jueves, 2 de octubre de 2014

José Saramago: Alabardas

Idioma original: portugués
Título original: Alabardas, alabardas, Espingardas, espingardas
Año de publicación: 2014
Valoración: recomendable como objeto de culto

Viviendo en Lisboa, dedicándome a la literatura y siendo un admirador de Saramago como figura pública y como escritor (sobre todo, debo confesarlo, de sus primeras obras), era casi obligatorio que me comprase Alabardas (en el original el título completo es Alabardas, alabardas, Espingardas, espingardas, que es un verso de una obra de teatro de Gil Vicente). Y mi conclusión después de leerlo (se lee en dos tardes) es que estamos más ante un objeto de culto que ante una obra literaria: Alabardas, tal y como se nos presenta -y probablemente no se nos podía presentar de otra forma- es un homenaje de los amigos de Saramago a la memoria del escritor, antes que la novela que podría haber llegado a ser si Saramago hubiera tenido el tiempo y las fuerzas para terminarla.

Porque el volumen Alabardas contiene, efectivamente, los tres primeros capítulos de la novela inacabada de Saramago (traducidos, en la edición española, por su viuda Pilar del Río), a la que se añaden unas notas del escritor en relación con la redacción de la novela; unas ilustraciones de Günter Grass que aunque no se relacionan de una forma muy evidente con el texto, contribuyen a realzarlo; y además otros dos textos de Fernando Gómez Aguilera (que se limita prácticamente a glosar las notas del propio Saramago), y de Roberto Saviano, que hace una elocuente defensa de la honestidad ética, aplicable y necesaria tanto para los escritores como para cualquier otra profesión.

Ese es (o podría haber llegado a ser) uno de los temas centrales de la novela Alabardas: el protagonista, Artur Paz Semedo trabaja en una fábrica de armamento y está enamorado de su trabajo: de hecho, su único deseo es ascender en la empresa y llegar a ocuparse de la sección de armamento pesado. Esta pasión por las armas ha provocado su separación de su pacifista mujer Letícia, con la que sin embargo mantiene una buena relación. Todo su mundo cambia cuando descubre en una película de Malraux (L'Espoir, o Sierra de Teruel en español) que durante la Guerra Civil española hubo trabajadores de la industria armamentística que sabotearon los obuses destinados a bombardear España, en solidaridad con los soldados y obreros de la República.

A partir de este descubrimiento, y tomando en cuenta las notas del propio Saramago, se intuye cuál era el desarrollo que Saramago pretendía para la novela: Artur Paz Semedo se sumerge en el archivo de la empresa, donde descubre historias sobre su pasado que le hacen replantearse su vocación. Así comprende que existen siempre diferentes opciones y que cada persona realiza elecciones éticas fundamentales que repercuten en la vida de los demás. Eso habría llevado, según las notas de Saramago, a una reaproximación con Letícia, que se habría visto truncada cuando la empresa consigue volver a seducir a Artur y atraérselo al lado oscuro, ascendiéndolo a su soñada posición en el departamento de armas pesadas. La novela terminaría así con una nota negativa, con Letícia abandonando nuevamente a Artur y despidiéndose con un sonoro "Vete a la mierda" (que recuerda, inevitablemente, al "Mierda" con el que termina El coronel no tiene quien le escriba).

Pero todo esto son especulaciones sobre lo que podría haber llegado a ser, porque lo que tenemos son, efectivamente, tres capítulos no demasiado largos (veinte páginas de manuscrito, alargadas hasta ocupar 70 en el volumen publicado), que dan para percibir algunas de las intenciones del autor, pero no su desarrollo ni el nivel de profundidad al que habría podido llevar cada uno de estos temas. Así pues, Alabardas es un objeto de culto, un bonito libro preparado con evidente cuidado, un homenaje cariñoso que los amantes de Saramago sabrán apreciar; pero no es en sí mismo un texto literario completo, ni quizás deba considerarse como perteneciente al canon de la obra del Premio Nobel portugués.

Otros libros de José Saramago reseñados en ULADCaínLa cavernaEl evangelio según JesucristoEl hombre duplicadoEl año de la muerte de Ricardo ReisEnsayo sobre la ceguera

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Los libros son objeto de culto? Acabo de soltar una carcajada en el metro. Ayer lo tuve en las manos, pero no me tiro demasiado.
Un saludo

Cosmoadicta dijo...

Para mi sí hay muchos libros que son "objeto de culto", y alguno de Saramago hay, desde luego. Pero este a mi tampoco me llamaba mucho cuando lo vi en las librerías. Gracias por tu post. Besos

Santi dijo...

Con "objeto de culto" me refiero a que este es un libro que se compra para tenerlo, más que para leerlo. Y de esos libros hay muchos...

J dijo...

Hola, Buenas tardes.

Yo también estoy viviendo en Lisboa. Podrías recomendarme algún sitio en el que encontrar libros en español? Se que hay una pequeña librería cerda de la Plaza de Camoes, pero no mucho más.

Muchas gracias

Un saludo

Jaime

Santi dijo...

Hola, Jaime!

Pues lo único que se me ocurre recomendarte es El Corte Inglés, que suele tener bastantes libros en español. Yo, la verdad, la solución que suelo usar sobre todo si quiero novedades, es comprarlas en eBook, que además es un poco más barato que el libro en papel...

Jorge Fernández Crespo dijo...

Los invito a leer algunas de mis obras sin costo alguno y sin compromisos de ningún tipo en

http://creacionespersonalesjfc.blogspot.com/

Otras obras disponibles en

http://creacionespersonalesjfc.blogspot.com/2014/05/recomendaciones.html

¡Todo lo mejor!

jose angel dijo...

Reconozco que todavia no he leido Alabardas, pero Saramago es para mi ya un autor de culto. Algunas de sus obras son imprescindibles, tales como El Evangelio segun Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, La caverna, El hombre duplicado etc.

Aitor dijo...

Dudo mucho que Saramago hubiera permitido la publicación de esto. Respetando a todo el mundo - a Pilar del Río también, su labor es admirable - tengo la impresión de que su viuda - Pilar - en este caso ha querido estirar demasiado el chicle. Al de Azinhaga le sobra esta publicación.