jueves, 24 de octubre de 2019

Delphine de Vigan: Las lealtades

Idioma original: francés
Título original: Les loyautés
Año de publicación: 2019
Traducción: Javier Albiñana
Valoración: Muy recomendable

En 2011 Delphine de Vigan publicó Nada se opone a la noche rompiendo todos los esquemas y dejándonos con la boca abierta. Personalmente, no suelo obsesionarme con los autores/as de las obras que me gustan si no que mis lealtades —je—, suelen ceñirse más bien a las obras en sí y, tal vez por ello, empecé a leer su última novela con el recelo del que no quiere llevarse una desilusión. Olvidaba que Delphine de Vigan es muy capaz de arrancar una novela con suma genialidad y sin necesidad de utilizar los recurridos ganchos:
«Las lealtades.
Son lazos invisibles que nos vinculan a los demás –lo mismo a los muertos que a los vivos–, son promesas que hemos murmurado y cuya repercusión ignoramos, fidelidades silenciosas, son contratos pactados las más de las veces con nosotros mismos, consignas aceptadas sin haberlas oído, deudas que albergamos en los entresijos de nuestras memorias. Son las leyes de la infancia que dormitan en el interior de nuestros cuerpos, los valores en cuyo nombre actuamos con rectitud, los fundamentos que nos permiten resistir, los principios ilegibles que nos corroen y nos aprisionan. Nuestras alas y nuestros yugos. Son los trampolines sobre los que se despliegan nuestras fuerzas y las zanjas en las que enterramos nuestros sueños.»
Resumen resumido: Hélène es una introvertida profesora de instituto que, sin embargo, muestra una gran implicación hacia la causa educativa y sus alumnos. Cuando Théo, un tímido chico de doce años, aterriza en la clase de la que ella es tutora, Hélène cree ver en él algo que la remonta a las miserias de su propia infancia.

No es casualidad que el título enuncie directamente el tema de la novela y que el prólogo presente abiertamente la cuestión en forma y en fondo. Delphine de Vigan sabe muy bien el tipo de artefacto narrativo que tiene esta vez entre manos y está tratando de transmitirle al lector dos mensajes:
  1. Esto es lo que yo hago (y lo hago así de bien).
  2. La historia que te voy a contar va de ilustrar desde la ficción una faceta muy concreta del comportamiento humano.
Por ello nos encontramos frente a una novela de apenas doscientas páginas que es un ejercicio puro y conciso, casi como un relato largo. Todo juega un papel en esta narración en la que no sobra nada y donde la subtrama (en singular) sobre los padres de Mathis, es una pequeña ramificación necesaria para el desarrollo del conflicto principal. Porque la tesis que la autora quiere demostrar es cómo las lealtades que nosotros mismos hemos urdido nos rigen para bien o para mal y sin que nos percatemos. En la trama, todas las relaciones —entre padres e hijos, entre los miembros de una pareja e, incluso de uno con uno mismo— se basan en la lealtad (mejor o peor entendida) o en la total falta de ella. Por ello Las lealtades es un maravilloso viaje de descubrimiento de los mimbres más íntimos de la conducta humana que, a su vez, invita a la reflexión. 

Así como Nada se opone a la noche era autobiográfica y por ello era un ejercicio casi orgánico en el que el sufrimiento de la autora y protagonista impregnaba todo el relato, Las lealtades parte de un planteamiento muy distinto, con una mayor distancia narrativa que otorga más espacio para la disección e incluso para la ironía. Hay dos narradores, uno en primera persona que es la voz de Hélène y otro en tercera persona que focaliza en Théo, Mathis (su amigo) y Cécile (la madre de Mathis). Los capítulos son cortos y en cada uno estamos en el punto de vista de alguno de esos personajes de manera que la trama y el conflicto se van completando y enriqueciendo con sus aportaciones. Reconozco que al principio de la lectura tuve serias dudas sobre el interés de mostrar el punto de vista de Cécile en esta historia, pero el personaje ha resultado ser un grato descubrimiento y una pequeña válvula de escape entre tanta miseria.

Quizá para disimular un poco mi —ya sí— total veneración por la autora, voy a ponerle una pega a Las lealtades: su final abrupto. El clímax y el final propiamente dicho se superponen de manera que el lector se siente de pronto empujado fuera de la historia. No tengo ninguna duda de que se trata de un efecto buscado, que además es interesante y coherente, pero como lectora tengo el derecho al pataleo y, por tanto, lo ejerzo.

Así que Muy recomendable por su planteamiento, por su concisión, por esa manera de entretejer las palabras con sencillez, riqueza y hondura y, sobretodo, porque hoy día abundan los libros mediocres y obras como esta te reconcilian con el universo editorial. Así, sí.

Ya para acabar, me crucé por casualidad con la cubierta de la edición francesa e hizo que me preguntara hasta cuándo Anagrama nos va a seguir castigando con esas cubiertas color mayonesa baja en calorías.


También en ULAD de Delphine de Vigan: Nada se opone a la noche

8 comentarios:

Juan G. B. dijo...

Ja ja... es verdad que las cubiertas de Anagrama parecen tener el color de la mayonesa light, siempre he pensado que fue una elección desafortunada. Y el color gris de las "Narrativas hispánicas" tampoco es que resulte muy atrayente, que digamos... Menos mal que en Anagrama se han currado un poco las cubiertas de las ediciones especuales por el 50 aniversario...
Interesante reseña, Beatriz. Yo me puse a leer "Basada en hechos reales" para intentar hacer la reseña antes de que saliera la película de Polanski, pero me pilló el toro y lo dejé. Ahora que me has picado la curiosidad, quizás lo intente de nuevo con Mme. De Vigan, ¡gracias!

Carlos Andia dijo...

Pues yo discrepo, no de la reseña, como siempre estupendamente construida (bienvenida de nuevo, compañera), sino con la opinión sobre las cubiertas de Anagrama. Serán mayonesa o ceniza pálida pero por favor, que no nos las cambien, que forman parte de nuestra imaginería bibliográfica.

Saludos!

José L. Solé dijo...

Me gustó mucho "Nada se opone a la noche", todo un pelotazo autobiográfico, después leí "Días sin hambre" y "Basado en hechos reales" y ya me gustaron bastante menos. A ver esta que tal, por lo que cuentas en la reseña espero reconciliarme con la autora...

*En "Rien ne s'oppose à la nuit", se muestra en la cubierta la misma magnética fotografía, tanto en la edición francesa como en la de Anagrama, se cita al autor del flash pero no a la persona que la ilustra... Por cierto, ¿Alguien sabe quién es esa señorita que exhala humo blanco con tanta elegancia?

Saludos.-

Beatriz Garza dijo...

Juan, a mí también me despierta curiosidad "Basada en hechos reales" pero las críticas que escuché en su momento me hacen dudar. No sé si se debe a que después de "Nada se opone a la noche" los lectores le penalizaron el cambio de registro o a que, simplemente, es más floja que su antecesora (lo cual no es difícil). Si te picas, podemos hacer una reseña a cuatro manos. Ahí lo dejo.

Carlos, gracias por tu comentario. La verdad es que el tonito amarillito de las portadas ha logrado su función: que cuando lo ves, pienses en Anagrama.

Krust, gracias por comentar. Te animo a intentarlo con esta novela pero ESO SÍ olvídate de "Nada se opone a la noche" porque, como digo en la reseña, "Las lealtades" es otra cosa distinta (menos ambiciosa, más acotada) pero igualmente está muy lograda. Y veo que no has leído mi reseña de "Nada se opone a la noche" (;P) si lo hubieras hecho sabrías que la mujer que fuma en la cubierta es ni más ni menos que Lucile, la madre de la autora.

Myriam González Gil dijo...

¡Me encanta Delphine de Vigan! "Las lealtades" se publicó en Francia el año pasado y este año ha publicado "Les gratitudes" ("Los agradecimientos"). En una entrevista dijo que quería hacer una serie de novelas sobre los sentimientos en nuestra sociedad; cómo nos afectan en nuestras relaciones cotidianas. Me ha gustado mucho tu reseña porque creo que conecta perfectamente con las intenciones de la autora. De Vigan es capaz de hacer autoficción de forma magistral y también libros como estos últimos, donde indaga en nuestra forma de relacionarnos con los demás. Además, suele ambientar sus historias en París, un París de luces y sombras que muchas veces es más que un mero decorado.

Si no me equivoco, la protagonista de la portada de "Nada se opone a la noche" es la propia madre de la autora. Lucille :-)

Myriam González Gil dijo...

Se me olvidó comentar que "Basada en hechos reales" es en cierto modo una forma de cerrar el círculo o la vorágine que apareció con "Nada se opone a la noche". La autora dice que se inspiró en Stephen King para tratar en "Basada..." de digerir todo lo que rodeó a "Nada...". Es un libro muy interesante que al mismo tiempo es un thriller, una reflexión sobre la literatura y la industria literaria, las relaciones personales insanas y en definitiva sobre la relación entre la ficción y la realidad. Ambas novelas compartes elementos y desde mi punto de vista cierra la etapa de autoficción para centrarse de nuevo aunque desde otra perspectiva en las personas y su relación con el mundo que nos rodea y como telón de fondo, París.

José L. Solé dijo...

Gracias por el recordatoria, Beatriz, la verdad es que todo ha sido nombrar a Lucille y venirme a la cabeza toda la historia de la fotografía y las charlas sobre el libro que tuvimos, en referencia a ese dato en particular, con mi mujer y mi cuñada después de haber leído los tres la novela... vaya, que lo sabía pero lo había olvidado, debe ser la edad porque suelo tener buena memoria lectora pero no recordaba el dato, espero que ahora no se me olvide y cuando escuche lo de Lucille no me vaya directamente a la guitarra de BB King :-p

Beatriz Garza dijo...

Myriam, qué interesante todo lo que explicas, y no tenía ni idea de que Stephen King había inspirado a Delphine de Vigan para "Basada en hechos reales". ¿Ves? ¡por eso me encanta colaborar en este blog!

Krust, la memoria a veces es caprichosa y nos juega malas pasadas. De todas formas, mi "reproche" era de mentirijilla, que conste. Un saludo.