domingo, 14 de noviembre de 2010

Arthur Miller: Todos eran mis hijos.


Año de publicación: 1947.
Idioma original: inglés.
Título original: All my sons.
Valoración: Muy recomendable.

Hacía mucho tiempo que una obra de teatro no me removía tanto por dentro. Pensándolo bien, quizá desde que vi representar "El precio", del mismo autor.

El de Todos eran mis hijos es un texto brillante. Ágil, inteligente, lleno de emoción y denso en planteamientos que podríamos denominar "éticos"; cuestiones que afectan al ámbito familiar y social de cualquier individuo en cualquier contexto.

Sé que estas concluiones son muy personales pero a mí, entre otras muchas cosas, esta obra me habló de la honestidad y la manipulación en las relaciones; de la responsabilidad que tenemos sobre nuestras acciones; de la tentación de la frivolidad y el "no querer ver" frente a ciertas injusticias; de la vulnerabilidad del ser humano y la complejidad de sus sentimientos; del miedo a enfrentar la verdad de nosotros mismos y del mundo que nos rodea...

La historia está ambientada en Estados Unidos, al fin de la Segunda Guerra Mundial. Se nos presenta una familia aparentemente feliz, en un ambiente acomodado y sospechosamente afable. Porche, limonada, vecinos amigables... Poco a poco, enredados en un argumento complejo que va iluminándose lentamente, descubrimos que tras esa fachada de alegría y comodidad, se esconde el drama de un hijo desaparecido en la guerra, la negación de su madre a aceptar que éste puede haber muerto, las contradicciones de su padre (propietario de una empresa de armamento), la culpa de su hermano (enamorado de quien fuera novia del desaparecido)...

Creo que ésta es una historia de silencios. De grandes silencios que van pesando cada vez más al lector y que se desploman hacia el final de la obra, dejándole a uno exhausto pero casi aliviado. Conmovido pero lúcido. Como si de pronto todo tuviera sentido y uno se sorprendiera de no haberse dado cuenta antes. Quizá ése es el gran logro de esta obra; que uno termina siendo partícipe del engaño, de la mentira en que viven los personajes. Porque en realidad resulta mucho más fácil y agradable, mucho menos doloroso, dejarse envolver por la belleza. Aunque sea ficticia.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Tenía entrada para ver anoche esta obra (el mismo montaje que el de la foto, con Carlos Hipólito) en el Teatro Arriaga de Bilbao y finalmente no pude ir. Me han dicho que fue una verdadera maravilla, aunque quizá la trama fuera un poco rocambolesca. ¿Qué opinas de eso, Esti?

Saludos a todos,

Paula

esti dijo...

Bueno, supongo que lo que hace que parezca un argumento complicado es que, en un principio, sólo contamos con algunos datos dispersos y versiones distorsionadas de lo que le ocurrió a la familia durante la guerra.
Poco a poco, al ir recibiendo más información, uno va comprendiendo... y en mi opinión, la historia que se narra no es en absoluto inverosímil.

Ian Grecco dijo...

A mí la obra, vista este jueves en el Arriaga, me gustó bastante, y eso que al principio me ponía un poco enfermo la actitud de todos los pesonajes (menos la pobre madre), que parecían haber asumido estupendamente que su hijo/hermano/ex prometido hubiera fallecido en la guerra sólo dos años atrás. Pero al final de la representación lo comenté con otros dos amigos (Esti uno de ellos), y me dijeron que probablemente estaba hecho a posta: que el autor quería poner de manifiesto lo escandalosamente pronto que olvidamos a los muertos, y lo injusta y sangrienta que es la guerra.

Amparo Quintana dijo...

Por si os interesa: http://tildesyacentos.blogspot.com/2010/09/familias-sucesos-y-arthur-miller.html

Amparo Quintana dijo...

Por si os interesa este enlace:
http://tildesyacentos.blogspot.com/2010/09/familias-sucesos-y-arthur-miller.html

Santi dijo...

Hombre, interesarnos nos interesa, pero con ponerlo una vez valía :DDD

Pedro dijo...

A mí no me ha quedao claro...

Anónimo dijo...

Yo estoy de acuerdo con lo que usted comenta, pero creo que lo más grande de esta obra es el dilema moral de defender y honrar a la familia y al cabeza de familia, a pesar de que todos reconocen que es un asesino.
Yo creo que este hecho sigue estando vigente en la actualidad, porque incluso dentro de nuestras propias familias relativizamos el daño que nuestra familia pueda generar a otras personas. Simple y llanamente porque son nuestra familia. Es un argumento pobre, pero que lleva consigo el ser humano en toda su historia. Pensemos en nuestras familias y como también nosotros hemos ocultado o al menos hemos omitido acciones que no nos gustan de ellos.
La familia nos enseñaron que es un lugar irreductible donde siempre te cuidaran y amaran, pero a veces es simple y llanamente una casa de putas o un infierno.

Osvaldo

Anónimo dijo...

que porquería subes a tu blog NO SIRVE!!!!