Año de publicación: 2019
Idioma original: español
Idioma original: español
Valoración: muy interesante
Planteaba hace días matices sobre la oportunidad de ciertos libros y, casualidades o planificación del tsundoku de cada uno, voy a darme de bruces con este El director de cuyos precedentes ya he ido dando cuenta, si bien algunas referencias las he ido consultando a medida que avanzaba en su lectura. Los hechos descritos son tan recientes y tan familiares en sus protagonistas, sean estos nombrados directamente o hayan sido encubiertos por el curioso sistema de apodos, que la sensación es poderosa. Cualquier habitante del estado español que haya tenido una mínima curiosidad por lo que pasa a su alrededor va a encontrarse en estas páginas con muchos hechos que permanecen en la memoria.
Y si googleo sobre este libro lo primero que me encuentro es una velada crítica: acusan a su autor de descubrir la sopa de ajo y el medio que así lo califica es el periódico digital El Español que, casualmente, dirige Pedro J. Ramírez, también antiguo director de El Mundo, cuya imagen no sale muy bien parada aquí. Más búsquedas me manifiestan que ciertos ex-compañeros de Jiménez lo tildan de libro de cotilleos y yo, que queréis que os diga, me siento atraído de forma irresistible por libros que hagan incomodar a quien este libro parece estar incomodando.
Eso ha hecho, claro, que se venda mucho, y me pregunto cómo el brillante Fariña, también en Libros del KO, fue retirado de la circulación por un político pusilánime al que se aludía, y este no. Este circula libremente entre ventas notables y una sorprendente escasa repercusión en los ámbitos en que un libro así debería hacer daño. Me lo explico de una manera bastante triste y resignada. Hace apenas una semana el electorado español ha renovado la confianza de forma mayoritaria en los partidos de siempre con algún conato de renovación pero sin condenar los borrones de sus respectivos pasados. Y ha regalado 52 escaños a los neofranquistas más indisimulados.
Entonces en un país que vota así nada escandaliza e incluso todo se da por bueno o por lógico. Y lo que Jiménez relata aquí es un solo elemento de ese paisaje desolador. Después de décadas como periodista y corresponsal a pie de cañón en diversas partes del planeta, es sorprendido con su nombramiento como director de El Mundo, periódico español de perfil conservador, famoso tanto por los escándalos que ha ido destapando como por la escasa ética que ha ido mostrando en su recorrido previo: de ser un estandarte de una prensa intrépida e independiente a convertirse en un títere accionado por dos cuerdas tirantes: las necesidades empresariales de beneficios y las presiones políticas ávidas de palmeros que echan una mano en los momentos comprometidos. Jiménez describe aquí, usando motes para cada uno de sus compañeros y superiores más preeminentes (motes que es sumamente sencillo cuadrar con sus equivalentes reales con simples búsquedas en Internet) y otorgando a personajes de la vida pública (monarcas, políticos, empresarios) sus nombres reales y situaciones que, vistas en serie y a lo largo de un período tan corto, no pueden menos que espeluznar tanto por su concentración como por su crescendo ante poderes impertérritos que, en vez de actuar, se conjuran para minimizar sus consecuencias. Jiménez se manifiesta como un periodista vocacional que es embaucado para aceptar un cargo que le obliga a un desagradable equilibrismo en medio de presiones de políticos, empresarios, tertulianos y anunciantes, de los resultados de la compañía propietaria del periódico y de sus accionistas en Italia, de los compañeros y superiores en la empresa que actúan a sus espaldas, de la necesidad de recuperar la pureza de la profesión y adaptarse a los cambios en los medios de información que representa Internet, de eso que se llama transformación digital. Demasiados aspavientos cuando se anda por la cuerda floja.
Y el libro tiene el enorme valor de ese testimonio que, opiniones y matices al margen, considero completamente validado: le habrían llovido querellas si no fuera así. Aquí hay partidos corruptos, gobiernos, ministros, familia real, policías chantajistas, hablando claro, mucha mierda que salpica a mucha gente y El director, más que inventar lo de la sopa de ajo como escriben con muy mal perder los de otros medios, es una cruel constatación, una escalofriante confirmación de que, en este mundo sobresaturado y multiinformado, la verdad absoluta y desnuda va a dolernos mucho, y que, seguramente por eso, nos la dosifican, o hasta nos la niegan, quienes deberían mostrarla.
29 comentarios:
El sábado vi una entrevista con PJ Ramírez y decía que a él lo acusaron de poner y quitar gobiernos, pero en realidad fueron los gobiernos los que le quitaron a él.
Felipe González produjo su salida de Diario 16 por investigar los Gal, y Rajoy le descabalgó de El Mundo por investigar los papeles de Bárcenas.
La verdad es que me dejó pensativa porque en verdad llevaba razón.
Lo único bueno es que, aun así, los periodistas defenestrados encuentran acomodo en otro medio y pueden seguir investigando y publicando. ¿Consolémonos con esto?
En esta charla entre Paco Maruhenda y Juan Carlos Monedero, el director de La Razón da su opinión sobre el libro en cuestión (min. 22:30):
https://www.youtube.com/watch?v=ryBcycojM5I
Por otra parte, recordemos que el libro de estilo de ULAD recomienda el uso de Estado español en lugar de España y el uso de tortilla estatal en lugar de tortilla española. Me parto.
Usted, por cierto, era el que tenía puesto en su twitter aquello de "Siempre contra España", ¿no es así? Espero que esté mejor de aquello.
P.S. Y cuidado con los molotov, que los carga el diablillo. :)
Somos muchos los que estamos siempre contra España. Sobre todo, contra vuestra España. Guardadla bien guardadita. Toda para vosotros.
Dejando a un lado las siempre entretenidas disquisiciones patrióticas, yo quisiera comentar, que aunque no he leído el libro (y en verdad, tampoco un ejemplar en papel de El Mundo desde hace la tira de años), estoy bastante interesado en los intríngulis periodísticos sobre todopoúrque últimamente he visto porque últimamente he visto dos notables películas sobre el tema que recomiendo a todos: "Spotlight" y "The Post"... Claro que igual después de verlas el ambiente periodístico español palidece un poquito, por comparación...
No tengo claro si esto es un blog de literatura en el que a veces se habla de política o un blog de política en el que a veces se habla de literatura.
Hombre, si tras casi 4000 reseñas no lo tienes claro...
Je,je,je, el Maestro Zhuang se revuelca en su tumba.
Estaría bien hablar de política, pero de política de verdad (pensamiento, ideas, programas de actuación pública...). Pero incluso en los comentarios se ve que (como ocurre en España en general) no se habla en absoluto de política, sino solo de politiquería.
Curioso que ciertos comentarios algo más "ácidos" siempre hallen un nick tras el que ampararse...En fin, agradezco el pequeño conato polémico, aunque incluya alguna alusión personal. Pues, cosas de autolimitarme en el número de párrafos a emplear (intento no pasar de tres o cuatro últimamente), me dejé lo de reprender al periódico de marras por recomendar abiertamente el voto al PP hasta siete veces (PJ acudiendo a bodas de presidentes, qué podría esperarse) y también, y mal que me sabe, me dejé aludir a la temporada de The Wire ambientada en la redacción del Baltimore Sun.
"Estado español" no era mi circunloquio más logrado: lo de "los neofranquistas más indisimulados" era algo más sutil y con más intención... respecto a mi perfil en Twitter he decidido caminar por la senda del positivismo, así que el "siempre contra España" ahora es reemplazado por "apoyo a los CDR".
Si fuera otro diría que cualquier acto humano es político. Me conformo con señalar que muchos libros reseñados aquí no tienen casi nada que ver con lo político, aunque hayamos reseñado, claro, a activistas que escriben, como Owen Jones. Todo es opinable, claro. ¿Las opiniones de Marhuenda y de otros sobre David Jiménez? pues no sé, debería resultarme muy chocante ver a estos elementos esbozar algo lindante con la censura o incluso la apelación a la confidencialidad... ¿pero no eran periodistas comprometidos con la verdad?
"Progresista", "conservador", "derecha", "izquierda", "ultra", "liberal", "centrista", "reaccionario", "radical", "reformista"... ¿Qué tienen en común todas estas palabras?
Pues que son etiquetas, calificativos genéricos que asignan una categoría a aquello a que se aplica, sin en realidad decir nada o casi nada sustancioso acerca de su contenido.
Precisamente la atribución de algunas de estas etiquetas a un partido u opción política impide fijar la atención en aquello que importa, que es el contenido real y material de las propuestas.
Algunas de estas etiquetas están cargadas de connotaciones positivas o negativas, de modo que su asignación a una opción política evita (exime de) tener que justificar por qué habría de tener esa consideración.
Por ejemplo: Está extendida la idea de que la gestión pública de los servicios es progresista, mientras que su gestión por el sector privado mediante adjudicación o contrata es conservadora. ¿Por qué? ¿No debería ser lo esencial la calidad y el acceso general de los ciudadanos a esos servicios (y no tanto la forma como se presten)?
Otro ejemplo: lo que algunos llaman "derecho de autodeterminación" (realmente: posibilidad de que los residentes de una zona elijan segregarse y constituir otro Estado distinto, sin intervención alguna de los no domiciliados en esa zona) es algo que suele considerarse "progresista", cuando en verdad puede haber razones muy fundadas para sostener su carácter retrógrado.
Además, la autoatribución de alguna de estas etiquetas puede servir de coartada para realizar actos contrarios al supuesto carácter de la "marca" autoasignada.
Por ejemplo: la etiqueta de "cristianos" dada a sí mismos por quienes en el pasado practicaron la persecución de aquellos que disentían de sus postulados. Así, las Cruzadas o la Inquisición. Aunque la conducta de cruzados e inquisidores contradecía manifiestamente su propia doctrina ("no matarás"), la asignación de la etiqueta "cristiana" les autopermitía realizar esos actos.
De alguna forma su autolicencia podría resumirse así: "Como somos cristianos (porque lo llevamos en nuestro nombre -o sea, en la etiqueta-), esto nos está permitido".
Stalin, Mao o Pol Pot perpetraron terribles actos de crueldad y aniquilación. Si el progresismo tiene algo que ver con el respeto de los derechos humanos, su conducta fue totalmente contraria a aquel ideal. Pero, como actuaban bajo la etiqueta del "progreso social", su proceder les estaba permitido.
El actual gobierno venezolano se autocalifica (se etiqueta) de socialista y de izquierdas, pero es muy discutible que sus actos beneficien a los sectores más necesitados de aquel país.
Podrían ponerse muchos más ejemplos. Lo que parece claro es que la asignación de etiquetas dificulta y tergiversa el juicio político. Centra la atención en lo formal, y no en lo material. Impide el examen del contenido al desplazarlo a la envoltura, a la sola apariencia: a la etiqueta.
Los impuestos medioambientales ¿son de derechas o de izquierdas? La despenalización de las drogas, el fomento del trabajo autónomo, la racionalización de la gestión territorial (por poner algunos ejemplos)... ¿son medidas progresistas o conservadoras? Etc, etc.
En la actual coyuntura española este fenómeno se muestra con toda crudeza. Los dirigentes políticos apenas hablan de contenidos. Únicamente se manifiestan en términos de "etiquetas". Y ello no sólo cercena el debate político, sino también el derecho de los ciudadanos a conocer la concreción real de las propuestas.
El uso de etiquetas en el debate político debería evitarse y repudiarse, de modo que los planteamientos (y posibles acuerdos) se centren sólo en el fondo o contenido de las cuestiones. Porque el empleo constante de etiquetas o clichés es finalmente una forma de impostura, que no sólo es política, sino también moral e intelectual.
@Koldo:
Buena respuesta, Sheldon.
Hola fe nuevo:
Yo, ya digo que no me quiero meter en disquisiciones políticas tsn extensas y que dan para tanto, pero no quiero dejar pasar el comentario de que este es "un blog de política en el que a veces se habla de literatura"... Hombre, es que hay libros de literatura (entirndase ficción, poesía, teatro), pero también sobre sexi, deporte, cocina, papiroflexia...e incluso política. Y de todos o casi hemos reseñsdo aquí, tratando de comentar, por lo general, de lo que habla el libro, aunque sea de política...
Hola:
La libertad es difícil, puesto que nos pone en la tesitura de enfrentarnos a la libertad de los otros; es mucho más fácil de manejar el ordeno y mando, el acatamiento a un sistema donde las normas son claras. Lo podemos comprobar cualquiera en nuestra vida diaria, con los hijos, la educación, la convivencia, etc..
A mí me gusta que cada uno de los reseñistas tenga su estilo y escriba como quiera; en este caso Francesc ha hablado de política, y yo agradezco enormemente que lo haga, puesto que es un tema que me gusta, pero en el que tengo muchas lagunas. He empezado a leer el libro justo esta mañana casi de madrugada y me está pareciendo apasionante, por la forma en que se habla de ética personal y profesional, de compañerismo, de independencia respecto del poder político del momento y de tantas cosas más.
Cuando lo termine, volveré a leer esta reseña y podremos comparar impresiones. De momento, agradezco mucho que gracias a vuestro trabajo desinteresado libros como este no pasen desapercibidos.
Por cierto, no creo que tengamos los políticos que nos merecemos; el desencanto y la escasa preparación ha propiciado que se acerquen a la política los que lo han hecho. Qué poquito se preocupan en formar al ciudadano normal en nociones básicas de política y participación ciudadana, y cuánto tiempo y esfuerzo invertidos en debates y polémicas estúpidas.
Saludos y como siempre ¡viva la libertad de expresión!
A raíz de la publicación de este libro vi y leí a su autor en varias entrevistas, y básicamente me pareció un jeta que en su momento aceptó las reglas del juego que ahora, despechado, decide revelar y magnificar para deleite de rancios pretendidos anti establishment con capacidad selectiva de indignarse.
@Juan G. B.
¿De verdad crees que se habla lo mismo de sexo o de papiroflexia que de política? Igual no conoces el blog en el que escribes, o la impresión que causa en los demás.
Yo lo conozco desde hace poco, no he leído las 4000 entradas, pero he leído muchas, y me parece exageradísimo lo que se habla de política.
De todas formas, sois libres de hacer lo que queráis. No creo que haga falta decirlo. Sólo es un comentario, que creo que también soy libre de hacer.
Cuando un reseñista utiliza -una vez más- este blog para hacer propaganda de sus opiniones políticas, es normal que haya un pelín de revuelo. ¿No crees ChuangTzu?
https://youtu.be/T_Oy5SRWgdE
Bueno, queridos comentaristad, en vez de atascaros en esta reseña de Francesc, que así entre nositris, es un rollo, lo que podríais hacer es extasiaros con la de hoy, de este modesti servidor vuestro, que trata de un libro sobre una cerda que busca trufas y un asesino de jipis. Política, cero.
Joder: nOsOtrOs y modestO
Sorry
Voy a dar mi opinión como lector del blog.
Creo que conviene separar reseñas de comentarios. Los comentarios suelen partir de una mínima parte de la reseña y se pueden multiplicar después por derroteros varios. Ahora se acusa a Francesc de hacer "campaña política" porque en este libro encontró cosas que le interesaron. Hace un par de años se le acusó de tener ascendencia sana vivita y coleando porque dijo que Ordesa era una mierda de libro.
Sin duda el reseñista despierta pasiones y parte de eso de debe a su estilo punzante y provocador. También, a su "transparencia ideológica".
Yo me sumo a Lupita entre los lectores que no necesitamos estar de acuerdo con él ideológicamente ni nos importa lo que hace cuando ve un crucero con Piolín retratado. Lo indudable es que aporta interesantes reseñas algunos días en un libro al día.
También opino, como lector del blog, que las reseñas de sus colaboradores siempre dan pie para hablar de temas varios. (Hace un par de días, Santi, daba pie para hablar de la paternidad, por ejempo). Que algún tema siempre tenga "éxito" y otros no, es el resultado de todas las partes que aquí participamos. No de que el blog tome una rienda del tipo "estatista". Yo he metido el tema del medioambiente en reseñas que iban sobre el país vasco..
Quiero decir, algunas formalidades de las que escapa ULAD son parte de su calidad. Los lectores habituales del blog sabemos que sus miembros tienen diferentes ideas sobre distintas cosas. Guay.
JUA!! El Maestro Zhuang vuelve a revolcarse en su tumba.
@Neocratia
¿Ese comentario va dirigido a mí? No entiendo.
Hola de nuevo: pues mira que he releído mi reseña y lo más político que leo es una queja acerca de cómo condiciona y coarta el poder económico y el político la legítima voluntad de un profesional (sí, bien pagaaado) de ejercer su oficio sin condiciones y esquivando presiones y toda clase de marranadas
Y Diego: punzante y provocador son dos preciosas palabras de este bonito idioma que usamos aquí para comunicarnos.
Y ya a dormir.
Qué razón tienes tragikomedia!!
Me encanta este blog
Francesc, si tú crees que en esta reseña no hablas sobre política, entonces empiezo a entender muchas cosas de este blog.
Yo creo que hablo de no coartar la libertad de expresión, comunicación e información por intereses económicos o de poder. Y en este caso se trata de un medio conservador, pero no tiene motivos para no existir en cualquier ámbito.
Entonces cuando hablas de las elecciones y de partidos de siempre y neofranquistas, ¿no lo consideras hablar de política?
Hola de nuevo, Francesc:
Como te dije, tras leer el libro te traigo mis impresiones.
Me ha gustado leer este libro, porque ha supuesto un proceso doble: de lectura como tal, y de proceso de autocrítica. El libro lo he leído en clave ética, que es lo que más me importa; me explico: en una sociedad postindustrial, donde la digitalización está haciendo que los puestos de trabajo cualificados se empiecen a sustituir o ver reducidos en número por robots y procesos digitales, el mercado laboral está sufriendo un cataclismo. Esto hace que empleos muy bien remunerados o sectores intocables tengan que reformarse para no sucumbir, o, al menos, no perder su status. Y llegados a esta situación, ¿todo vale?, ¿optamos por el mal menor? En el libro se plantea el dilema de si el periódico se vende a intereses dudosos para seguir existiendo o directamente desaparece por falta de financiación. La disyuntiva es difícil de solucionar, la ética está vendida al dinero, y alcanza a todo, pero el periodismo nos dice qué está pasando, y cómo. Si los medios de comunicación se venden a partidos políticos y empresas, ¿a quién creemos? Las fundaciones de ayuda a la infancia a través del deporte resulta que están financiadas por..¡casas de apuestas! y así podríamos pasarnos largo rato..
He hablado de proceso autocrítico por darme cuenta, según iba leyendo, de lo ingenua que soy. Y en este mismo camino de ir descubriendo cosas que nos va contando David Jiménez, caigo en la cuenta de que él también cuenta SU verdad, porque el libro no deja de tener un tono bastante condescendiente con él mismo. He leído el artículo que mencionas de "El español" y también tiene parte de razón: tan inocente no creo que fuera.
Respecto a los chanchullos de políticos, empresarios y famosos, me interesa menos, por cansarme y hartarme. Los medios deciden qué es noticia y lo que de verdad es urgente e importante, como el reparto de bienes (alimentos, energía), la protección a los sectores desfavorecidos y la preparación de la sociedad para un mundo futuro sin empleo, o con un mercado laboral radicalmente distinto, parece que no importa.
En resumen, un libro interesante, oportuno y quizás oportunista. Le falta autocrítica, le sobra exceso de datos y nombres en algún momento, y presupone que los lectores están todos al corriente de lo que en él se habla. Puede que el escritor sí sea un poco jeta, pero también es cierto que el panorama que dibuja va contra todos los principios fundamentales del periodismo que yo estudié. Qué falta de ética en nuestra sociedad. Esa ética que explica cómo vivir de acuerdo a unos principios que busquen el bien común. Y nosotros..¿lo haríamos mejor? Aún no tiro la toalla, creo que se puede hacer mejor.
Saludos
Lo leí del tirón. Soy lector del mundo desde siempre antes, lo fui de diario 16...David cuenta, su versión. Tal vez un poco desagradecido... En fin... Mayor Thompson
Publicar un comentario