Idioma original: inglés
Título original: The Monkey's Mask
Año de publicación: 1994
Valoración: muy recomendable
En nuestra entrada "caliente" del 1 de agosto anticipábamos la reseña de hoy. ¿Os acordáis? Decíamos: "avance reseñístico de un libro que está siendo objeto de tórrida lectura. Difícil de catalogar: es una novela negra escrita en verso y protagonizada por una investigadora privada abiertamente lesbiana...".
Tan difícil de catalogar resultaba que la incluimos equivocadamente en la sección de poesía. Digo "equivocadamente" porque ahora, al escribir esta reseña, le he calzado no una, ni dos, ni tres ni cuatro, sino cuatro etiquetas de narrativa: "novela" (a secas), "novela en verso", "novela negra" y "novela erótica". Y es que La máscara del mono se ajusta a todas ellas y, al mismo tiempo, se resiste a plegarse a ninguna.
Jill Fitzpatrick es una investigadora privada contratada para investigar la desaparición, primero, y el crimen, después, de una joven aspirante a poeta llamada Mickey. En el proceso, Jill se embarcará en un tortuoso idilio con la profesora de literatura de Mickey y se adentrará en el mundillo literario australiano, del que la autora se mofa con mucha sorna.
Compuesta por capítulos breves escritos en verso libre, La máscara del mono resulta sumamente ágil narrativamente hablando. En ese sentido, me ha recordado al teatro de Sarah Kane, quien podaba sus obras una y otra vez hasta que quedaban reducidas a la mínima expresión. Las diferentes voces se entremezclan y, aunque es cierto que el estilo directo aparece entrecomillado —lo cual facilita mucho las cosas, para qué engañarnos—, hay veces que el discurso se refleja de manera indirecta, dejando la interpretación en manos del lector. Porter entrelaza experiencias y recuerdos con suma habilidad, y desnuda a su protagonista hasta que los miedos y flaquezas más íntimas y vergonzosas de Jill quedan al descubierto. Nos muestra sin piedad sus pequeños y grandes fracasos.
Como novela negra funciona: encontramos todos los tópicos imprescindibles en este tipo de narración, pero a muchos de ellos se les ha dado una vuelta de tuerca. El final no es sorprendente; precisamente lo que sorprende es no haber llegado a la conclusión antes. Y es que el elemento erótico, que adquiere papel protagonista, consigue distraer la atención del lector alejándolo, al igual que a la protagonista, de la trama principal.
El verso imprime a la narración un ritmo vertiginoso del que el lector no puede escapar. Yo me la leí en dos sentadas (aunque bien podía haber sido una). Resulta pasmoso comprobar que se bebe como agua una técnica que a buen seguro a la autora le costaría horrores depurar.
En resumen… Chapó, Porter. Y chapó, Enrique de Hériz; no he leído tu traducción al castellano, pero estás hecho un valiente. Quien quiera leerla en inglés puede hacerlo por ejemplo aquí.
PD: Pido disculpas porque me he extendido un poco con la reseña, pero visto lo visto espero que comprendáis que no es uno de esos libros que se prestan fácilmente al resumen...
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