Título original: La Madone des sleepings
Año de publicación: 1925
Traducción: Luisa Lucuix Venegas
Valoración: Está bien
Supongo que a muy pocos de nuestros, por otra partes, más que cultivados lectores les sonará el nombre de Maurice Dekobra, nom de plume de Ernest-Maurice Charles Tessier... bueno, reconozco que yo tampoco tendría idea de este escritor si no fuera porque aparece en el Diccionario de literatura para esnobs, reseñado por un servidor. Sin embargo, hay que señalar que Dekobra (sí, amigas y amigos, témanse lo peor: el seudónimo viene del francés "deux cobras") fue posiblemente uno de los autores más exitosos y populares del siglo XX, en especial durante el período de entreguerras; parece ser que llegó a vender noventa (¡90!) millones de ejemplares de sus libros (¡chupaos ésa, Dan Brown, James Patterson y John Grisham!) y se dice que la firma de ejemplares de éste que nos ocupa, en el Waldor-Astoria de Nueva York, convocó a tanta gente que la cola alcanzó los seis kilómetros...(¡chupaos ésa, Rubius, Brandon, Marwan o cualquiera que crea triunfar en la Feria del Libro de Madrid!).
El personaje que componía Maurice Dekobra también era de lo más interesante y glamuroso: además de escritor, reportero, guionista de cine, viajero, aventurero, bon vivant... se le considera incluso el inspirador de Tintin (de hecho, la primera aventura de éste, Tintin en el país de los soviets , no deja de tener cierta relación con esta novela)... Como escritor, cultivó la llamada "novela cosmopolita", siguiendo la senda de otros autores franceses de best-sellers (Pierre Benoît, Paul Morand), pero con un toque propio, hasta el punto de que se acabó por llamar a su estilo el "dekobrismo"; esto es: protagonistas de la "smart-set" (precursora de la jet-set), viajes lujosos en yates, trasanlánticos o trenes de lujo (la aparición del Orient Express en esta novela, por ejemplo, es anterior a la de Agatha Christie), paisajes exóticos, intrigas políticas internacionales, bellas féminas y situaciones eróticamente sugerentes... ¿Tampoco le suena a nadie esta fórmula? Pues sí, es probable que Ian Fleming conociera a la perfección las novelas de Dekobra antes de crear a su agente 007...
Y eso que, aunque se puede leer en algún sitio que La Madona... supone "la primera novela se espías",es lo cierto es que no es exactamente así y tampoco su protagonista, Gérard Dextrier, príncipe Séliman, es ningún James Bond, excepto, quizás, en lo que respecta a su éxito entre las famas. Pero lo tiene sobre todo por su bonhomía y porque es un perfecto gentleman, además de hombre de mundo. Este caballero, separado de su bella esposa norteamericana, entra al servicio, en calidad de valet, secretario o simplemente amigo -que no amante, no seamos malpensados- de la aún más hermosa y fascinante, provocadora de escándalos sin fin entre la alta sociedad británica, Lady Diana Wyndham, conocida como "la Madona de los coches-cama"; una aristócrata que se ve en peligro de debacle económica por esas cosillas que pasan a veces en el mercado de valores. Para tratar de esquivar esta ruina, Lady Diana envía al príncipe Séliman a cumplir la delicada misión de convencer al poder soviético para que le concedan la explotación de unos pozos petrolíferos en el Caúcaso 8que una cosa es ser firme partidario del sistema capitalista, la democracia liberal y aun la plutocracia, y otra renunciar renunciar a ganar una millonada haciendo negocietes con los malvados bolcheviques...). La aventura tiene paradas, a veces muy y otras no demasiado gratas, en Berlín, Viena, Constantinopla, Georgia, Mónaco y Escocia -ya veis el "toque Bond" avant la lettre-, teniéndoselas que ver el bueno del príncipe con la también bella y dascinatemente mortal bolchevique, la sádica (se me olvidava este adjetivo) chequista camarada Irina Muravieva... pero no os desvelo si hay tomate...
Encontramos en la historia, pues, algo de acción, erotismo presente casi en cada capítulo -amén de la no poca tensión sexual entre el príncipe y lady Diana- y una visión de la política europea del momento, allá por los locos años 20, que no por sectaria, pues el punto de vista es claramente crítico con el bolchevismo y-aunque con matices-, reaccionario , no deja de ser interesante, pues Dekobra echa mano en ocasiones de su faceta de reportero internacional y pone en boca de sus personajes, sobre todo de uno de los rusos, el camarada Varichkin, reflexiones quizás trufadas de cinismo, pero también de no poco acierto sobre la situación política mundial en los tiempos recientes. Reflexiones tanto más agudas, en cuanto aún estaba en el aire la respuesta que daría una parte del capitalismo occidental al desafío revolucionario soviético (como ya sabemos: el fascismo y el nazismo).
Dicho lo cual, tampoco hay que esperar una profundidad de análisis o una denuncia social en esta novela; al contrario, no pasa de ser un divertimento más o menos frívolo (aunque no inocente), que en su momento proveyó de lujo, exotismo y emociones fuertes -sobre todo a base de escenas subiditas de tono- al gran público lector de la época. El estilo, correcto y ágil, quizá un pelín relamido en algún momento, y eso que Dekobra, al parecer, aborrecía las fruslerías y cursiladas mal escritas, pero siempre resulta ameno y atractivo, más incluso para nosotros, como reflejo de un mundo desaparecido y que quizá nunca existió, en realidad. No como lo cuentan las novelas, al menos...
El personaje que componía Maurice Dekobra también era de lo más interesante y glamuroso: además de escritor, reportero, guionista de cine, viajero, aventurero, bon vivant... se le considera incluso el inspirador de Tintin (de hecho, la primera aventura de éste, Tintin en el país de los soviets , no deja de tener cierta relación con esta novela)... Como escritor, cultivó la llamada "novela cosmopolita", siguiendo la senda de otros autores franceses de best-sellers (Pierre Benoît, Paul Morand), pero con un toque propio, hasta el punto de que se acabó por llamar a su estilo el "dekobrismo"; esto es: protagonistas de la "smart-set" (precursora de la jet-set), viajes lujosos en yates, trasanlánticos o trenes de lujo (la aparición del Orient Express en esta novela, por ejemplo, es anterior a la de Agatha Christie), paisajes exóticos, intrigas políticas internacionales, bellas féminas y situaciones eróticamente sugerentes... ¿Tampoco le suena a nadie esta fórmula? Pues sí, es probable que Ian Fleming conociera a la perfección las novelas de Dekobra antes de crear a su agente 007...
Y eso que, aunque se puede leer en algún sitio que La Madona... supone "la primera novela se espías",es lo cierto es que no es exactamente así y tampoco su protagonista, Gérard Dextrier, príncipe Séliman, es ningún James Bond, excepto, quizás, en lo que respecta a su éxito entre las famas. Pero lo tiene sobre todo por su bonhomía y porque es un perfecto gentleman, además de hombre de mundo. Este caballero, separado de su bella esposa norteamericana, entra al servicio, en calidad de valet, secretario o simplemente amigo -que no amante, no seamos malpensados- de la aún más hermosa y fascinante, provocadora de escándalos sin fin entre la alta sociedad británica, Lady Diana Wyndham, conocida como "la Madona de los coches-cama"; una aristócrata que se ve en peligro de debacle económica por esas cosillas que pasan a veces en el mercado de valores. Para tratar de esquivar esta ruina, Lady Diana envía al príncipe Séliman a cumplir la delicada misión de convencer al poder soviético para que le concedan la explotación de unos pozos petrolíferos en el Caúcaso 8que una cosa es ser firme partidario del sistema capitalista, la democracia liberal y aun la plutocracia, y otra renunciar renunciar a ganar una millonada haciendo negocietes con los malvados bolcheviques...). La aventura tiene paradas, a veces muy y otras no demasiado gratas, en Berlín, Viena, Constantinopla, Georgia, Mónaco y Escocia -ya veis el "toque Bond" avant la lettre-, teniéndoselas que ver el bueno del príncipe con la también bella y dascinatemente mortal bolchevique, la sádica (se me olvidava este adjetivo) chequista camarada Irina Muravieva... pero no os desvelo si hay tomate...
Encontramos en la historia, pues, algo de acción, erotismo presente casi en cada capítulo -amén de la no poca tensión sexual entre el príncipe y lady Diana- y una visión de la política europea del momento, allá por los locos años 20, que no por sectaria, pues el punto de vista es claramente crítico con el bolchevismo y-aunque con matices-, reaccionario , no deja de ser interesante, pues Dekobra echa mano en ocasiones de su faceta de reportero internacional y pone en boca de sus personajes, sobre todo de uno de los rusos, el camarada Varichkin, reflexiones quizás trufadas de cinismo, pero también de no poco acierto sobre la situación política mundial en los tiempos recientes. Reflexiones tanto más agudas, en cuanto aún estaba en el aire la respuesta que daría una parte del capitalismo occidental al desafío revolucionario soviético (como ya sabemos: el fascismo y el nazismo).
Dicho lo cual, tampoco hay que esperar una profundidad de análisis o una denuncia social en esta novela; al contrario, no pasa de ser un divertimento más o menos frívolo (aunque no inocente), que en su momento proveyó de lujo, exotismo y emociones fuertes -sobre todo a base de escenas subiditas de tono- al gran público lector de la época. El estilo, correcto y ágil, quizá un pelín relamido en algún momento, y eso que Dekobra, al parecer, aborrecía las fruslerías y cursiladas mal escritas, pero siempre resulta ameno y atractivo, más incluso para nosotros, como reflejo de un mundo desaparecido y que quizá nunca existió, en realidad. No como lo cuentan las novelas, al menos...
4 comentarios:
Hola Juan, tu reseña me deja pensando cómo un escritor de esa fama/repercusión es hoy día, por lo menos para mí, un desconocido. Resistirán el paso del tiempo los libros que estamos leyendo ahora?
Saludos
La única referencia de este hombre que me había encontrado hasta ahora fue una cita que Ramón Gómez de la Serna hacía en uno de sus introducciones a una edición de sus Greguerías. (Allí, arrimando el ascua a su sardina, pone a Dekobra como greguerista de referencia por haber escrito "La salida es la entrada vista de espaldas").
Por lo que se ve aquí, Dekobra era algo más que una referencia pasajera para Gómez de la Serna: era un auténtico modelo. Y lo mismo puede aplicarse a otros autores que vinieron después, como los también olvidados y naftalinosos Jardiel Poncela, Zamacois, Neville... Esa generación del cocktail nos queda lejos. Sin embargo, me da la impresión de que ejercitaban algunos valores estéticos que hoy se pueden echar en falta, en particular, la capacidad autoparódica.
Gracias por aclarar, ¡tantos años después! quién era ese misterioso Dekobra.
Buenos días a los dos:
Tienes mucha razón, Gabriel, yo he pensado lo mismo... De todos modos, he de aclarar que al parecer Dekobra (que después de este éxito en la época de entreguerras se fue a Hollywoood a ejercer de guionista) tuvo cierta popularidad hasta su muerte, aunque ahora ya no lo recordemos. También es cierto que este libro, por ejemplo, está lleno de actualidad y elementos novedosos...para 1925, pero que caducaron al poco tiempo (por ejemplo, habla como el súmmum de la técnica de la "Telegrafía sin hilos" es decir, la radio).
Toloveo, gracias por esta referencia a otro autor emblemático, al menos en España, de ese período. Sí, supongo que Dekobra, así como el teatro o el cine de "teléfonos blancos" encaja bastante con el espíritu o al menos la estética de esos autores que mencionas.... En todo caso, como ya he dicho, me da la impresión que el estilo de Dekobra se ha mantenido sobre todo en las novelas de espías, de misterio con cierto glamour y, sobre todo, en las del personaje de James Bond...
Un saludo a ambos y gracias por los comentarios.
Tambien jose luis sampedro cita a dekobra y morand en octubre, octubre (papeles de miguel. A la sombra de magda)
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