miércoles, 30 de mayo de 2018

Sergei Dovlátov: Los nuestros

Idioma original: ruso
Título original: Nashi 
Año de publicación: 1983
Traducción: Miquel Cabal Guarro (al catalán)
Valoración: recomendable

Hay una frase de Albert Sánchez Piñol  en la contracubierta de este libro (en la edición que yo he leído), que me parece perfecta para definir la obra de Dovlátov: "Leyéndole, uno no sabe si reir o llorar, o llorar de la risa". Pues exactamente, así es. Más aún en este título, que trata sobre la familia del propio escritor; conociéndole, era de esperar que los retratos que hace de su parentela oscilen entre la ironía y la ternura, entre el humor y la nostalgia. También es cierto que tal vez estos retratos no sean sólo de sus parientes, sino que ellos hay mucho del propio autor del libro, dado lo que somos es, en buena medida, un reflejo de nuestra propia familia, de sus virtudes y carencias...

La lista de familiares comienza con sus inefables abuelos, hijo de un campesino judío de Siberia el paterno, armenio de Georgia el materno; es decir, pertenecientes a dos minorías nacionales de lo que sería la Unión Soviética, circunstancia que, sospecho, determina bastante de la visión del mundo escéptica aunque no del todo resignada  que tiene este autor. Pasamos por un repaso a su tíos y tías: el tío Roman y su mastín Golda, el tío Leopold, emigrado a Bélgica, la tía Mara, secretaria de redacción y amiga de escritores más o menos célebres -y más o menos ignominiosos-, su marido Aron, comunista fiel o disidente según creyese estar o no muriéndose (se nota un especial cariño de Dovlátov por este tío putativo, de quien parece comprender bastante bien su postura, pese a no compartirla). Trata también a sus progenitores, claro, tal vez con más detenimiento  y cariño a su madre, con la que convivió más tiempo, pues se quedó con ella cuando sus padres se divorciaron y le acompañó más adelante en su emigración -quizás mejor decir exilio- en Nueva York. Por último, dedica sendos capítulos a su mujer -o ex-mujer y luego otra vez mujer... bueno, en todo caso,  alguien con quien mantenía una relación tan ambivalente como la peculiar historia de amor (!) que los unió- y a sus hijos, Katia y Nicholas.

Mención aparte merecen otros dos personajes aún más particulares, si cabe: su inenarrable primo Boris -Bob-, un tipo que parecía destinado al triunfo... y de hecho, lo estaba, pero sólo bajo circunstancias extremas; y su extraordinaria, por lo visto, perra Glaxia, "la persona más normal de la familia" y de la que sólo se separó durante unos meses en los que se la prestó a un amigo que vivía en plena naturaleza; la expedición de Dovlátov para recuperarla entra de nuevo en ese zona del absurdo humorístico, un tanto fatalista, hacia la que suele derivar al prosa de este escritor. Y lo bien que se mueve ahí y lo que se deleita uno con ello...

Porque ésa es otra: ¿cómo es posible que un servidor, que abomino de la llamada "autoficción" y de la "literatura del Yo" como no os podéis imaginar (auqneu no hago más que encontrarme obras que se pueden adscribir a uno de estos "géneros"... y a veces hasta las leo), venero sin embargo a este escritor ruso que en sus libros no hacía otra cosa que hablar de sí mismo, de su vida y circunstancias, de su familia, como en este caso...)? Y que incluso cuando lo que escribe se puede considerar de forma más neta como ficción, se pone a sí mismo de personaje-narrador -caso de La extranjera -... Después de reflexionar sobre ello (bueno, en realidad ya reflexioné en mi última reseña de este autor; lo de ahora va a ser un descarado copy paste), ahora que ya se me acaba la reserva de dovlátovs que disfrutar, mi respuesta es que, a diferencia de tantos juntaletras, sobre todo contemporáneos que se dedican a esta literatura del Yo (y lo de juntaletras no va en relación con la donosura de su estilo: hay gente que escribe muy bien pero que no tiene nada que contar), la vida y circunstancias de Sergei Donátovich Dovlátov sí que resulta de lo más interesante, apasionante de leer, incluso. Y sobre todo, por su tono inimitable, ese tono irónico pero nunca cruel, inexorable pero comprensivo, siempre humano, al tiempo que celoso de su individualidad. 

Ya lo dijo, al parecer, su amigo Joseph Brodsky: "Lo más decisivo es su tono, que cualquier individuo de una sociedad democrática puede reconocer: el individuo que no se permite encuadrarse como víctima, quien no está obsesionado con lo que le hace diferente"... Aunque estoy aún más de acuerdo con las siguientes palabras del mismo Brodsky: "Es el único autor ruso cuyas obras serán leídas hasta el final". Que así sea.

Otros título de Serguei Dovlátov reseñados en Un Libro Al Día: La maleta, El compromiso, La zona,
Retiro, La extranjera

Nota final: no me he podido resistir a poner también esta cubierta de otra edición del libro. Puro kitsch sovietizante, pero que mola :


2 comentarios:

Mijael dijo...

Hola Juan. Me dieron muchas ganas de comenzar a leer a este autor gracias a tus reseñas. Qué novela me recomiendas para partir? Ojalá sea de este mismo estilo de la autoficción. Quedo atento a tus comentarios.

Ah! y muy buenas tus reseñas :)

Juan G. B. dijo...

Hola, Mijael:
Pues con este autor yo creo que lo mejor es comenzar con "La maleta". Si te gusta, de ahí ya puedes seguir con cualquiera de sus otros libros (éste, por ejemplo), aunque tal vez sería aconsejable dejar "La zona" para el final. Pero vamos, sí, tienen todos un estilo muy parecido.
Un saludo y gracias por visitarnos.