La masa de acoso se constituye teniendo como finalidad la consecución de una meta con toda rapidez. Le es conocida y está señalada con precisión; además se encuentra próxima. Sale a matar y BBBBBBZZZZZZZZZZ sabe a quién quiere matar. Con una decisión sin parangón avanza hacia la meta; es imposible privarla de ella. Basta dar a conocer tal meta, basta comunicar quién debe morir, BBBBBBBBBBZZZZZZZ para que la masa se forme. La concentración para matar es de índole particular y no hay ninguna que la supere en intensiBBBBBBBBZZZZZZZZZZDejas el libro sobre tu pecho, abierto por la página en la que te encuentras. Lo haces así porque crees que no te llevará mucho tiempo y regresarás a la lectura en unos segundos. Sin apenas moverte escudriñas la habitación, iluminada por la leve luz de una lamparita. Nada, por supuesto. No hay nada. Ese molesto hijodeputa es INVISIBLE.
Cada cual quiere participar en ello, cada cual golpea. Para poder asestar su golpe cada cual se abre paso hasta las proximidades inmediatas de la víctima. Si no puede golpear BBBBBZZZZZZZZ
Cierras el libro rápidamente. Mueves la cabeza como un loco: ¡derecha!, ¡izquierda!, ¡arriba!, ¡a los pies! Te incorporas apoyando los codos en la almohada y miras de reojo hacia la lámpara. Te quedas quieto, mortalmente quieto, esperando que tu enemigo haga un movimiento en falso. Si alguien te viera ahora, así, pensaría que te estás haciendo el interesante, con esa posturita, en ropa interior, echado en la cama. Pero no, joder. Estás en guerra. En guerra. Y la guerra no tiene pudor, ni vergüenza.
Tienes que decidir. Es evidente que los aparatos antimosquitos no están haciendo su trabajo, o no de forma suficiente. Vale: tienes la ventana abierta de par en par y son las tres de la mañana. Posiblemente tu luz sea la única en esta fachada del edificio. Los mosquitos se sienten provocados. Tienes que decidir.
Si cierras la ventana: te cueces.
Si pones otro antimosquitos: te envenenas.
Si apagas la luz: no puedes leer.
Si sigues leyendo: bbbbbbzzzzzzzzz
Arriesgas, qué leches.
Todos los brazos salen como de una y la misma criatura. Pero los brazos que golpean, tienen más valor y más peso. La meta lo es todo. La víctima es la BBBBBZZZZZZ
A tomar por saco. Te levantas de un salto, como un ninja. Eres un ninja. Enciendes todas las luces: la del techo, la linterna, el móvil, cualquiera. Con el libro en la mano y los ojos inyectados en sangre te mueves por la habitación como un lobo, olisqueando las paredes, acercándote a cada minúscula mancha, golpeando los lienzos, las cortinas. Canturreas himnos de guerra: "Sal de tu escondrijo, pequeño monstruo". Prestas atención a los rincones menos iluminados. "No te haré daño, te lo prometo". Levantas las sábanas, las aireas con fuerza. "Ven, ven a chuparme la sangre, cabronazo". Y de repente.
Ahí. No es posible. Míralo. Está quieto, como haciéndose el loco. Como si estuviera en otra movida. Con un par. Así que te acercas, esta vez sí, como el sensei de todos los ninjas. De puntillas. Sobre la cama. Con el libro en las manos, abierto por la mitad. Tu venganza será terrible: ese soldado enemigo conocerá de primera mano tu lectura. Te acercas. No se mueve.
Ofreces el libro como un regalo.
Lo sitúas debajo del bicho.
Inspiras.
Aguantas el aire.
Expulsas el aire.
El bicho sigue ahí.
El libro tiembla en tus manos.
Y luego.
¡¡¡ZASCA!!!
Has cerrado el libro con tanta fuerza que te duelen las manos y el impulso te ha desplazado un metro. Sigues de pie en la cama, iluminado por mil bombillas. Miras a tu alrededor y no ves movimiento. Abres el libro: buscas la página 211. Si la Operación Justicia Poética ha tenido un resultado positivo, el cadáver debería estar ahí. 201. Empiezas a dar saltitos. 203. La cama hace ñic ñic ñic. 205. "Venga venga venga". 207. Tus saltos son más amplios. 209. Estás a punto. 211. Ahí está. El Cadáver. Aplastadito sobre un "cuando". Gritas de emoción, "bieeeeeeeeeeen", te regodeas en la pequeña mancha de sangre, "soy el puto amooooooo", decides que nunca limpiarás esa página, que perdurará en el libro como un símbolo de tu victoria, que siempre que lo leas recordarás con emoc
- ¡HOSTIAS YA! -tu mujer, flipando con la luz, con tus saltos, con tus gritos- ¡A LA PUTA CAMA!
Y así os quedáis, Canetti y tú, a oscuras, a medio camino entre la victoria y la vergüenza, sin saber qué deciros. Tú incapaz de seguir leyendo, acostándote con cuidado, sin levantar sospechas, incluso respirando en pequeño formato. Canetti a tu lado, cerradito, esperando que se haga de día, con un cadáver ensangrentado en sus tripas.
Inevitablemente, BBBBBBZZZZZZ.
Son sus compañeros. Que vienen buscando venganza. Como Chuck Norris.
3 comentarios:
No puedo creerlo pero me identifique con TODO, excepto la parte del final, xD!!! :-D
jajaja muy divertido relato antimosquitos. Tengo un par de semanas que conocí este blog y me ha encantado y ahora con esta estampa veraniega todavia más. Muy muy bueno. Saludos ;) (quién no ha vivido una experiencia similar? Jajaja :P)
Me identifico mucho con tu relato pero conozco muchas personas que quizá quisieran o estén deseando vivir una experiencia similar, gracias por tu blog!
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