Idioma original: español
Año de publicación: 2012
Valoración: Muy recomendable
En las últimas semanas, por motivos distintos he leído varias obras de Rosa Montero y de Almudena Grandes; y no es cosa de ponerlas a competir solo porque sean dos de las escritoras españolas de más éxito (si no las dos escritoras españolas de más éxito), pero si tuviera que compararlas, diría que Almudena Grandes es más "novelista profesional" que Rosa Montero; es decir, que domina mejor los trucos, técnicas o recursos (llamadlo como queráis) del oficio del novelista. Rosa Montero es una escritora eficaz: crea una historia y la cuenta de forma casi periodística (¿deformación profesional?). Almudena Grandes tiene otra cosa: tiene preocupación por la estructura, por el ritmo, y otra cosa que yo valoro mucho y que escasea en la narrativa española actual: tiene voluntad de estilo, o sea, intenta escribir no solo de la forma más eficaz posible, sino también con personalidad y con belleza, cuidando las palabras.
Que conste que para todas estas consideraciones me baso sobre todo en la lectura de esta, su última novela, El lector de Julio Verne, que tiene a la escritora de gira por España y parte del extranjero, y que me ha parecido una novela notable en su género. Presenta, a través de los ojos del pequeño Nino, los enfrentamientos entre los maquis y la Guardia Civil a finales de los años 40 en un pequeño pueblo de la Sierra Sur, en Jaén, y la agobiante atmósfera de control y represión que afectaba hasta los detalles más ínfimos de la vida cotidiana (hasta absurdos como prohibir que se cantase "Tengo una vaca lechera", que se recogiera esparto de los montes o que se vendieran huevos libremente). Es verdad que a veces la narración se adentra en episodios algo prescindibles, como si necesitásemos saberlo todo sobre cada personaje que aparece en la trama (lo que, por otra parte, es inverosímil teniendo en cuenta que el narrador es a su vez un personaje); pero en conjunto la novela engancha, crea tensión y construye un universo compacto, coherente y atractivo.
Es de agradecer que Almudena Grandes haya huido del maniqueísmo fácil que contamina anacrónicamente demasiadas novelas y películas sobre la Guerra Civil: todos los rojos son ángeles; todos los fascistas son demonios. Grandes evita este peligro hasta cierto punto (los lectores, yo el primero, tampoco aceptaríamos que idealizase a los franquistas), aunque lo sustituye por otro axioma que puede resultar igualmente cuestionable: a "ras de pueblo" (por decir así), todos fueron víctimas, incluso los Guardias Civiles que se vieron obligados a cumplir las órdenes que les daban y a hacer cosas despreciables; a medida que se sube en la escala, la culpa se multiplica y se ramifica.
Algo que me ha dejado un regusto agridulce ha sido el esfuerzo que se percibe para conseguir que la novela "termine bien", dentro de lo posible y hasta donde lo permite la Historia, "ganen los buenos". Tanto el desenlace final de la trama, como esa especie de "epílogo", que nos lleva hasta la Democracia, parece querer decirnos: "sufrimos mucho, pero al final ganamos los buenos". Es una forma de verlo, desde luego, que muchos lectores agradecerán; pero es mi impresión que, construyendo precisamente ese puente hasta una supuesta "Democracia feliz", tanto desde el punto de vista narrativo como desde el punto de vista político se minimiza, creo yo, la especificidad y la significación de esos años oscuros, que no fueron tan cortos ni pasaron tan rápido.
También de Almudena Grandes: Aquí
1 comentario:
Es bueno saber que Grandes parece haber abandonado el maniqueísmo. 'Inés y la aleegría' era irrespirable. Saludos.
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