martes, 7 de julio de 2015

Erskine Caldwell: Tierra trágica

Idioma original: inglés
Título original: Tragic ground
Año de publicación: 1944
Traducción: José Luis Piquero
Valoración: muy recomendable

Tercer Caldwell en menos de tres meses. Tercer rictus de estupefacción que se me queda en la cara. Cómo podíamos estar ignorando un escritor de esta talla. Quizás, porque cierto sentido del esnobismo nos haga inclinarnos por escritores, como Faulkner, que no fueron tan exitosos en lo comercial. Caldwell vendió millones, ya lo dije. Y Caldwell fue prolífico, también. Y, si vamos a ser sinceros, sus novelas no plantean tantos retos al lector; son lineales, una cosa pasa detrás de otra, el narrador no cambia. Cumple, entonces, con ciertos requisitos que lo acercan a un espectro más amplio de lectores. Claro que uno debe disponer de cierta actitud para acercarse a sus novelas, y esa actitud incluiría, por ejemplo, aceptar cierto tratamiento casi "humoristico" para cosas que son muy serias. Cuando Floyd habla de llevarse al montón de hijas que ha ido engendrando a su mujer para ahogarlas, solo con tal de evitar a ellas y a sí mismo todas las desgracias que parecen cernirse sobre ellos, uno ha de hacer un esfuerzo para relativizar la barbarie de que estamos hablando. 
Floyd es el vecino de Spence Douthit, otro personaje caldwelliano de extraño nombre y actitud hacia la vida marcada por una letal combinación de desarraigo, vagancia, mala fortuna y patética resignación. Spence dice que sus defectos le agarran , que no tiene cuajo para luchar contra ellos, y aunque su entorno no lo pone nada sencillo, hay que decir que él cede con suma facilidad.
Todos ellos viven en un lugar llamado Pobre Chico, una especie de suburbio donde se hacinan personas cuyo único vínculo común es su condición de víctimas de la más absoluta miseria.
Maud, esposa de Spence, una mujer confinada entre la cama y la botella de tónico del doctor Mundley, o sea, alcoholizada e incapaz de dominar su carácter, agresivo, errático, volátil. Libby, hija mayor, loca por huir del insano ambiente del hogar, que es, en una de las primeras escenas sorprendida por su padre en la cama con su novio. Mavis, que ya ha escapado de su familia, con trece años y tras ser violentada por un vecino, para emplearse en un prostíbulo, captada por Bubber, un bobalicón corruptor de menores de la peor calaña. Lo que se dice todo un panorama. Spence, sin trabajo después de que la fabrica de pólvora en que trabajaba fuera desmantelada, no es capaz de controlar nada de lo que sucede a su alrededor. Sus ideas para salir adelante son cada vez más extrañas y estrafalarias, coincidiendo todas siempre en la elusión escrupulosa de cualquier responsabilidad. No vayamos a buscar trabajo, no sea que lo encontremos. Pero sí se puede buscar un novio con dinero que despose con Mavis, ahora que su experiencia en el prostíbulo ya le permite satisfacerlo. Spence Douthit, que culpa a cualquiera de sus desgracias menos a sí mismo, espera que cualquiera le saque de su nido de ratas.

El constante coqueteo con el desastre se concretará, claro. La familia es objeto de la atención de un par de trabajadoras sociales cuya misión no parece ser la de enmendar su situación, sino la de mejorar su propia estadística apartando a la familia hacia otro entorno más alejado. Pero Spence es capaz de acabar con la paciencia de cualquiera. Antes comprar tabaco, o bebida, que comida. Antes aprovecharse de la buena voluntad de las personas que hacer el mínimo esfuerzo. Demasiados impedimentos. El calor. Las moscas. Las tentaciones.

Lleno de episodios a la vez tristes y descacharrantes, la privilegiada condición de Caldwell para dibujar situaciones a través de diálogos arrastra e involucra al lector. De una manera particularmente seductora, pues sus novelas están gobernadas por un patrón común, pero cada una de ellas no deja de sorprender, cargando la tinta en un sentido u otro, pero siempre flirteando con alguna tragedia que se sucede, casi, por circunstancias aleatorias.

En un mundo gobernado por las desigualdades, las novelas de Caldwell, no, por situarse lejanas en el tiempo, han perdido un ápice de frescura y de actualidad.

También de Caldwell en UnLibroAlDía: El camino del tabaco, La parcela de Dios

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A ver cuando comentamos la senda del perdedor, retraso del artista adolescente, etc etc

Un saludo y gracias!

Francesc Bon dijo...

Uf! Habrá que dar un poco de tiempo. Que hay muchos escritores y muchos libros. Me gusta mucho ese título : Relato del artista adolescente. Gracias por el comentario.