Me pregunto hasta qué punto la culpa y el miedito abundaban entre los franceses e influían en la enorme venta de libros como este.

Genial tu reseña, pero creo que de momento, paso. Comprendo y admiro que alguien aprecie la buena literatura más allá de lo que nos cuenta, pero no creo que yo pueda soportar algo así:

Gasolina para tiempos de "¡la reconquista!

Koldo CF dijo...

Otras, Juan! El Renaud Camus ese aparece en el libro de Finkielkraut del que hablábamos por Twitter hace un rato.

En cuanto a la reseña (magnífica, como siempre) y al libro de hoy, y un poco al hilo del comentario de Diego, es la eterna cuestión de su separamos obra y autor o, más aún, obra de ideas que subyacen en la obra. Yo diría que sí, que hay que separar (al menos, en general).

Así que el libro va a la lista de futuribles!

Un abrazo, compañera

Juan G. B. dijo...

Ja ja...quién no nos conozca se va a pensar qye nos oasamos el rato en twitter hablando de intelectuales franceses, en vez de poniendo chorradas y memes de los Simpsons...
Por otra parte, sólo puedo decir que Dios los cría y ellos se juntan...

Gabriel Diz dijo...

Magnifica reseña Montuenga. Me parece que su lectura se me haría muy difícil porque me cuesta separar la calidad literaria del pensamiento político.

Saludos

Gabriel Diz dijo...

Pensé exactamente eso: que discusión tan intelectual tienen Koldo y Juan! Ahora me he decepcionado un poco.....jajaja

Montuenga dijo...

Hola, Antonieta. Me alegra que te guste la valoración porque le estuve dando muchas vueltas y apunté varios calificativos antes de decidirme. Creo que, finalmente, se entiende lo que quiero decir y, como pretendía, el tono me ha quedado bastante contenido.

Compañero Juan, gracias por los elogios. No tenía el "gusto" de conocer con detalle la ideología ultra europea ni a sus perpetradores. Nunca me ha interesado, así que lo que me llega son los nombres de los políticos que las ponen en práctica y gracias. Pero, claro, ahora me corroe la curiosidad y te agradezco muchísimo toda la información que aportas. Tengo a medias las lecturas que propones pero en unos minutos lo habré leído todo. Por lo que sé de Raspail, no tiene influencia política en Francia pero sí ideológica debido a sus escritos, se entiende de donde sale tanto lápiz joven y viejo.

Compañero Koldo. Muchas gracias también, y me alegra que tengas intención de leerlo. Separar la obra del autor a mí me resultaba fácil cuando se hablaba de Borges, Vargas Llosa e incluso Celine, pero es que aquí se trata de separar la obra de la propia obra, porque el autor es excesivamente explícito. Aunque habría que matizar, como voy a explicar más abajo.

Diego, tuve que escribirla el lunes pasado, el peor día de mi vida para hacerlo, pero también el mejor. No conocía la obra que mencionas, gracias por la pista y me la apunto.

En cuanto a separar el contenido de la forma y la dificultad de tragarse un artefacto como este, tal como señaláis Gabriel y Diego, desde luego os entiendo, pero -como digo en la reseña- cuando algo es tan exagerado y está tan bien descrito que parece más bien una caricatura, al final contiene una carga crítica muy fuerte. Es decir, con independencia de las intenciones del autor, para mí, y supongo que para mucha gente, es un alegato en contra de sus propias ideas.

Me alegra que os haya gustado y gracias por la buena acogida.

Diego dijo...

Comprendo perfectamente esto último que dices. El sentido crítico es un arma infalible tanto para el viento a favor como para el que viene en contra.

Sé que a tí no te hace falta pero quería aclarar algo sobre el libro de Fanon que menciono antes. En el otro comentario me expreso mal y puede parecer al lector que Los condenados de la tierra es una obra parecida en ideología a la que nos ocupa. Todo lo contrario. Por partes panfletaria, por otras académica, el libro de Fanon es un llamado a la descolonización y, como bien explica Sartre en su prefacio, con el enorme valor de que es un libro escrito para los africanos.

Eso.
Un saludo.

Anónimo dijo...

El de Raspail es un libro bastante bueno, aunque ideológica mente sea discutible. Es un libro premonitorio. También es de riguroso interés contemporáneo, viendo el tema que trata. Y además es un libro valiente porque su autor no esconde su postura por desagradable que esta nos pueda parecer. Para Raspail los pueblos tienen un origen ancestral del que se deriva orgánicamente su historia. Por tanto, cada pueblo es una identidad específica y una continuidad histórica pese a los cambios evidentes de cada época. Los pueblos han de ser fieles a su pasado y no abrir las puertas a otros pueblos distintos que si los sustituyen demográficamente los eliminan a la vez en términos culturales. Es la postura de la derecha iliberal e identitaria actual. Raspail es un reaccionario que no esconde su postura y que además escribe muy bien. Gracias Raspail.

Lupita dijo...

Hola de nuevo:
Sin entrar en más, cómo se está politizando todo; parece que nos tenemos que definir continuamente. Como sigamos así y se nos exija posicionarnos en cada aspecto, pues llegaremos a tener que presentarnos así:soy Margarita X, española de 12 generaciones con mezcla americana, de tendencia centro izquierdista, nacionalista grado 2, en relación matrimonial renovable, heterosexual bicuriosa, madre pro montessori, feminista y atea-agnóstica, pero budista en Navidad.

A mí me gusta leer todo y a todos, hasta lo que me enfada. El enfado moviliza, sólo hay que saber dirigirlo.
Saludos

Anónimo dijo...

Como decía Alejandro Magno todo es política. Y en una novela de trasfondo político como es El desembarco una lectura política no es ya deseable sino obligada. Hay que saber qué se lee al margen de su valoración estética o artística. La novela de Raspail es buena como novela y también muy interesante desde una perspectiva ideológica porque anima un debate que ahora mismo está sacudiendo a la sociedad. Hay que definirse, dejar claras las posiciones y no practicar el socorrido arte del escamoteo y la corrección política. Para una revisión científica del problema de la inmigración y los conflictos identitarios que esta suscita es muy útil la lectura del libro de Christopher Caldwell La revolución europea.

Lupita dijo...

En la lectura cada uno puede buscar lo que quiera; los lectores que buscan la pura ficción evasiva no creo que se decanten por este tipo de libros. En cuanto a que todo es política, de acuerdo, sin embargo, creo que leer, oír o ver sólo lo que esté alineado con nuestra postura ideológica nos hace más estrechos de miras.
Y ante todo, creo que más importante que la ideología de cada uno es la capacidad de dialogar, de llegar a acuerdos y de buscar el bien común.

Saludos

Montuenga dijo...

Bravo, Lupita. Tú SÍ has LEÍDO la reseña. Gracias por leerla, por tu comprensión lectora, por tu capacidad de razonar y por tu apertura al diálogo. Mucha gente como tú haría falta en cualquier sitio.

Anónimo dijo...

Además de Darwin en la novela se advierte una cierta influencia del abate Malthus, cuando advertía a los pobres de las indeseadas consecuencias de tener muchos hijos. Recomendaba la castidad para mantener controlada la natalidad. Hoy los ecos de Malthus resuenan en comentarios del estilo de "tienen muchos hijos y son una amenaza."

Anónimo dijo...

Jean Raspail vive todavía con cerca de 100 años. En 2017 concedió una entrevista en donde suelta perlas cultivadas como las siguientes: "La civilización europea es la que está amenazada. El único fenómeno que yo no había previsto cuando escribí en la libro es el Islam. Si Europa no bloquea esa amenaza dentro de treinta años se producirá el gran reemplazo de una civilización por otra", "Invasión disimulada", "No se trata de racismo" (sic), "algo insidioso", "Soy un hombre de derecha pero no de extrema derecha" (sic). Y como remate: "Votar significa reconocer la legitimidad de la democracia." Así que el abuelo Raspail no vota, ni siquiera a su amiga Marine Le Pen, que al parecer recomienda sus libros. Dios los cría....

Diego dijo...

No siempre se trata de que uno lea lo que solo esté alineado con su posición ideológica. También puede ser cuestión de salud.
En mi caso, no descarto el libro en cuestión porque esté escrito por alguien que asume que como inmigrante en Europa soy basura contaminante, lo descarto porque no le leo a Montuenga mencionar nada sobre los porqués del embarque de ese desembarco, asumiendo que en esta ficción no están, y es un tema que si no viene cargado de porqués, pues, aunque tenga mucho interés literario, mis contextos, mis filtros, no lo digieren bien.
Uno no tiene ganas de leer que "debería volverse a su país" o "tú qué sabrás si viniste en una patera, Panchito", cuando es algo que ya escucha personalmente en la vida real.

Soy fan de que los libros me partan el alma o me toquen las pelotas durante varios días después de cerrarlos. Pero tampoco vale la pena amargarse por extrapolar que tus vecinos ya pensaban lo mismo en el 73. Concluir otra vez que las razones importan poco o importan demasiado como para ponerlas en la mesa. Reflexionar que esa nación-marina sobornada ya existe y se llama Turquía. Amargarte porque con la China de hoy te das cuenta de que incluso es mentira aquello que decían serios: "hay que ayudarlos en sus países" ¡No,que los chinos consuman como nosotros, nooo!
No. Hay algo más en el pensamiento del señor "Raspail" que tiene que ver con sus interpretaciones de lo que él es y lo que yo soy. Un algo en el que casi estoy convencido de que no vale la pena entrar desde mí. Se los regalo.
Nunca dudé del "magnífico" que Montuenga le da a la obra. Mi amor por la literatura de ficción es menor que el vuestro. Solo eso.

También me sucede que cuando leo a algún europeo llorando porque personas de otros continentes vienen a exterminar sus costumbres, escucho violines en el aire.

Montuenga dijo...

Hola Diego. Como el asunto te interesa pero no te vas a animar a leer la novela, te cuento. Sí que aludo al motivo fundamental, que es la pobreza extrema. La oleada que describe (luego se supone que habrá otras) viene de Calcuta y las numerosas descripciones de Raspail no ofrecen dudas. Hablo de ellas en el tercer párrafo calificándolas de "panorámica aérea". En el cuarto párrafo insisto en ello un poco más.

La novela es la crónica del viaje y la llegada del primer millón de personas, que embarcan todas a la vez. Pero prevé muchas más. Copio el párrafo entero porque no tiene desperdicio:
"Primero revienta la multitud miserable, esa que ha visto usted atacando a los barcos, cuya desdicha familiar ni siquiera le asustaba ya, pero detrás de ella, ¿sabe cuál es la segunda ola? La mitad del país se ha puesto en camino y no le sorprenderá a usted enterarse de que miles de personas jóvenes y hermosas, no hambrientas todavía, se han unido al movimiento. La segunda ola. querido amigo, es la de la belleza (...) Detrás, avanza la tercera ola: el miedo. Y detrás del mismo, el hambre (...) Otra ola se llama inundación, y bajo la inundación, un país asolado donde todas las cosechas están perdidas y la tierra destrozada por cinco años. Y sobre esa tierra en ola más lejana, la guerra y, antes de esa guerra, más carestías y más millones de muertos..."

En cuanto a lo que comentas de Turquía, creo que me he explicado mal. Como no quieren acoger a ese millón de personas, alguien da una idea que luego no se pone en práctica: dejarlos en el mar indefinidamente y proveerlos de todo lo necesario, considerarlos una nación con representación en la ONU y demás derechos. Cuando se dupliquen, embarcarlos en una segunda flota y que cada una dé vueltas a la tierra en un sentido para que no se encuentren nunca.

Sí, cuanto más se profundiza más se ve la mala baba. Por eso me parece interesante resolver las dudas razonables ya que, además de a vosotros, les servirá a los lectores que vayan llegando.

Saludos otra vez.

Anónimo dijo...

Curiosamente, los inmigrantes hindúes y sus descendientes suelen tener una buena o muy buena posición sociolaboral en Gran Bretaña o los EEUU. Son comunidades trabajadoras, bien integradas y que dan mucha importancia a la educación y al ascenso social, al igual que los orientales y los judíos. Otros grupos apuestan preferentemente por las drogas y la religión y así les va. Raspail escogió mal a los protagonistas de su novela.

Lupita dijo...

Diego:
La conversación fue virando hacia otros temas, pero lo primero que dije fue que no sé si podría leer ese libro, por como esa distopía pueda refiejar parte de nuestra realidad. Qué panorama tan certero el que describes, y qué mal saberse parte de ese mismo sistema.
Al último anónimo le digo que es cierto: debió elegir a todos de un mismo signo del zodiaco, Aries, por ejemplo, porque los Aries nadan muy bien y se adaptan al entorno, igual se convertían en hombres pez y creaban un nuevo Atlantis.

Feliz fin de semana y felices lecturas

Anónimo dijo...

Igualmente. Un cordial saludo a todos. Y a leer, que el tiempo ayuda.

beatrizrodriguezsoto dijo...

Sí, yo también creo, como el último Anónimo, que el autor eligió mal a los invasores de su novela.El relato tiene mucha tensión, yo leí con mucha emoción, pero cuando la imágen era de la flota india me aflojaba y descreía todo.Los hinduesque no son capaces deordeñar una vaca, las gentes más pacíficas dela tierra! Los judios lo hicieron en cierto modo y ¡como lo pagaron! Los del Islam son sanguinarios pero son cuatro.Los sudamericanos son muchos pero están todos adaptados y cuidando a nuestros viejos. Los gitanosllevan enEspaña cincosiglos y también están perfectamente adaptados y ni uno solo trabaja, lo cual es una gran habilidad suya. A mí, además, me da igual que se mezclen las razas.
Nuestro escritor está desfasado. Ahora nuestros exterminadores se presume que serán otros:el sol, la sequía, la inundación...
Pero el relato es muy denso y muy tenso. Cada frase está cargada de sentido. y el autor parece conocer muy bien las motivaciones de los políticos, de la iglesia, de las asociaciones,etc. que se mueven en las catástrofes humanas. La lectura me ha resultado muy interesante, excepto por el dolor de cabeza que se me ha puesto por las dos sesiones de diez horas seguidas para terminar la novela y poder hacer un comentario.
No sé si está dentro de las pretensiones de vuestro blog pero últimamente hay unos debates buenísimos.
Gracias Montuenga. Saludos.

Diego dijo...

Muchas gracias por tan generosa respuesta. No nos engañemos, te leo desde hace años y si hay algo confuso, yo apuesto a que soy yo el que leí mal y no que fuera mala tu explicación.

Ese fragmento ha ayudado a que considere leer el libro. Más allá de eso no cabe duda de que lo recordaré gracias a tu reseña y los comentarios que generó.

Diego dijo...

Te quería responder antes pero después del porro me tocaba rezar.

El debate es muy interesante y desconozco los datos que te hacen afirmar eso. Tampoco sé si eres el mismo anónimo que recomendaba al periodista Caldwell para tener una versión científica sobre el problema.

Dejémoslo en que yo prefiero los trabajos de Saskia Sassen, Spivak o Luc Boltanski.
No creo que todo sea tan simple como decir que los amerindios mascan coca y los semitas son muy trabajadores. Lo cierto es que mientras los panfletos con la palabra raza están de moda en la comarca, las ciencias humanas subrayan que las emigraciones formaron nuestro mundo tal y como lo conocemos y las ciencias naturales se encontraron tal quilombo en la antropología biológica que ya no saben que fenotipos se pusieron cariñosos con otros y por más que busquen atrás siempre llegan a Lucy masturbándose en África.
Tu vieja y la mía.

Pero está buenísimo debatir y que cada uno pueda ser sincero. Claro que sí.

Diego dijo...

De todas formas, Lupita, incluso con todo este panorama se puede afirmar que vivimos en la parte del mundo donde se viene intententando lo menos peor desde hace décadas. Europa sigue siendo ejemplo para el mundo en muchísimas cosas. No sé lo que durará pero la mayoría de los vecinos son gente estupenda.
Ahora se vienen épocas de muros y a mí no me cabe siquiera discutir la problemática racional que las grandes emigraciones generarán a los estados de bienestar europeos y norteamericanos. No puedo mirar desde la óptica de Anónimo y encuadrar según el lugar de nacimiento. Mientras Raspeil se comía los mocos mi vieja hacía su desembarco con siete años contagiada de enfermedades y piojos. Claro que en esta historia la piojosa es una gallega de Pontevedra y el desembarco es en Montevideo.
Volvió a los sesenta y ahora se siente extranjera en su España...
Cómo voy a lograr llegar a la cabeza de los defensores del Estado Nación salvadores de la patria! Imposible.
Considerar que el mundo es uno solo también va acorde con lo que creen los científicos y suele evitar el sentido de pertenencia a los trapos.